La Virgen de Chiquinquirá salvó la vocación sacerdotal de fray Carlos Alzate, actual rector de su Santuario

05 de julio de 2019

Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá sorprende además pues su imagen ha recibido a lo largo de los años cuatro iluminaciones milagrosas -sin intervención humana o que se pueda explicar por causas naturales- que le devolvieron todo el brillo y esplendor original.

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Jamás habría imaginado en su juventud el dominico Carlos Mario Alzate Montes que acabaría sirviendo como rector del Santuario Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá y en el centenario de su coronación (1919-2019).  Ella, la patrona de Colombia, que escuchó su oración cuando las dudas y el temor ponían en riesgo la decisión de ser sacerdote.
 
Fray Carlos cuenta a Portaluz que ingresó “muy joven”, en 1978, a la Orden de Predicadores, los dominicos. Luego se abocaría a los estudios de una teología de corte “bastante crítico”, siendo “influenciado” -dice- por esa “lectura bastante racionalista, bastante escéptica digamos, del hecho religioso, del milagro, del sacramento”, al punto que entró “en una crisis profunda”. Lo enviaron entonces por dos años a Catambo, un lugar de misión, donde redescubrió su vocación de dominico, sirviendo a los pobres.
 
A Chiquinquirá se llega por el camino de la humildad
 


La experiencia estaba siendo para él “una bendición”, cuando de forma inesperada y en vísperas de iniciar el año 1986, le informaron que lo trasladarían a Chiquinquirá. Reconoce que no estuvo feliz con la noticia, aunque le argumentaron que su traslado se debía a la necesidad de apoyar al equipo que prepararía la visita del Papa Juan Pablo II al lugar para septiembre de 1986…
 
“Llegué con un cierto malestar, cierta indisposición pues pensaba que era un convento viejo, que los padres eran muy mayores y lo único que se hacía en Chiquinquirá sería sentarse a confesar horas y horas” recuerda este dominico. Las primeras semanas pulsaba por regresar al fuero íntimo de este fraile, aquel espíritu crítico y racionalista de cuando recién había finalizado los estudios de teología. Así entonces, el Santuario le parecía “aburrido, anticuado, una piedad popular ligada demasiado a elementos de ignorancia”, confidencia.
 
Llegado el momento de aquella memorable visita apostólica -rememora fray Carlos- la “ternura y profundidad” del mensaje dado por el santo Papa Juan Pablo II en Chiquinquirá, honrando a la Santísima Virgen María y valorando la devoción que el pueblo allí le expresa (pulse para leer la homilía), “cautivaron” su alma.
 



La Madre siempre acude al llamado de sus hijos
 
Sin embargo, cuando ya hubieron pasado algunos meses de aquellos eventos y a medida que se aproximaba el momento de su ordenación sacerdotal, este hermano dominico comenzó a experimentar temores y dudas sobre si su camino de vida era o no el sacerdocio. En medio de esta evidente crisis vocacional, humilde, se postró ante la centenaria imagen de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, implorando ayuda a la Santísima Virgen María.
 
“Yo le dije: «Te entrego esto, tu verás… me gusta la orden, pero no sé, no sé cómo voy a ser sacerdote, tengo incertidumbre, tengo dudas». Le pedí a la Virgen que ella me ayudase a tomar la decisión, puse en sus manos este proyecto”.
 
Pocos días después, a comienzos de 1987, Fray Carlos Mario Alzate Montes decidió pedir la ordenación sacerdotal, sacramento que recibió de manos de Monseñor Leonardo Gómez el 27 de noviembre de ese mismo año, en Chiquinquirá.
  
El tiempo no puede deteriorar el esplendor de la obra
 

El padre Carlos no olvida que en esa ocasión le expresó a la Virgen de Chiquinquirá su anhelo de estar presente en el centenario de su coronación para agradecerle por su mediación y protección. Jamás pensó que lo haría como rector del Santuario y también está feliz de dar testimonio en Portaluz de su experiencia personal y asimismo de aquellos ricos contenidos para el bien de los creyentes que fluyen desde la centenaria imagen que se conserva en el Santuario…
 
El material de la pintura con el cual fue confeccionado el cuadro dice fray Carlos, es similar al de la Virgen de Guadalupe: “Fue pintado en Tunja… un material, una manta indígena, de una calidad absolutamente primitiva y con jugo de frutas pues no había pintura, no había óleo”.
 
