Creía que esa secta de yoga era un paraíso y el gurú la inició en el "sexo tántrico" a los 15 años

31 de agosto de 2018

Al comienzo la joven, manipulada, no fue consciente del abuso... "Él era mi líder, él sabía lo que era mejor para mí… Mi evolución espiritual estaba por encima de todo".

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Uno de los fugitivos más buscados ahora mismo en Europa es el maestro de yoga Gregorian Bivolaru (n. 1952), rumano, fundador y líder de la secta MISA (Movimiento para la Integración en el Espiritual Absoluto).
 
G. Bivolaru 

Según la página web de Europol, sobre él pesan nueve acusaciones relativas al tráfico de seres humanos y abusos sexuales entre los años 2006 y 2011. Sin embargo, la secta sigue actuando en varios países como España, Argentina y Uruguay, entre otros, bajo la fachada de academias de yoga “tradicional” o “esotérico”.
 
En 2016, la cantante rumana Agnes Arabela Marques, afincada en Portugal, publicó un libro titulado A adepta (La adepta), en el que revela su paso por la secta, dando un revelador testimonio en primera persona sobre ese movimiento sectario, el MISA. A pesar de las evidencias siguen siendo defendidos por ciertos organismos de derechos humanos, y la secta ataca a sus críticos con demandas judiciales. De hecho, para protegerse, en su libro testimonial la autora cambia el nombre del grupo, al que llama ASIM, y del gurú, a quien asigna el seudónimo Bregor Glav. Pero el mismo año 2016, en declaraciones al diario británico Daily Mail, Agnes denunció de forma explícita algunos abusos a los que fueron sometidos, ella y muchos más, por G. Bivolaru, dejando en evidencia también a MISA (pulse aquí para leer el artículo del Mail). Dramática experiencia que detalla en el libro ya citado y es fuente de esta crónica…
 
El encuentro a través del yoga
 
Agnes Arabela Marques (en imagen actual adjunta) nació en Rumanía en 1984 en un ambiente impregnado de esoterismo. Sin ir más lejos, su madre era aficionada a la astrología y se interesó por el yoga cuando Agnes tenía 12 años. Ella y su hermana mayor, Daiane Alexandra, comenzaron a frecuentar los cursos de yoga con su madre y muy pronto cambiaron sus hábitos de vida (dieta vegetariana, por ejemplo), fascinadas por el gran gurú del movimiento al que ya pertenecían y quien, siendo considerado como un iluminado, “sabía la respuesta para todo”.
 
De esta forma, en el inicio de su adolescencia Arabela afirma que la secta “era, para mí, mi nuevo objetivo, mi nueva vida”. Poco después, su hermana viajó hasta la capital del país, Bucarest, para estudiar en la universidad y poder estar así más cerca del Gran Maestro de yoga. Poco a poco, la joven se fue distanciando de la familia, las llamadas eran escasas… y no sabían por qué.
 
Entonces Arabela y su madre, preocupadas, viajaron a la ciudad para visitarla. Se dirigieron al lugar donde vivía Alexandra: el área de los ashrams (centros de meditación) del MISA; que mantenía a la fecha sobre 40 recintos de ese tipo. Allí fueron informadas de que la joven era considerada una de las “privilegiadas” porque vivía junto al gurú… y por eso no podían verla. No conformes, realizaron una segunda visita, presionaron y consiguieron verla. La encontraron con muy mal aspecto físico, la cabeza rapada y habiendo dejado los estudios… como castigo -les dijeron- indicado por el líder espiritual.
 
Así conoció al gurú
 

Todo este ambiente de misterio y que parecía tan espiritual alimentaba la curiosidad adolescente de Arabela. Así, en las vacaciones de verano se desplazó a la capital para visitar a su hermana y conocer más de cerca el movimiento. Tenía 14 años y pudo participar en una de las actividades del lugar llamada “meditación en espiral Yang” –cientos de personas, recuerda Arabela, se posicionan formando una espiral, ordenadas por su signo zodiacal, dándose la mano para facilitar el flujo de energía “de otras dimensiones” desde el centro, donde está el líder sectario–, de modo que “estaba completamente deslumbrada” confidencia.
 
Iba a empezar la sesión, y entonces llegó el auto del gurú. Cuando se abrieron sus puertas, salieron varias chicas, hasta 8, junto a él. Y aunque muchas personas lo rodearon, enseguida se fijó en la nueva, Arabela, y tuvo una conversación con ella.  Después de preguntarle si su hermana le había contado lo que pasaba allí –a lo que respondió que no–, la invitó diciendo: “el lunes, cuando la cocinera me traiga la comida, ven con ella a mi casa”. Así lo hizo, y se sorprendió de que Bivolaru la recibiera con un beso en los labios. También llamó su atención que en la casa del gurú se encontrasen varias chicas, entre 17 y 33 años, “todas ellas con poquísima ropa, estaban prácticamente en bikini y poco más… parecían perfectamente integradas y completamente por propia voluntad”, dice Arabela, recordando que en ese momento se sentía casi honrada pues: “¡estaba en casa de un cuasi Dios!”.
 
