Era un joven fiestero y no católico hasta que fue desbordado por el amor de Dios en una eucaristía

30 de noviembre de 2018

«Oye, cálmate, me vas a matar con tanto amor que siento», recuerda que fueron las palabras que dirigió a Dios al experimentar su indescriptible presencia, "como un fuego"

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Era “un joven normal” aunque “bastante desordenado”, relata el chileno Patricio Burich en un video-testimonio (ver al final), vibrante en detalles significativos, de cómo fue sorprendido en forma “avasalladora” -cita- por un amor que lo noqueó emocionalmente, desbordando su corazón al punto de cambiar sus creencias y reorientar su vida de forma radical.
 
En conversación con Portaluz -donde autorizó a incorporar esos contenidos como fuente de este relato-, Patricio nos puntualizó que fue el año 2006, con apenas 17 años, cuando conoció a quien cambiaría del todo su vida…
 
Era “medio vándalo”
 
Rememora que por entonces disfrutaba bailar reggaetón, llevando los pantalones a mitad de cadera tal como era “la moda” y tres “aritos”, agrega, en la oreja derecha. Haciendo un guiño al estilo narrativo y de humor stand up comedy, confidencia: “Yo era un joven normal. Bueno, ahora también soy normal, pero en ese tiempo… Robaba las chapitas de los autos, era medio vándalo; las regalaba para los cumpleaños y así no tenía que gastar dinero. Era muy bueno para las fiestas... Me gustaba mucho tomar una bebida cola con algo más (se refiere a alcohol), a veces con mucho más e incluso a veces, sin bebida cola”.
 
Los estudios tampoco los tomaba en serio y cuando habitualmente en los exámenes le sorprendían, mirando lo que escribían sus compañeros próximos, para copiarles, solía responder intentando relativizar la importancia del hecho, y con humor.  Pero todo estaba por cambiar.
 
La fe de una madre
 
Patricio no era católico y, aunque le resultaba aburrido en extremo, acudía a misa los domingos sólo porque “mi mamá me llevaba obligado”, recuerda.
 
En uno de esos domingos, a fines de 2006, aburrido como siempre en la misa, se sobresaltó cuando el cura en la prédica exhortó a leer habitualmente la Biblia y para habituarse, que era bueno tenerla cerca, “ojalá en el velador”.  Fue precisamente esta puntualización del sacerdote lo que remeció a Patricio. “¡Guau! -me dije-, qué coincidencia, ¡brígido! (n. del e.: chilenismo, para resaltar que algo se considera impactante). Yo esa misma semana, ordenando mi dormitorio, había encontrado una biblia en el estante -obviamente estaba llena de polvo, nunca la había abierto- y de forma inconsciente la había dejado en mi velador”.
 
La segunda coincidencia
 

Los siguientes días la Sagrada Escritura permaneció en el mismo lugar y una noche en que no lograba conciliar el sueño, Patricio, quien “nunca leía un libro ni para el colegio” tomó desde el velador la Biblia, la abrió y se topó con la frase: “El Señor es mi pastor nada me puede faltar”. Al domingo siguiente cuando escuchó la misma frase al inicio del Salmo Responsorial, coreada por los fieles durante la misa, no pudo evitar sentir que esto era ya demasiada coincidencia y en su mente exclamó… “¡Guau! ¿cómo es esto? Dos coincidencias en dos semanas, ¿qué está pasando acá?”
 
Al finalizar la misa aún algo confuso, mientras el sacerdote invitaba a los jóvenes para que asistiesen a un encuentro el viernes siguiente después de misa, su madre no paraba de insistirle en que participara. “Y yo le respondía: «No mamá, no me voy a quedar. Son puros pernos (n. del e.: chilenismo, para referirse a personas que se considera aburridas), cero mi onda…”. Pero la madre “insistió tanto” que Patricio, a regañadientes, aceptó ir a esa misa y posterior encuentro de viernes, sólo. Como era de esperar se sintió como pez fuera del agua. “No entendí nada de la reunión. Hablaron de Dios y yo no tenía idea de nada”, recuerda.
 
Conversión
 
Dos días después, en la habitual misa del domingo durante la homilía, el sacerdote animó a los fieles a combatir las tentaciones que el demonio puede suscitar para lograr que la persona deje de asistir a misa. Exhortando no sólo a estar alerta y asistir a la Eucaristía dominical, pidió que “para rematarle en la cabeza al demonio” acudieran a misa también otro día de la semana. Para Patricio -que por primera vez había ido a misa el viernes y en este domingo- esas palabras del cura le sonaron dichas sólo para él y entonces lo inesperado ocurrió…
 
“En ese momento -esto siempre me ha costado explicarlo-, yo, experimento a Dios. Me emociono. Y tal como una persona cuando acerca su mano al fuego se quema y experimenta el calor del fuego, yo en mi corazón experimenté un fuego, una alegría, un gozo, un amor que jamás en la vida había experimentado. Y ahí dije: «¡Este eres tú mi Dios, que está ahora en mi corazón!» Esa experiencia a mí me cambió la vida. Yo de repente le decía al Señor: «Oye, cálmate, me vas a matar con tanto amor que siento» ¡Porque es mucho amor! Yo experimenté un amor que no conocía. Ni el amor de los amigos, de los padres; es otro nivel. ¿Cómo tanto amor de Dios por nosotros? ¿Qué hemos hecho para que Dios nos ame de esa manera? ¿Qué hemos hecho?... porque es demasiado. A menudo no lo vemos, pero somos importantes para Dios, somos preciosos a sus ojos y Él nos ama con locura, nos ama con pasión Es un amor que te emociona, que te transforma, que te cambia totalmente la vida”.
 
El pasado 11 de agosto en la catedral Metropolitana del Arzobispado de Santiago de Chile, tras completar la etapa formativa necesaria en el Seminario Pontificio Mayor, Patricio Burich recibía el orden del diaconado y en fecha próxima recibirá -con el auxilio de la gracia del Espíritu Santo- el orden sacerdotal.
 

Patricio Burich relata en video su testimonio





 

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