El «tío Curro», sacerdote en quien se inspiró Tolkien para dar vida a Gandalf

31 de agosto de 2018

En la imagen central el sacerdote Francisco Javier Morgan Osborne, el tío Curro, y Gandalf.

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“No es importante saber cuánto tiempo te queda, sino qué hacer con el tiempo que se te concede”, escribió culminando un diálogo de su segunda novela. La frase era para un personaje clave de la obra en la que trabajaba por aquel entonces, desde 1937, en los huecos que le permitía su labor docente en Oxford. Volvió a mirar el reloj que atesoraba con cariño en su despacho, y pensó en esa frase sobre la verdadera importancia del tiempo, relatan en Religión en Libertad citando a la periodista Laura Garófano de diario El Mundo.

El reloj tenía un incalculable valor sentimental para él. Como la frase, era un legado de su tutor. Había fallecido hacía un par de años, y recordó con cariño que movió cielo y tierra, por carta, para que algún familiar se lo llevara a Inglaterra. En esos días de escritura se acordaba de él muchísimo, por sus frases sabias y porque había nacido en un país que aparecía en los periódicos porque se desangraba partido en dos en una guerra fratricida.

El escritor se llamaba John Ronald Reuel Tolkien, y entonces no podía saber que ni él mismo, ni lo que escribía -El Señor de los Anillos- iban a ser universales. Miró nuevamente el reloj y pensó que él, como Frodo, también tuvo un guía que le apoyó y encauzó. No era un mago, pero casi, porque con él y su hermano hizo magia. Había nacido en El Puerto de Santa María (Cádiz) en 1857, y se llamaba Francisco Javier Morgan Osborne. Como Gandalf, era solemne, recto pero amable, altísimo y viajero. Era de familia bodeguera, y -sí, es correcto- pariente de Bertín.
 

La frase sobre la utilidad del tiempo la usó para dar la fuerza y empaque que necesitaba para el personaje y la había oído una y otra vez de distintas maneras cuando era niño. Gandalf era el encargado de buscar uno a uno a los integrantes de la Comunidad del Anillo, de guiarlos y cohesionar a elfos, enanos, hombres yhobbits en la alianza de los pueblos de la Tierra Media con un objetivo: acabar con Sauron, el mal absoluto, destruyendo el Anillo Único.

Fue gracias a ese español y a sus enseñanzas: ayudó a Tolkien a acceder a la prestigiosísima Universidad de Oxford, donde se licenció, con honores, en Literatura Inglesa. Gracias a los valores que le transmitió, como el esfuerzo, consiguió plaza como profesor en la Universidad de Leeds. Posteriormente Tolkien volvería a Oxford... como catedrático. Tolkien añoró las visitas que, ya anciano, Tío Curro siguió haciéndole a él y a su familia, incluso a Dover, donde el escritor se lo llevaba a la playa. Se vieron hasta su muerte, en 1935.

A este español, como a Gandalf, se le conoció por muchos nombres según el lugar en el que se encontrara. Gandalf el Gris era Olórin en Valinor, el Jinete Blanco para los Rohirrim, Mithrandir para hombres y enanos de la Tercera Edad... Y el gaditano era en España Curro Morgan, para su familia en El Puerto era Tío Curro; en Inglaterra, el padre Francis Xavier Morgan... Pero para Tolkien, era simplemente el padre Francis.

El Tío Curro tenía también un físico característico debido a su altura, muy por encima de la media... y llevaba sotana. Su imagen imponía una presencia contundente, similar a las apariciones del mago sobre el papel. Hasta el punto de que, en una ocasión, por su estatura y su larga sotana asustó a una niña pequeña mientras iba por la calle. Tolkien plasmó la anécdota en una historia que narraban los hobbits sobre un troll grande, que era de naturaleza buena, y que sólo quería compañía.

Una hija del escritor, Priscilla, nacida en 1929, recuerda las visitas del Tío Curro: “Era un hombre muy alto, vestido con una larga capa y a pesar de su poderosa presencia y de la autoridad que desprendía era encantador conmigo, que era una niña muy pequeña”. Como Gandalf jugando con los niños hobbits.

En 'El Señor de los Anillos' son memorables los pasajes de Gandalf con Frodo, al que consuela y alecciona cuando más lo necesita, inculcándole humildad y esfuerzo para alcanzar la meta. El hobbit se lamenta de que pertenece al pueblo más simple y que no está hecho para empresas peligrosas. “¿Por qué fui elegido?”, le pregunta al mago. “De lo que puedes estar seguro es que no fue por ningún mérito que otros no tengan. Ni por poder, ni sabiduría (...). Pero has sido elegido y necesitarás todos tus recursos: fuerza, ánimo, inteligencia”.

¿Y los viajes? Cuando podía, el sacerdote regresaba a España y a su familia, donde le llamaban Tío Curro. Una tierra luminosa, bulliciosa y alegre, donde se cantaba y bailaba mientras se comía y bebía, sobre todo, en las juergas flamencas andaluzas... Muy parecidas a las jaranas y fiestas de los Hobbits de La Comarca, a quienes Gandalf visitaba de cuando en cuando para ser tratado como uno más de la familia.

El Tío Curro era mitad inglés y mitad español. Hijo de un galés, anglicano, que se estableció en la floreciente ciudad gaditana como bodeguero y exportador de vinos de Jerez. El fundador de las Bodegas Morgan se casó allí con una española, María Manuela Osborne y Böhl de Faber, católica. El padre de ésta también era inglés y fundó esas otras famosísimas bodegas portuenses cuyo símbolo es la imagen cultural de las carreteras españolas. El matrimonio vivió en la calle Nevería y tuvo cinco hijos, todos ellos criados en el catolicismo.