La adolescente permaneció allí una semana, con las otras chicas, viendo cómo el gurú pasaba por el cuarto donde se encontraban y le decía a alguna: “ve preparándote”, aunque ella no sabía qué significaba aquello. Se acercaba la fecha en la que cumpliría 15 años y regresó a la casa familiar, asegurando que volvería al ashram, cosa que fue del gusto de Bivolaru.
 
Regreso a la secta: el yoga sexual
 

Tras regresar a ese particular centro de meditación en Bucarest, prosigue narrando Arabela, “…pensé que estaba en el camino cierto, que había encontrado mi lugar, mi oportunidad para expandir mis horizontes. Ahora lo más importante para mí era el yoga, el ASIM y Bregor Glav. Mi objetivo era convertirme, también yo, en una iluminada, como todos consideraban que lo era él”. Muchas son las promesas del líder sectario que habían ilusionado a las jóvenes y Arabela las resume así: “Contactar con Dios, tener clarividencia, levitar, viajar en un vórtice interplanetario, hablar con entidades de otros planetas, adquirir información, todo eso era mi objetivo. ¡Si tenía eso, lo tenía todo!”.

Cumplió los 15 años encontrándose en casa del gurú, sintiéndose toda una privilegiada. Luego, puntualiza, en sus conversaciones con las otras jóvenes descubrió lo que significaba uno de los títulos que le daban a Bivolaru, el de “Maestro Tántrico”. Esto respondía a su enseñanza del tantra, “una de las tres artes más famosas de hacer el amor… en el tantra, la energía sexual y espiritual es la misma cosa… convirtiendo la actividad sexual en un camino hacia la plenitud del sentimiento y de la conciencia”, explica.

En el caso del MISA, se enseñan ejercicios de respiración controlada y de contracciones para llegar al orgasmo sin eyaculación masculina. Así, explica Arabela, “con simples técnicas de autocontrol puedes usar la energía de los fluidos transmutándolos en energía en los chakras superiores, prolongando, así, la fusión amorosa durante varias horas. Los casos accidentales de eyaculación eran castigados”.

Arabela, que era la única mujer virgen en la casa, veía al líder como un padre y creía totalmente en sus dones sobrenaturales. De hecho, escribe, llegó a “ver en él aquella figura paterna que nunca tuve”. Mientras tanto, veía cómo las chicas iban pasando por el cuarto de Bivolaru, felices de poder ser iniciadas en el sexo tántrico por él –y también lo aprobaban sus maridos o novios si los tenían–, a veces una detrás de otra, en sesiones que nunca duraban menos de una hora.

Los campamentos en Costinesti

Un día, el gurú le dijo a Arabela que sería una invitada de honor para acompañarlo a Costinesti, un lugar en la costa rumana donde la secta celebra sus ferias espirituales de verano, en el mes de agosto, y donde llegan a juntarse hasta 5.000 adeptos. Era 1999 y, por tanto, una ocasión especial, ya que el 11 de agosto habría un importante eclipse solar. En este contexto se realizaría la ya citada “meditación en espiral Yang”.

Además, el evento incluía el concurso de Miss Shakti, un concurso de belleza en el que participarían cientos de chicas aspirantes a representar el que llaman: “principio energético femenino”. Para ello, debían interpretar una “danza sensual” -recuerda Arabela- y, más tarde, desnudarse completamente sobre un palco para ser seleccionadas con vistas a la segunda fase. El jurado lo formaban Bivolaru “y sus más cercanos, sentados en primera fila”.

Arabela fue capaz de vencer su pudor y superó la primera fase. La segunda consistía en ponerse un vestido de noche y hablar en público. También la pasó. Y en la tercera fase, con apenas una docena de chicas, cuando se las grababa y fotografiaba desnudas (en “videoclips que rebosaban sensualidad… con una connotación tremendamente erótica”), tuvo que abandonar el concurso por ser virgen, ya que era necesario pasar por el tantra para llegar hasta el final.

Así terminó el verano en el que Agnes Arabela cumplió 15 años. Regresó a casa con su madre para realizar el curso escolar, pero tenía algo claro: “en el punto en el que me encontraba, creía en Bregor Glav como líder espiritual total, sobre todo después de ver a tanta gente, hasta médicos, abogados y una ministra, queriendo hablar con él, aunque fuese por un simple y breve minuto”.

