Las trampas de Satanás

07 de diciembre de 2018

"Con el diablo no se negocia" advierte el sacerdote Gerardo Piñeros al conversar con Portaluz sobre "las estrategias del diablo para dañar las familias".

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Todo presbítero católico, tal como lo enseña el Nr. 1548 del Catecismo de la Iglesia Católica, “en virtud del sacramento del Orden, actúa in persona Christi Capitis (cf LG 10; 28; SC 33; CD 11; PO 2,6)”. Vale decir, ha sido sacramentalmente habilitado para representar a Cristo mismo, cabeza de la Iglesia. De tal forma que las limitaciones de la condición humana o las faltas que cometiere el presbítero, “no impide a Cristo actuar” (CIC 1548) a través de sus sacerdotes.
 
Por ello, obispos y presbíteros son puente predilecto de la gracia de Dios para liberar y sanar. Bien lo sabe el sacerdote diocesano Gerardo Piñeros, párroco de la Iglesia Santa María del Camino en Medellín (Colombia). Aunque no es el exorcista formal de la diócesis, en sus 16 años de ministerio sacerdotal “orando por personas que vienen con alguna dolencia a la parroquia” -señala en entrevista con Portaluz-, ha sido testigo de algunos fenómenos que le llevan a confirmar la doctrina de la Iglesia respecto de la existencia y acción del demonio. “Son cosas que a veces violan las leyes de la física… o ver una niña de 10 años hablando en perfecto latín”, puntualiza.
 
 
Padre Gerardo, usted, con casi dos décadas de ministerio ¿qué tipo de experiencias extraordinarias le han permitido confirmar la existencia y acción de los demonios?
Primero quisiera aclarar que yo, aunque no soy el exorcista de la Diócesis, soy sacerdote y por el poder del ministerio oro por los enfermos, por personas que vienen con alguna dolencia a la parroquia, y que vienen de muchas partes.  Pues en estos 16 años de ministerio he podido ver cosas que son sorprendentes desde el análisis físico; y es ver cosas que a veces violan las leyes de la física, personas que vomitan cosas extrañas por la boca, personas que en el momento de oración y de trance es como si tuvieran una fuerza sobrenatural. Ver una niña de 10 años que hablaba perfecto latín y cosas así de este tipo que, como decía alguna vez un médico: si yo nunca hubiera vivido estas cosas pensaría que no existen.

Hoy en la Iglesia son habituales los encuentros de oración, contextualizados como ‘de sanación y liberación’. Sin embargo no siempre ocurre la conversión en quienes reciben alguna gracia…
Bien, quisiera decir primero que esos espacios son muy importantes, porque allí suceden cosas que tal vez nunca las sabremos, sino en la eternidad; me refiero a personas que no sólo sanaron físicamente, sino que tuvieron una experiencia de Dios, viva. 
Hay gente que por ejemplo van invitadas a esos encuentros, no creen en el diablo y salen de ahí creyendo firmemente que el diablo existe. Eso les ayuda a cambiar de vida. Este es el segundo punto, y a lo que vamos, lo más importante es convertirse. En Medjugorje la Virgen María nos ha dicho que lo más importante es la conversión; de tal forma que estos encuentros -como cuando hacemos oraciones de sanación y liberación-, conducen a una sola cosa: Que la gente le entregue su vida a Dios, que cambien de vida, que se arrepientan, que amen a Dios, que le obedezcan.  Entonces cuando una persona va a un encuentro de estos simplemente por ver cosas raras, o por sentir alguna experiencia -cálida, de alegría, de llanto-, pero eso no transforma su vida, podríamos decir que no le sirvió de nada.
 

Usted en sus prédicas advierte que “con el diablo no se negocia”. ¿A qué se refiere?
A lo que en la Biblia muy claramente el Señor llama pecados que conducen al infierno. Sobre eso sencillamente de verdad no se negocia porque nunca un pecado mortal será bueno; eso no se puede maquillar, no lo podemos justificar, no podemos engañarnos, sino que por el contrario hay que denunciar al diablo. Cuando por ejemplo San Pablo hace una lista de las personas que no heredarán el Reino de los Cielos, hablando de las personas que practican estas cosas y no se arrepienten, pues no podemos maquillar el bollo como se dice vulgarmente, sino que hay que denunciar y así, como tú lo dices, con esas cosas no se negocia.
 
