Papa Francisco reflexiona sobre la eutanasia ante una comunidad de médicos oncólogos y pacientes

02 de septiembre de 2019

En su intervención el Pontífice invitó a "crear una cultura y unas prácticas más atentas al valor de cada persona".

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“Que Jesús inspire a todos a estar cerca de los que sufren, sobre todo de los pequeños, y a poner en primer lugar a los débiles, para que crezca una sociedad más humana y unas relaciones basadas en la gratuidad, más que en la oportunidad”, lo dijo el Papa Francisco a los miembros de la Asociación Italiana de Oncología Médica (AIOM) y a pacientes oncológicos, a quienes recibió en audiencia la mañana de este lunes, 2 de septiembre de 2019, en la Sala Clementina del Vaticano.
 
En su reflexión, el Santo Padre Francisco destacó:
 
“El Congreso Nacional, que celebrarán dentro de unas semanas, estará dedicado a la atención de cada paciente, a la "mejor atención para cada paciente", según las características biológicas y clínicas de cada uno. Así es como la oncología de precisión que ustedes promueven se convierte también en una oncología de la misericordia, porque el esfuerzo por personalizar el tratamiento revela una atención no sólo a la enfermedad, sino al paciente y sus características, a la forma en que reacciona a los medicamentos, a la información que le resulta más dolorosa, a los sufrimientos. Una oncología de este tipo va más allá de la aplicación de protocolos y revela el uso de una tecnología que está al servicio de las personas.
La tecnología no está al servicio del hombre cuando lo reduce a una sola cosa, cuando distingue entre los que todavía merecen ser tratados y los que no, porque se les considera sólo una carga, y a veces -de hecho- una laguna. La práctica de la eutanasia, que ya se ha legalizado en varios países, sólo aparentemente pretende promover la libertad personal; en realidad, se basa en una visión utilitarista de la persona, que la considera inútil o una carga, si desde el punto de vista médico no tiene esperanzas de mejora o ya no puede evitar el dolor. Por el contrario, el compromiso de acompañar al enfermo y a sus seres queridos en todas las etapas del proceso, tratando de aliviar su sufrimiento a través de cuidados paliativos, u ofreciendo un ambiente familiar en el creciente número de hospicios, contribuye a crear una cultura y unas prácticas más atentas al valor de cada persona. Nunca se desanimen por la incomprensión que puedan encontrar, o por la insistente propuesta de caminos más radicales y apresurados. Si elegís la muerte, los problemas están en cierto modo resueltos; pero ¡cuánta amargura hay detrás de este razonamiento, y qué rechazo de la esperanza implica elegir renunciar a todo y romper todos los lazos! A veces, estamos en una especie de caja de Pandora: todas las cosas se saben, todo se explica, todo se resuelve, pero sólo una ha quedado oculta: la esperanza. Y tenemos que ir en su búsqueda. Cómo traducir la esperanza, o mejor dicho, cómo darla en los casos más extremos”.




 
 
 

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