Por ello sorprende -prosigue el sacerdote- que la imagen al paso de los años, de las inclemencias climáticas y otros hechos accidentales que podrían haberla deteriorado, no ha perdido su esplendor. “Estuvo todo el tiempo al descubierto y la gente le tocaba con la mano, con pañuelos; le ponían velas muy cerca de tal manera que es realmente un prodigio que en 450 años el cuadro no se haya echado a perder. El vidrio protector es solo de hace 90 años”, destaca.
 
La catequesis mariana del cuadro
 
El autor de esta pintura tan venerada, Alonso de Narváez, no era un artista de renombre, pero si un hombre con los conocimientos y sensibilidad necesarias para plasmar la fe de la Iglesia en la obra: “El cuadro corresponde a toda una catequesis mariana que empezó a ser muy popular a partir del Concilio de Trento, afirmando la naturaleza de María sobre la medialuna, es decir su carácter espiritual de ser Madre de Dios, pero también su humanidad, palpable en el pelo blanco, en la cara y en la forma como tiene cargado al niño”, precisa padre Carlos.
 
Además, prosigue el sacerdote, la presencia de dos santos -San Antonio a la izquierda y San Andrés a la derecha- no es fortuita, sino lo habitual en obras de aquella época. El culto a san Antonio estaba bien enraizado por entonces.
 
Con evidente celo pastoral y fervor fray Carlos prosigue describiendo la riqueza espiritual que contiene el cuadro… “El niño sobre el libro en la imagen de San Antonio, un niño desnudo, sin duda alguna refiere toda la teología Franciscana sobre la pobreza y la humanidad de Cristo; el pajarito que tiene el niño con un corderito -que casi no se ve- es el alma del creyente que confía en la intercesión de María… pues el pajarito está muy cerca del pecho de la Virgen. Es Jesucristo quien libera el alma humana, que lo salva, pero con la presencia de su Santísima Madre. Luego está San Andrés con la cruz, abrazado a ella y con el libro en la mano. San Andrés es el primer Apóstol que lleva a Pedro a conocer a Jesús, y la cruz pues obviamente evoca el martirio que tuvieron los Apóstoles por ser testigos fieles de la resurrección. El color del manto, las estrellas, la corona, el pelo que cubre el rostro de la Virgen, como un velo muy sutil… el conjunto es muy armonioso y sin alguna duda contiene una gran catequesis mariana y teológica”.
 
El milagro de la “iluminación” del cuadro
 
Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá -señala padre Carlos- sorprende además pues su imagen ha recibido a lo largo de los años cuatro iluminaciones milagrosas -sin intervención humana o que se pueda explicar por causas naturales- que le devolvieron todo el brillo y esplendor original.
 
“Yo creo que el milagro es que el cuadro se haya restablecido a su imagen primitiva; y no tuvo una, sino al menos cuatro iluminaciones hasta nuestros días”.  La primera de ellas fue en 1586, “cuando pareció que se incendiaba, lo vieron Isabel que era una indígena, su hijo Miguelito que era indígena también y María Ramos. Llaman ellos a otros vecinos y todos contemplan el milagro.  En julio del año siguiente el milagro vuelve a presentarse de una manera mucho más espectacular; con el Templo cerrado, la gente que estaba en la placita al frente ve un resplandor y pensando que el templo se estaba incendiando al mirar por las rendijas vieron el cuadro completamente cubierto por una nube. Más adelante, el 5 de enero del año 1589, en la víspera de Reyes, vuelve a producirse el milagro en presencia de varios sacerdotes. Finalmente, el 17 de marzo del año 1999, es decir hace 20 años, después de la misa de 6 de la mañana dos sacerdotes y otros 23 fieles vieron durante media hora la iluminación y la forma de la Virgen como que prácticamente salía del cuadro y se proyectaba hacia delante” testimonia el padre Carlos. 
 
La fe salva y sana
 

A estas acciones sobrenaturales se deben agregar las numerosas curaciones milagrosas que han quedado registradas en la notaría parroquial agrega el sacerdote: “Distintos tipos de milagros, de enfermedades incurables, embarazos imposibles, parejas que no podían concebir, diagnósticos negativos sobre enfermedades terminales que desaparecen inexplicablemente, entre muchas” refiere.
 
Por todo lo descrito es que los colombianos anhelaban coronar a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá como patrona y reina de Colombia. Finalmente, el Papa Pío X autorizó en 1909 la coronación canónica de la Virgen. Pero pasaron 10 años antes de hacerla efectiva el 9 de julio de 1919. Coronación cuya celebración de centenario este 2019 anhelan sea una ocasión de gracia para consolidar la paz y bienestar en toda Colombia.
 
 

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