Así, el pequeño Curro, nacido en 1857, fue enviado a los ocho años a Birmingham para estudiar en el Oratorio de San Felipe Neri. Al acabar cada curso, regresaba a Cádiz. Su infancia estuvo marcada por ser, como luego lo fue Tolkien, medio emigrante. Tolkien había nacido en 1892 en el Estado Libre en Orange, hoy una provincia de Sudáfrica, y también llegó a Inglaterra siendo un niño.

La familia del escritor era baptista. Mabel, la madre de Tolkien y natural de Birmingham, regresó a su hogar con sus dos hijos para pasar una larga estancia. Allí, en 1896, recibió la noticia de que su marido, Arthur, que era el gerente del Bank of Africa Limited, había muerto de fiebres reumáticas. La tragedia les dejó en una situación económica desastrosa. Cuatro años más tarde Mabel abrazó el catolicismo y comenzó a frecuentar la parroquia filipense en la que oficiaba el sacerdote andaluz: la familia acudía a oírle decir misa los domingos. Entonces fue cuando el tío Curro comenzó a prestarles no sólo ayuda espiritual, sino también económica.
Cuando Tolkien tenía 12 años, su madre muere de diabetes en un tiempo donde no existía la insulina. En su testamento nombra al padre Francis Xavier Morgan Osborne tutor legal del escritor y de su hermano. En cumplirlo puso toda su energía. “El tío Curro fue como un segundo padre para él”, subraya José Manuel Ferrández Bru, autor del libro 'La conexión española de Tolkien'.

El español comenzó por abrirle su biblioteca personal a ese pequeño niño de enorme curiosidad y potencial intelectual. Allí encontraría las obras de Fernán Caballero, seudónimo de Cecilia Böhl de Faber, tía materna del gaditano, puntal del romanticismo español e hija de doña Frasquita Larrea, la de las tertulias del Cádiz de Las Cortes. Sin duda, el autor inglés se impregnó de su influencia literaria: uno de los acertijos cruzados entre Gollum y Frodo, donde éste se jugaba la vida a manos del primero, es muy parecido al que aparece en 'Cuentos, oraciones, adivinanzas y refranes populares', de Fernán Caballero, publicado en 1877. “Vuela sin alas / silba sin boca / azota sin manos / y tú ni lo ves ni lo tocas”.

El religioso andaluz no sólo hizo de guía. La pobre asignación que les quedó a los huérfanos no les permitía continuar estudiando. El tío Curro no lo dudó: sufragó los estudios de los dos hermanos en el King's Edward School, la mejor escuela privada de Birmingham, que no era católica. Peleó con uñas y dientes para que pudieran entrar. Luego, pagó los estudios de Tolkien en Oxford. Lo hizo aportando sus ganancias de las bodegas familiares en El Puerto y Jerez. Años más tarde, la familia Tolkien diría, bromeando, que el escritor pudo estudiar y llegar a ser el creador de un universo único gracias a la enorme afición que había por el vino español.

El papel protector de Bilbo

La influencia del sacerdote fue tal en Tolkien y en su obra que no se ciñó sólo a Gandalf. El escritor y poeta, que también era lingüista, desarrolló las lenguas élficas, gnómicas y quenya. Comenzó creando el naffarin, o nazareno, basado en el español que aprendió gracias a los libros del cura. Una de sus primeras anotaciones en lengua gnómica fue Faidron o Faithron, que tradujo como Francis.

También se aprecia en el papel protector en la relación del tío Bilbo con Frodo, también huérfano, y en la de éste con Sam en la última parte del libro, cuando la carga del anillo se hace insoportablemente pesada. Y sobre todo, “en la relación paterno filial entre Aragorn y Elrond el elfo”. Elrond, padre de Arwen, se opuso a su relación con el montaraz. Es otro importante punto de conexión basado en la vida real. Porque Tolkien, siendo menor de edad, se enamoró perdidamente de la que luego sería su mujer, Edith.

El andaluz se dio cuenta de que el joven estaba tan absorto que hasta estaba descuidando los estudios. Ante el temor de que los dejase, o que incluso se fugasen, tío Curro, en su condición de tutor, le dio a elegir: hacer lo que hizo su hermano, que se compró una granja, o estudiar para entrar en Oxford y dejar de ver a la chica hasta que no cumpliese los 21 años.

Lo cumplió a rajatabla, si bien al joven Tolkien el tiempo se le hizo agónico e interminable. El día de su vigésimo primer cumpleaños le escribió a Edith una carta y retomaron la relación. A juicio de Ferrández Bru “la decisión de Tío Curro fue lógica: un padre quiere lo mejor para un hijo, que estudie. Y consolidó la relación y la reforzó”.

Pero volvamos con el tío Curro. En 1933 recibe en Inglaterra, de manos de su sobrino Rafaelito Osborne Macpherson, el reloj. Fue una entrega dolorosa: su anterior dueño era su hermano Augusto, recién fallecido. Dos años después el sacerdote muere en su casa del Oratorio de Birmingham. A los hermanos Tolkien les dejó en herencia 1.000 libras a cada uno. Y al escritor, el antiguo reloj familiar.

Hoy se sabe que la única foto de tío Curro con Tolkien obra en poder de la familia del hermano, Hilary Arthur Tolkien. Nunca quiso difundirla. Lo que no se sabe es dónde está el reloj, que heredó el hijo mayor del escritor cuando éste murió en 1973. La familia llamaba al reloj el flip-flap: indicaba la hora mientras giraban las figuras con un movimiento y sonido muy similares a como lo hacen las páginas de un libro.

 
 
 

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