¡Ateos y anticlericales reconocen milagro ocurrido en Fátima!

14 de octubre de 2019

Quienes se mofaban de los históricos sucesos narrados por los tres pastorcitos videntes, son testigos oculares que describen con detalle su extraordinaria experiencia.

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La veracidad de las apariciones de Nuestra Señora del Rosario de Fátima a las niñas Jacinta Marto, Lucía dos Santos y el niño Francisco Marto, comenzaron a ser consideradas verídicas, en particular cuando el 13 octubre de 1917 algunos medios de comunicación presentes en el lugar, constataron el llamado “milagro del sol”.
 
Desde que revelaron sus visiones los pastorcitos padecían tal nivel de presión y agresividad de los escépticos, incluso de algunos familiares, que ya en la tercera aparición Lucía dijo a la “Señora”: «Quería pedirle que nos dijera quién es, y que haga un milagro para que todos crean que usted se nos aparece». La respuesta de la Señora que decía venir “del cielo”, fue explícita: «Continúen viniendo aquí todos los meses. En octubre diré quién soy, qué quiero y haré un milagro que todos podrán ver, para creer».
 
 La víspera del 13 octubre, cuando ya habían transcurrido cinco apariciones, miles de personas comenzaron a reunirse en los alrededores de Cova da Iría, incluso varios periodistas venidos de Lisboa, para constatar lo que esperaban sería una farsa. Entre ellos Avelino Almeida, anticlerical y no católico, del laicista diario republicano O Sèculo, quien ya había publicado sobre los sucesos previos calificándolos como falsos, un invento de los curas.
 
La insoslayable verdad
 
El día 15 de octubre el solo título de la nota testimonial publicada por Almeida atraería el interés incluso de los no católicos: "¡Cosas espantosas! ¡Cómo el sol bailó al medio día en Fátima!".

A continuación, ofrecemos un extracto de la publicación de Ó Seculo:
 
Cerca de la hora señalada … quizás media hora antes de la señalada como la hora de la aparición llegan los niños. Llevan a las niñas, coronadas con flores, al lugar donde se alza un pórtico. La lluvia cae incesantemente, pero nadie se desespera. Grupos de frailes se arrodillaban en el barro y Lucía les pedía que cerraran los paraguas. La orden es transmitida, se obedece con prontitud, sin la menor resistencia. Hay gente, mucha gente, como en éxtasis; gente conmovida, en cuyos labios secos se ha paralizado la oración; gente asombrada, con las manos extendidas y los ojos burbujeantes; gente que parece sentir, tocar lo sobrenatural...  En pleno mediodía, desde lo alto de la carretera se ve a la inmensa multitud volverse hacia el sol, que está limpio de nubes. El astro se asemeja a un disco de plata pálida y se le puede contemplar cara a cara sin ninguna molestia. Pudo haber sido un eclipse. Pero en ese mismo momento se elevó un colosal clamor y oímos que los espectadores más próximos a nosotros exclamaban: ‘¡Milagro! ¡Milagro!’ Ante el asombro reflejado en los ojos de este pueblo, cuya actitud nos traslada a los tiempos bíblicos y que, presa de espanto, descubierta la cabeza, mira hacia el cielo azul; el sol ha temblado, ha realizado unos movimientos bruscos nunca vistos, fuera de todas las leyes cósmicas; el sol ‘ha danzado’, según la expresión típica de los campesinos. Había un viejecito parado en las escaleras de un ómnibus con su rostro volteado hacía el sol que recitaba el Credo en alta voz. Pregunté quién era y me dijeron que era el señor Joao da Cunha Vasconcelos. Lo vi después dirigiéndose a los que estaban a su alrededor con sus sombreros puestos y les imploró vehementemente que se descubrieran sus cabezas ante tan extraordinario milagro. Se preguntaban unos a otros lo que habían visto. La gran mayoría dijo haber visto el sol danzando y temblando … Otros juraron que vieron el sol girar como una rueda acercándose a la tierra como si fuera a quemarla con sus rayos. Algunos dijeron haber visto cambios de colores sucesivamente”.
 
Ó Seculo. Avelino Almeida. 15 de octubre
 
Muchos otros periódicos regionales y nacionales de Portugal informaron sobre el “milagro del sol”. Entre ellos los periódicos O Mensageiro (18, 19, 20 y 25 de octubre), O Século Cómico (22 de octubre), Ilustração Portuguesa (29 de octubre), por nombrar algunos y copia en imagen de sus publicaciones puede verse aquí:
 
 
El otro milagro que solo vieron los pastorcitos
 
Pero el Milagro del Sol, presenciado por más de cuarenta mil personas, corroborado por periodistas y que respaldaría el testimonio de los pastorcitos, no fue el único de ese día 13 de octubre.
 
Dios tenía reservada una sorpresa visible sólo a los ojos de los niños y así lo relata en sus Memorias la propia vidente Sor Lucía:
 
“Salimos de casa bastante temprano, contando con las demoras del camino. El pueblo estaba en masa. Caía una lluvia torrencial. Mi madre, temiendo que fuese el último día de mi vida, con el corazón partido por la incertidumbre de lo que iba a suceder, quiso acompañarme. Por el camino se sucedían las escenas del mes pasado, más numerosas y conmovedoras. Ni el barro de los caminos impedía a esa gente arrodillarse en la actitud más humilde y suplicante. Llegados a Cova da Iria, junto a la carrasca, transportada por un movimiento interior, pedí al pueblo que cerrase los paraguas para rezar el Rosario. Poco después, vimos el reflejo de la luz y, seguidamente, a Nuestra Señora sobre la encina.

– ¿Quiere algo de mí? (preguntó Lucía)
– Quiero decirte que hagan aquí una capilla en mi honor, que soy la Señora del Rosario, que continúen siempre rezando el Rosario todos los días. La guerra acabará y los militares volverán en breve a sus casas.
– Yo tenía muchas cosas para pedirle: si curaba a unos enfermos y si convertía a unos pecadores, etc.
– A unos sí, a otros no. Es necesario que se enmienden, que pidan perdón por sus pecados.
Y tomando un aspecto más triste (continuó diciendo)
– ¡No ofendan más a Nuestro Señor que ya está muy ofendido! (Si el pueblo se enmienda, acabará la guerra y, si no se enmienda, acabará el mundo).
– ¿Quiere alguna cosa más de mí?
– Ya nada más.
 
Y, abriendo sus manos, las hizo reflejarse en el sol. Y, mientras se elevaba, continuaba el reflejo de su propia luz proyectándose en el sol. He aquí, Exmo. Señor Obispo, el motivo por el cual exclamé que mirasen al sol. Mi fin no era llamar la atención de la gente hacia él, pues ni siquiera me daba cuenta de su presencia. Lo hice sólo llevada por un movimiento interior que me impulsaba a ello. Desaparecida Nuestra Señora en la inmensa lejanía del firmamento, vimos al lado del sol a S. José con el Niño y a Nuestra Señora vestida de blanco, con un manto azul. S. José con el Niño parecían bendecir al Mundo, con unos gestos que hacían con la mano en forma de cruz. Poco después desvanecida esta aparición, vimos a Nuestro Señor y a Nuestra Señora, que me daba idea de ser Nuestra Señora de los Dolores. Nuestro Señor parecía bendecir el Mundo de la misma forma que S. José. Al desvanecerse esta aparición me pareció ver todavía a Nuestra Señora en forma parecida a Nuestra Señora del Carmen.”
 

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