Destacado futbolista salvadoreño revela su batalla con la pobreza, el abuso sexual y la adicción

13 de julio de 2018

"Hubiera muerto o me hubieran matado, pero me detuvo el temor a Dios que me inculcó la primera evangelizadora que fue mi madre"

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La fe tiene rostro maternal, mariano y también estuvo impregnada por devociones que desde niño le hicieron sentirse protegido, querido por Dios, a Mario Pablo Quintanilla, futuro futbolista de la selección de El Salvador.
 
Con cada Ave María repetido, pasando las cuentas del rosario, se sublimaban las realidades amargas que padecía, semejantes a las que hoy siguen padeciendo millones de niños violentados en su dignidad por vivir en pobreza.
 
Su infancia relata Mario a Portaluz, era un constante desafío a la supervivencia. Pero la fe lo impulsaba a creer que algún día haría realidad sus anhelos… “Debo decir que mi madre fue la primera evangelizadora de mi vida porque ella me enseñó el temor de Dios y eso pues ahora está dando frutos (…) me hincaba todas las noches y aunque yo era un niño y no tenía conciencia de Dios, mi mamá me inculcaba eso. Yo aprovechaba y le pedía a Dios que me diera la oportunidad de jugar fútbol…”
 
El rostro maligno del abuso
 


En aquellos años de inocencia padeció por la barbarie de la pedofilia. Tenía apenas unos seis años, recuerda, cuando un adulto intentó violarlo. Fracasó gracias a que Mario logró huir a tiempo. Sin embargo, continúa contando a Portaluz, en su adolescencia se vio nuevamente expuesto. Esas terribles experiencias le dejaron confuso, encerrado en el miedo, amargando sus horas de cada día y no se atrevió a contárselo a sus padres. Solo Dios, dice, estaba con él. “Fue un verdadero infierno, simplemente yo y mi sufrimiento. Fue un trauma y al final pude salir sin psicólogos ni psiquiatras porque el Señor estuvo conmigo ahí; me dejó cómo nací, como un hombre de verdad, para glorificar al Señor. Ahora lo veo, con la luz de Cristo”.
 
Según cifras del Banco Mundial, al año 2016, un 38,2% de los salvadoreños padecían la extrema pobreza (bajo la línea de pobreza nacional), sobre un total de 6 millones trescientos cuarenta y cinco mil habitantes. Desde su nacimiento en 1978 y durante gran parte de su infancia y adolescencia Mario y su familia eran también parte de esas cifras.
 
Atrapado, sintiendo rabia en esa sociedad que asesinaba a sacerdotes santos como Romero, que cerraba puertas e incluso violentaba a personas pobres como él, traicionó los valores familiares y comenzó a delinquir vendiendo droga. Tenía entonces 16 años. “Reconozco que hice mucho daño, vendí drogas a la gente, no sé si alguien murió a consecuencia de mis actos, cuántas madres o padres han sufrido quizás. Mis amigos cercanos se hicieron asesinos y yo estuve a punto de convertirme en un delincuente más de mi país. Hubiera muerto o me hubieran matado, pero me detuvo el temor a Dios que me inculcó la primera evangelizadora que fue mi madre” nos dice Mario Pablo y se emociona recordando aquellos años.
 
Y Dios lo rescató
 
Por esa conciencia del bien y el mal, su certeza de Dios y el temor a ofenderlo fue alejándose del ambiente y actos reñidos con la ley y la moral. Dice Mario no tener argumentos racionales para explicar lo que luego sucedió, sin él buscarlo. Su pasión por el deporte, el fútbol en concreto, no se había extinguido y sin esforzarse mucho llegaron oportunidades… “El Señor abrió puertas por todos lados. Fui a entrenar en la cancha de un equipo de primera y el entrenador me vio. Sin tener experiencia previa en equipos de segunda o tercera división de mi país le gustó mi forma, mi estilo de jugar y ese día prácticamente pues fiché para ese primer equipo. Así comenzó mi aventura en la primera división de mi país”, recuerda.
 
