auxiliadora

Ser devoto de la Santísima Virgen María era para Edwin Bravo una idolatría

19 de abril de 2019

Hoy afirma en Portaluz: "La Virgen salvó mi vida, pero lo más importante me ayudó a ir liberando mi alma que estaba esclavizada".

Compartir en:



Muchas experiencias de fe y amor a la Virgen suelen surgir ante situaciones de necesidad, acudiendo a ella como mediadora para lograr la ayuda de Dios. En la vereda opuesta a esta intervención benéfica de la Madre de Jesucristo se encuentra la brujería, que sigue siendo tan vigente hoy como hace siglos en su acción maligna. Realidad que comprobaron Edwin Bravo Sánchez y su familia, al no estar revestidos “de las armas de Dios”, como enseña san Pablo en su carta a los Efesios.
 
Tenía 15 años y recuerda bien aquel período de la vida familiar pues “una vecina por discrepancias con mi mamá empezó a hacernos brujería”. No dudaron dice Edwin en creer que estaban bajo un ataque maligno invocado por esa mujer, porque en un santiamén “echaron a mi papá del trabajo, todos nos enfermamos y perdimos los bienes que teníamos”, relata a Portaluz.

Vivir “como un animalito”
 

La familia se mudó entonces a un barrio más humilde, en el municipio de Itagüi (Colombia), vecino a Medellín, donde sus padres se reencontrarían con la fe, tras aceptar participar en la celebración de Pentecostés. Fue la madre de Edwin quien comenzó a liderar esta renovación familiar, rezando a diario el rosario con su esposo. Pero Edwin (imagen adjunta) estaba “alejado de Dios”. Al punto que era capaz de violentarse y “responder con rabia” cuando su padre lo invitaba a rezar con ellos el rosario.
 
“Yo me levantaba sin hacerle la oración al Señor, me acostaba sin hacerle la oración al Señor, como un animalito. No me confesaba y decía: ¿por qué confesaría mis pecados a un cura que también es pecador? Tampoco quería a la Santísima Virgen María y argumentaba que rezarle a ella era idolatría”
 
Así continuó la vida hasta sus 26 años cuando, al decidir casarse, aceptaron recibir el sacramento del matrimonio con su novia “más por una tradición” y no por fe, comenta. Nació luego su hija y eran una familia “alejadita del Señor”, recuerda Edwin.

La belleza de los carismas
 
Trabajaba como chófer de taxi y tras un tiempo en ello -iniciando enero del año 2006- el dueño del vehículo lo invitó a pasar unos días de vacaciones en Cartagena. El día previo a la partida fue con su esposa a despedirse de sus padres y a los pocos minutos de estar allí comenzaron a llegar otras personas. ¡Eran el grupo de oración en que participaba su madre e iban a rezar el rosario! Algo incómodo aceptó cuando una de las mujeres le ofreció rezar para que su viaje fuera benéfico. No podía imaginar Edwin, ni tampoco su esposa, que estaban a punto de ser testigos de lo afirmado por el Evangelista Marcos: “Estas son las señales que acompañarán a los que crean, en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas…” – Mc 16,17.
 
“Había personas de edad, jóvenes, de todas las edades; y cuando empezaron a orar era como si estuvieran borrachas. Confundido sin saber qué era eso, yo por dentro pensaba que mi mamá terminaría en Bello, pues aquí en Medellín a los que están locos se los llevan para el municipio de Bello” recuerda Edwin. Para mayor impacto al finalizar aquel momento de oración carismática del Rosario una de las mujeres se le acercó… “Me dijo que el Señor me quería mucho, pero que Él estaba muy triste porque yo no le amaba a la Mamá”, confidencia.

Culto de hiperdulía

Sus ideas agnósticas, “de un Dios abstracto”, comenzaron a desmoronarse desde ese momento y nuevas experiencias tendría al regresar de Cartagena. Ocurrió que habiéndose perdido por las calles de Medellín se topó con una librería católica cuyo iluminado local lo atrajo para ingresar. De igual modo se prendó de un librito - “Pequeño Catecismo Mariano. Por si la quieres amar más”- que compró. Su lectura despejó las dudas de Edwin sobre la Madre de Dios y el debido culto de hiperdulía, con que sus hijos devotos la veneran, confiándose a su mediación y protección.


“Terminé de leer ese libro y al otro día fui a por otro que se llama María Auxiliadora y San Juan Bosco…” Cada noche leía un capítulo y al paso de las enseñanzas “la gracia de Dios” fue obrando en él. El libro, señala Edwin, “hablaba de la confesión” y comenzó entonces a confesarse regularmente. También “enseñaba sobre la Santa Misa” y desde ese año 2006 hasta ahora, acude “casi todos los días” a Misa. También gracias al libro, dice, comenzaron a rezar con su esposa el Santo Rosario todos los días.

La Virgen, madre protectora

Desde aquellos primeros días de conversión Edwin y su esposa comenzaron a confiarse a la protección de la Virgen María en la advocación de María Auxiliadora. En muchas situaciones cotidianas ven la dulzura de la Madre de Dios y destaca Edwin su mediación que le salvó cuando en el trabajo cayó sobre su ojo izquierdo soda cáustica y en urgencias el cirujano oftalmólogo calificó de “milagro”, dice, que no hubiere perdido la vista. De la misma forma, Edwin afirma que la Virgen intervino y medió para que Dios lo salvase de morir tras ser apuñalado a mansalva por un joven delincuente en la vía pública. “Me enterró un cuchillo de 21 centímetros en la columna vertebral y en la clínica León XII de Medellín el cirujano, sorprendido al verme caminar, me decía: «¡Usted debería estar inválido!» Ante lo cual solo atiné a responderle: «Para la ciencia, para lo que usted estudió, sí, pero para el Señor y la Santísima Virgen María no»”.

Al día siguiente le dieron el alta y lo primero que hizo Edwin fue visitar el Santuario de María Auxiliadora para agradecerle sus cuidados y confesarse. Hoy, vinculado a los Cooperadores Salesianos siempre que es ocasión de hacerlo testimonia: “La Virgen salvó mi vida, pero lo más importante  me ayudó a ir liberando mi alma que estaba esclavizada”.
 

Compartir en:

Portaluz te recomienda