En "el milagro de Cristo presente en la eucaristía" encontró las respuestas que buscó por años

29 de marzo de 2019

Apagó la computadora y entonces, a solas en su habitación, una certeza surgió arrolladora desde el silencio de su alma: Dios.

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Creció en los suburbios de Toronto y sólo guarda recuerdos felices de la infancia junto a sus padres, hermana y un gato. “Tuve una educación idílica y despreocupada en un hogar que cariñosamente describo como cristiano sin Cristo", relata en un video - testimonio (ver al final) el canadiense Keith Albert Little.
 
Le inculcaron algunas normas morales de inspiración cristiana; como el tratar a los demás -puntualiza- “de la misma forma” que esperamos ser tratados por ellos. Pero no había experiencia de Dios, ni formación religiosa en su familia. “Simplemente no sabíamos mucho acerca de Jesús”, señala.
 
La frase trascendente de un “wiccano”
 
Alguna que otra vez fueron a una Iglesia protestante y poco más. Eso, hasta que en el lugar menos cristiano y tras conocer a un personaje vinculado al ocultismo, finalmente “conocí a Cristo”, testimonia.
 
Se encontraba en una fogata con otros adolescentes como él y entre ellos había un chico, que decían era “wiccano”(adepto a la magia, la brujería, el ocultismo), relata Keith…  “El niño wiccano, un par de años mayor que el resto de nosotros, amigo de un amigo, se destacó de inmediato con su pelo largo y su guardarropa terroso. Al instante me sentí atraído por la forma en que hablaba, el contenido de su discurso. En un momento de la noche, dijo: «¿Sabían que todo está conectado y que la vida es más que sólo nosotros?»
 
Su primera oración
 
A los oídos de un joven de quince años sin iglesia y en nada religioso esa frase sonó como “alta filosofía” y no pudo dejar de pensar en ello, recuerda Keith. Abrirse a la realidad de un algo más que sólo nosotros, probablemente un poder mayor, lo cautivó. “Recuerdo que esa noche corrí a casa, encendí mi computadora y traté desesperadamente de encontrar algo, cualquier cosa, en Internet sobre los wiccanos. En aquellos días antes de Google, la búsqueda fue infructuosa. Todo lo que encontré contradecía todo lo demás, y nada parecía sencillo”.

Apagó la computadora y entonces, a solas en su habitación, una certeza surgió arrolladora desde el silencio de su alma: Dios. Había oído hablar de Él, por supuesto, en la iglesia, pero no tenía ni idea -recuerda- de cómo buscarle; y en este apasionado momento que vivía verbalizó por primera vez en su vida una oración espontánea… “Le dije: «Dios, si estás ahí y puedes aceptarme, envíame una señal». Increíblemente, por razones que todavía no entiendo, sabía que si Dios fuera real, si Él estuviera ahí fuera, tendría que acercarme a Él con santo temor. Aunque no sabía nada acerca del pecado - el concepto era extraño para mí en ese momento - sabía que no era exactamente ‘digno’ de Dios y que necesitaba una medida de perdón. No pasó mucho tiempo antes de que recibiera mi respuesta”.
 
La misericordia de Dios lo libra del merecido castigo
 
Su signo lo descubriría esa misma semana. Caminando a casa con un amigo doblaron en una esquina y se encontraron cara a cara con un chico al que habían molestado años antes. Pero aquel niño que habían victimizado ahora era adulto y mucho más alto que ellos. El acompañante de Keith huyó en un par de segundos y allí quedo él, sólo en la calle con este chico que, estaba claro, le daría una golpiza. “Cuando él levantó su puño y dijo: ¿Adónde crees que vas? Aterrado grité: ¡Allí!, señalando una casa a una cuadra. En ese mismo momento, por casualidad, una mujer corrió la cortina de una ventana y nos miró. Aquel niño supo al instante que había una testigo, entró en pánico y huyó. Corrí a casa, seguro de haber sido salvado por la mujer de la ventana y por la gracia de Dios”.
 
 
Para Keith (en imagen de arriba con su hijo) lo ocurrido fue un signo a través del cual se había manifestado Dios. No tenía dudas de su responsabilidad moral “y castigo que merecía” por haber hecho bullying alguna vez a ese niño. En cambio, “Dios me había enviado la señal que yo había pedido, una señal que claramente me salvó del castigo que me correspondía”. Emocionado al sentir esta misericordia “ofreció”, recuerda, su vida a Cristo, “aunque no tenía la menor idea de lo que eso significaba”.
 
¡De día y de noche te busco Señor Jesús!
 
En los primeros meses quería mostrar a todos el tesoro descubierto usando habitualmente una polera y un brazalete con las típicas iniciales WWJD (What would Jesus do?). También compró una biblia y empezó a leerla con pasión desde el Génesis. Llegado al Libro “Números” se fue la pasión y dejó la lectura. Poco después al iniciar la universidad se unió a una comunidad de jóvenes protestantes donde conoció a quien sería años después su esposa, Mary.
 
“Mirando hacia atrás, puedo trazar una línea algo recta desde mi primer encuentro con Cristo hasta mi carrera, con los brazos abiertos, hacia el abrazo de la Iglesia Católica. Pero en ese momento, no estaba tan claro”.
 
La paz para su larga búsqueda llegó a través de los testimonios de diversos conversos. El primero que le impactó fue G.K. Chesterton al decir que cuando una persona decide conocer las enseñanzas de la Iglesia “de una manera justa, honesta y abierta, inevitablemente termina en conversión. No puedes evitar convertirte en católico”. Luego vinieron Scott Hahn, Steve Ray y Thomas Howard, así como la teología introductoria de Frank Sheed. Keith hasta entonces no tenía idea de lo que los católicos realmente creían, y escucharlo de estos testigos, señala, … “me hizo sentir como si estuviera respirando un gran bocado de aire después de darme cuenta de que había estado conteniendo la respiración. Lo que estaba leyendo me abrió los ojos”.
 
Por fin en casa
 
EL sacerdocio, los santos, la Virgen, la unidad en obediencia al Papa. Todo fue adquiriendo sentido y tocando el corazón de Keith. Esta era la Iglesia querida por el Jesucristo. “Una Iglesia que trazó una línea recta desde los primeros Apóstoles hasta los obispos de hoy, afirmando una relación autorizada con las mismas palabras de Cristo, que dijo: «De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra será atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra será desatado en el cielo» (Mateo 18:18)”.

Pero fue comprender y creer en “el milagro de Cristo presente en la eucaristía”, lo que enamoró el alma de Keith y lo afincó en la fe católica. “Cada vez que el sacerdote celebra la Santa Eucaristía nos vincula místicamente a la Última Cena…” y por ello entonces, agrega, es que “cantamos y rezamos en presencia de coros de ángeles”.
 
La esposa de Keith pidió ser recibida en la Iglesia Católica un año después que él recibiera su Primera Comunión.




 

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