La hermana Rafaella ofreció su vida en el Monasterio de Fermo por la conversión de un desconocido

31 de agosto de 2018

Para pedir oraciones a las Benedictinas de Fermo, pueden escribir a la siguiente dirección de correo electrónico: m.benedettine@alice.it (en lo posible escriban en italiano).

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En el mundo quien tenga una visión materialista de la vida, quizá no entienda para qué sirven los monasterios de clausura e incluso algunos podrían criticar a las monjas contemplativas considerando inútil su existencia.  Pero aquellos que gozan de una certeza sobrenatural de la vida tienen una gran estima por las monjas de clausura, porque saben que con sus oraciones y penitencias obtienen de Dios innumerables gracias y conversiones.
 
El portal del Monasterio de Fermo (Italia) relata un evento acaecido hace algunos años que deja de manifiesto cuán trascendente es la vida de monjas, monjes, eremitas u otros similares que se entregan a Dios rogándole sin descanso tenga misericordia del mundo que no le ha conocido y en especial por aquellos en riesgo de condenación eterna.

Un día una mujer se acercó al Monasterio Benedictino de Fermo para pedir oración por un pariente que estaba muy enfermo. Dijeron que tenía una grave "enfermedad espiritual". Las monjas aceptaron gustosamente orar por él. Fue la Hermana Raffaella Strovegli quien se ofreció para colaborar de forma preferente en tan particular batalla.

La misión de las monjas de clausura no es sólo buscar su propia santificación personal, sino también ofrecer incesantemente a Dios sacrificios, penitencias y oraciones por el bien de las almas y mayor gloria de Dios.

Aunque ya era una anciana y estaba enferma, la Hermana Raffaella no dejaba de rezar y ofrecer sacrificios para que Dios tuviera misericordia y concediera las gracias que necesitara ese hombre. Pero para esta monja fervorosa, el tiempo de la peregrinación terrenal había llegado a su fin, estaba a punto de entrar en la eternidad.

A pesar de los dolores de la agonía, continuó sufriendo con paciencia cristiana y edificando a sus hermanas poco antes de morir les dijo: "Las amo". Luego, recitando el Salmo 32, "Exultate justi in Domino", su alma caritativa murió serenamente.

El 19 de abril de 2009, un día antes de fallecer la hermana Rafaella, sin ella saberlo, el hombre por quien oró tanto había sido sanado. En la noche siguiente, mientras dormía, aquel hombre soñó con el Padre Pío, quien le dijo que fuera al Monasterio Benedictino de Fermo para agradecer a una monja recién fallecida, pues por mediación de sus oraciones había sido curado.
 
Al día siguiente, a primera hora de la mañana, ese hombre se dirigió a las benedictinas para ver si realmente había muerto una monja, o si el sueño era fruto de su imaginación. Entró en la iglesia del monasterio y, con gran asombro, vio el ataúd de la Hermana Raffaella más allá de la puerta del recinto. Se acercó lo más posible para ver el rostro de su desconocida benefactora. Las otras monjas, viendo a ese hombre contemplando el ataúd, pensaron que era pariente de la monja. Una de ellas se acercó a él para preguntarle si era un miembro de la familia, y entonces le confió el sueño que había tenido la noche anterior. Se sorprendió al saber que la Hermana Raffaella, sin conocerlo, había ofrecido sus oraciones y penitencias por su curación. Desde entonces ha vuelto a vivir más unido a Dios, que lo convirtió teniendo en cuenta el fervor y fidelidad de una monja de clausura.

 

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