Era un barra brava y consumidor de drogas buscando venganza. San Francisco le conquistó para Cristo

10 de mayo de 2019

Desde el Noviciado Franciscano San Luis Obispo de Tolosa donde nos ha recibido, David invita a los jóvenes que pudieren estar leyendo este testimonio a que tengan la valentía de buscar a Dios, conocerlo…

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La infancia de David Martínez Pavón estuvo signada en Cúcuta (Colombia) por la permanente ausencia del padre, vacío que se esforzó por compensar su madre: “Nunca se dejó abatir por las dificultades, nunca se rindió y siguió luchando y orando para sacar a sus hijos adelante”, cuenta agradecido a Portaluz
 
 Cursando el sexto grado, recuerda, sintió una caricia de Dios Padre cuando aquellos sacerdotes llegaron a su colegio: “Entraron por los salones haciendo una invitación y cuando llegaron a mi clase supe que era para ir a una convivencia en un seminario”.
 
Perdiendo la inocencia
 
Séptimo y octavo grado los cursó en el Seminario Menor de los Legionarios de Cristo y David los atesora como inolvidables… “Fue una experiencia muy hermosa, una vida de inocencia total en la niñez y al ir entrando en la adolescencia”.  Pero aquello cambió cuando regresó a su barrio y frecuentaba amistades con otros intereses que fue asimilando. Temía resistirse David pues lo acusaban “de ser un aguafiestas” y empezó entonces a comportarse “como ellos”, recuerda.
 
En los años de juventud, carente de referentes para consolidar una identidad propia, hizo lo que muchos jóvenes de escasos recursos, creyendo encontrar un sentido al unirse a una barra brava de fútbol, la del Nacional de Medellín.  Su vida tendría un vuelco dramático, según él mismo relata: “Uno se va metiendo y en este mundo de fiestas, de música se mueven las drogas. Yo también las probé y mi vida tuvo que ver con ellas, no puedo negarlo. Lo más trágico que viví en este tiempo fue que muchos amigos míos murieron a consecuencia de la violencia en el barrio y la gran mayoría por la violencia entre las barras, el portar una camiseta, por defender un equipo”, recuerda David y muestra su pesar.
 
“El demonio trabaja para Dios”
 
Hoy, inspirado por el Santo de Asís, siguiendo las huellas de Cristo, tiene una certeza espiritual que le mueve a dar un reconocimiento público en estas líneas a su madre, quien oró y suplicó a Dios por él. “Yo no le encontraba sentido a mi vida, tuve un momento en el que estuve hospitalizado a causa de las peleas entre barras y quería salir a cobrar venganza a la persona que me hizo daño”.  Su familia trataba de persuadirlo alertando del peligro que enfrentaba cada día: «¿Por qué no buscas a Dios?», le pedía su hermana desesperada. David, ciego, solo quería seguir con su vida tal cual “y disfrutar”, puntualiza.
 
Pero “el demonio trabaja para Dios” -comenta el joven seminarista franciscano- pues a pesar de sus pobrezas Dios sería compasivo con él. Ese momento, agrega, lo vivió en un retiro al que asistió a instancias de su hermana, donde logró tomar conciencia de su vida y como nunca antes, confesó al sacerdote sus pecados. Emotivo, David refiere que mientras recibía la absolución escuchó en su interior la voz de Dios diciéndole: «Hijito, cuánto he esperado este momento».
 
Solo Dios puede llenar el corazón humano
 
Poco le importó el reproche de sus amigos de parranda y los del círculo vinculado a barra brava. Cortó vínculos e inició un proceso que acompañaron un sacerdote Legionario primero y luego un Franciscano.
 
 
El 23 de octubre de 2016, día de Santa Laura Montoya -señala David- luego de confesarse, experimentó la gracia de comprender que era llamado a discernir la entrega total de su vida a Dios en la Orden de los Frailes Menores. Desde el Noviciado Franciscano San Luis Obispo de Tolosa donde nos ha recibido, David invita a los jóvenes que pudieren estar leyendo este testimonio a que tengan la valentía de buscar a Dios, conocerlo…
 
“¿Por qué se aferran a la imagen de un dios que no existe, aburrido, castigador, que te exige algo o que te acusa? Ese no es Dios. Cuando cambiamos la imagen de Dios en nuestras vidas empezamos a tener una experiencia de fe renovada… Para agradar a Dios, lo que necesitas es cambiar esos comportamientos, acercarte a confesión y tendrás otra experiencia de fe… Dios actúa en lo cotidiano, en lo sencillo, en tu vida, a través de una persona, a través de algo que lees, a través de algo que ves en una página católica. Dios actúa de manera sencilla en tu vida, al levantarte, al ver el sol, al ver el día en el que amaneces, al ver que tienes trabajo, que tienes familia, al ponerte la mano en el corazón y saber que tu corazón palpita, que tienes salud, esa es la acción de Dios en tu vida, cosas sencillas… Nuestro corazón ha sido creado por Dios y nada del mundo puede llenar nuestro corazón, sólo Dios lo puede hacer”.

 

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