¿Qué tipo de disfraz suele hoy utilizar el diablo, para engañar al hombre?
Dice el Evangelio que el Demonio se disfraza de ángel de luz, es decir de prácticas que aparentemente son espirituales pero que encierran dentro de sí un veneno.  Podríamos decir que en estos últimos tiempos todas las prácticas de la New Age o Nueva Era, que aparentemente son espirituales, que aparentemente dignifican al hombre, diciendo que lo elevan, tienen un veneno muy grande. En realidad, lo separan de Dios Creador y terminan confundiendo creatura con Creador. Con muchas de estas prácticas al hombre se le roba un don del Espíritu Santo que es el don de piedad… Una persona que comienza a hacer ciertas prácticas orientales o de la Nueva Era termina simplemente abandonando la Iglesia, la Confesión, el Rosario, pensando que lo que está haciendo, es más útil de lo que hacía antes.
 
¿Qué trampas está desplegando Satanás para destruir familias?
El primer engaño pienso es que actualmente en muchas partes y en muchas legislaciones se le llama familia a cualquier cosa. Dos hombres que viven juntos, dos mujeres que vivan juntas, incluso en ciertos países a estas parejas se les da prioridad para que adopten hijos incluso antes que a parejas heterosexuales. Entonces hay una confusión sobre lo qué es una familia como lo ha querido Dios: hombre – mujer y lo que es cualquier otro tipo de unión equiparándolas y haciéndolas iguales cuando a los ojos de Dios no es así. Él ha dicho claramente “hombre y mujer los creó”.  Después hay muchos ataques dentro de la misma familia, como es por ejemplo que nos han invadido los medios de comunicación, el internet, los computadores, las tablets, los celulares... Muchas de estas herramientas han dividido la familia, han hecho que ya las personas no coman juntas, que ya no compartan tiempo. A través de estas tecnologías se ha pervertido a muchos niños, a muchos jóvenes, se ha contaminado los hogares con el espíritu del mundo, ya no hay tiempo para orar, y eso definitivamente puede ser una estrategia del diablo para dañar las familias. Como ya lo mencioné en una entrevista anterior con ustedes, el diablo intenta hacernos pensar que Dios no nos ama, que nuestra historia está mal hecha.  Otra trampa es hacernos sentir víctimas y desgraciados de nuestra historia por cosas que nos han sucedido.  Otra trampa es, mediante el miedo al futuro, hacernos dudar del amor de Dios. Siempre el Demonio ataca con cosas irreales, con el pasado, con el futuro, pero al final es un vil mentiroso y por eso no hay que tener diálogos con Él.
 
¿Cómo puede un matrimonio evitar caer en las trampas de los demonios?
Un matrimonio que no ora junto es muy posible que sea susceptible a las trampas del diablo. Nosotros tenemos un dicho que dice: Familia que reza unida, permanece unida, pero eso solamente es un comienzo. No solamente deben orar, deben perseverar, deben frecuentar los sacramentos, deben apoyarse el uno en el otro.  La Biblia dice que la mujer es la ayuda adecuada para el hombre; luego debe haber una comunicación entre los dos, deben ser sinceros y tener un diálogo entre ellos; deben rezar el Santo Rosario, tener una Dirección espiritual, estar muy atentos de no querer imitar modelos del mundo que nos pintan la felicidad, en bienes económicos, en un auto o en un cierto tipo de sexualidad que al final son mentiras.
 
¿Qué consejo puede dar a los padres, para fomentar el amor a Dios en los adolescentes?
Cuando un joven no tiene fe o no ha recibido la fe en su hogar es muy difícil que entre en una universidad y resista ese embate del mundo, la mentalidad atea y antirreligiosa. Pero muchos de nuestros ateos realmente lo que están es peleados con Dios y tienen una rebeldía porque no aceptan algo de su historia, algo que les pasó. Es como si dijeran ¿dónde estaba Dios cuando me pasó esto?  En muchos casos son los golpes de la vida los que los vuelven a traer a Dios, a buscar la oración y a comprender que si existen en el mundo injusticias no es porque Dios así lo quiera, sino por responsabilidad del mismo hombre que no ha utilizado bien su libertad.
 

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