El valorado centrocampista salió campeón con Alianza Fútbol Club, ganó torneos con Once Municipal, también en el juvenil Sub 20 y luego jugó incluso en la selección nacional de su país. Dios cumplía sus sueños de ser jugador profesional y le daba además una vida nueva. Fueron 12 años felices, hasta que se comenzó a relajar en su vida de fe. “El cómo entré yo a jugar fútbol fue obra maestra del Rey de reyes, Jesucristo. Recuerdo que pasaba por la Basílica de Guadalupe aquí en El Salvador y le agradecía a Dios por lo que me estaba pasando en mi vida y luego, poco a poco, me fui alejando. Los seres humanos somos mal agradecidos con Dios. Bueno es que, viendo la gracia, viendo el amor, la misericordia, nos postremos ante Cristo.  Yo pues, me hubiera gustado, pero el plan de Dios no fue así”.
 
Viviendo al borde del abismo
 
 
La vida de este futbolista trocó a ser una pesadilla cuando entre copas y otras licencias que se permitía, entabló una relación con un chica que lo introdujo en el consumo de la cocaína: “Accedí por curiosidad, pero esa curiosidad al final me llevó a colapsar, a tocar fondo porque me dieron muchas sobredosis. Yo le pedía al Señor que me diera otra oportunidad de vida y seguía. Estuve a punto, pero a punto que mi corazón se parara de tan acelerado que estaba por esas sobredosis”, recuerda y expresa aún sentirse arrepentido.
 
El camino de la droga tiene una puerta de entrada ancha, pero muy estrecha es su puerta de salida y Mario lo aprendería pronto. Llegó a vender cosas de su casa para pagar las deudas de droga y fiestas. “Yo era el hombre más infeliz del mundo, lloraba, me hincaba y le decía al Señor que ya no quería vivir esa vida. Estaba muerto en vida, ya no sentía gracia por vivir” nos comenta y cree que Dios tuvo nuevamente misericordia con él pues le permitió conocer a quien sería no solo su esposa, sino un referente vital para su conversión. “Esa mujer maravillosa que me mandó en los momentos más difíciles de mi vida se presentó y ahí comenzó todo (…) me enamoré de ella no más verla.  Y me mandó una buena mujer, temerosa de Dios, con un corazón enorme y bondadoso, y también bella por fuera”.
 
El golpe de gracia: rezo del rosario
 
En 2008 sufrió un accidente que le desfiguró parte del rostro. Tuvieron que colocarle una placa de platino en su mandíbula y perdió algo de visión en su ojo izquierdo.  Ya no podría jugar al fútbol y entró en un estado de depresión que superaría, señala, gracias a su esposa. En aquel estado, las ideas de evadirse le rondaban reiteradamente. Participaron entonces en un retiro espiritual organizado por la Renovación Carismática y su vida de fe se fortaleció. Pero su mujer temía, recuerda Mario, que él pudiera recaer en el vicio y lo ofreció a la Virgen en el rezo diario del rosario para que fuera libre de todo mal. “Ella ofreció el santo rosario a la Virgen por dos años para que intercediera y permitiera que ese veneno, esa droga, mi cuerpo la rechazara” nos dice, y así sucedió pues “comenzó a actuar Cristo verdaderamente con sus fuerzas y poco a poco porque caía de nuevo y así fue como pude salir por medio de las oraciones de mi esposa y la mano poderosa de Nuestro Señor Jesucristo, de lo que es la drogadicción” afirma.
 
En 2016 la biopsia de un absceso en el cuello determinó que padecía un cáncer linfático. Comenzó casi a vivir en hospitales, dos operaciones de por medio y muchas oraciones. Una semana antes de comenzar con las sesiones de quimioterapia su médico tratante estaba sorprendido. “Me invita a sentarme y comienza a describir los resultados en voz alta diciendo: Mario…con esto que ha aparecido suspendemos las quimioterapias”. El cáncer estaba en remisión y Mario con su esposa no dudan en agradecer a Dios por la salud restaurada. “Frente al médico, llorando, oré al Señor. Con mi esposa nos abrazábamos, nos besábamos; bueno, así fue como el Señor me habló de nuevo y me dijo: ¡Siempre he estado a tu lado!”.

 

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