Así llegó su “iniciación”

La protagonista de esta historia relata haber visitado durante el curso en más de una ocasión el ashram de la secta, y siempre alojando en casa del gurú. Era alguien especial, tenía “un sentimiento de superioridad en relación con esas personas [las que no pertenecían al MISA]… que no sabían lo que era el yoga, y mucho menos el tantra… Comenzaba, en mi interior, a condenar y rechazar a las personas comunes por las vidas mediocres que llevaban”, explica.

En una de esas ocasiones estando en el hogar de Bivolaru, de noche, él se acercó -dice Arabela- y, dándole la mano, le dijo: “vamos a hacer la consagración”. Sintió mucha emoción, porque llegaba el momento tan esperado, pero quedó en el anuncio. Tuvo que esperar a la meditación de fin de año para ello. Recién comenzado el año 2000, el líder le dijo que pronto sería la “iniciación”.

Fue la tarde del 12 de enero cuando Gregorian Bivolaru la llamó a su cuarto. Ante el líder desnudo en la cama, “en aquel momento, lo que sentía por Bregor era respeto y admiración, no me sentía apasionada ni nada que se le parezca... Él era mi líder, él sabía lo que era mejor para mí... Mi evolución espiritual estaba por encima de todo", relata Arabela en su libro.

Sin embargo, cuenta que ese encuentro sexual “fue largo y doloroso y, por causa del dolor, no conseguía concentrarme en los chakras como debía, pero yo, a pesar de eso, intentaba practicar siempre la transfiguración y ver en Bregor un Shiva universal, principio masculino”. Su aberrante iniciación duró dos horas y media. “No sentí nada más que dolor y la cama quedó llena de sangre”.

En su viaje de regreso a casa, comenzó a rezar… “pero no rezaba como habitualmente, a Jesucristo; yo rezaba ahora, en mi pensamiento, a Bregor: ‘Bregor, protégeme’, ‘Bregor, ayúdame’, etc. Mi noción de santidad estaba focalizada en su imagen. El último ‘iluminado’ antes de Bregor, según los fieles, había sido Jesucristo. Por tanto, Bregor era el nuevo Jesús para nosotros”.

Una adepta más

Así, Agnes Arabela Marques se integró en el núcleo de la secta, junto al líder, y su iniciación tántrica se convirtió en su secreto. En verano de 2000 pasó a vivir de forma permanente en el ashram de la secta, tal como estaba ya su hermana, en una época de expansión del MISA y de compra de propiedades, y poco después se trasladó también su madre. Arabela trabajaba cinco horas al día en la imprenta del grupo y tenía otras tareas que sobrecargaban sus jornadas, llegando también a pasar hambre.

La principal fuente de financiación de la secta, según revela en el libro, era la participación de algunas de sus adeptas en páginas web “eróticas” y, sobre todo, el trabajo de otras jóvenes en Japón… consideradas “heroínas” por el resto de los adeptos (y que habrían sido unas 2.000 enviadas desde 1989). Arabela tuvo relaciones sexuales “tántricas” con otros miembros del grupo, según le eran asignados. Además, recibía formación en diversas técnicas sexuales a las que se daba un significado espiritual.

Siendo ya mayor de edad, fue enviada a Japón en enero de 2003, algo que era visto como un honor, para trabajar en una empresa propiedad de la secta, tras jurar que mantendría en secreto lo realizado allí y donaría todos los bienes que recibiera al MISA. Así, estuvo trabajando como bailarina en un club. Aunque no obligaban a las adeptas a mantener relaciones sexuales, algunas lo hacían para conseguir más dinero y así agradar al gurú. De hecho, él seguía siendo el centro de todo: “a las cuatro de la madrugada se realizaba una meditación de agradecimiento y ofrendas a Bregor con una foto suya en el medio”.

Cuando se enamoró de un japonés y llamó por teléfono al líder para comentarle que quería casarse con él, Bivolaru se enfureció. Todo comenzó a venirse abajo. Entonces Arabela le contó al japonés toda su historia y actividades de la secta, a lo que él, sorprendido, contestó: “en este mundo, quien realiza tráfico de armas, drogas y mujeres se llama mafioso, ¡no líder espiritual!”. Acabó casándose con él, después de descubrir que lo que había considerado “el paraíso perfecto” no era más que un grupo de manipulación y explotación de seres humanos.

Finalmente pudo abandonar aquella secta, cuando comenzaron los problemas legales y mediáticos para Gregorian Bivolaru, acusado de tráfico de personas, actividades pornográficas y abuso de menores. Algo que es ampliamente documentado en el referido libro testimonio escrito por Agnes Arabela Marques para alertar a otros jóvenes que pudieren verse expuestos a un sometimiento y abusos diversos, como ella lo estuvo.

 

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