Mirtha Cáceres y su hijo Gabriel Villalba

Sanando almas en las cárceles mediante el rezo del rosario… y el rugby

14 de octubre de 2019

"Como madres tenemos que darles fuerza a nuestros hijos para que puedan salir de las adicciones", alienta Mirtha Cáceres.

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Mirtha Cáceres es madre de un integrante del equipo de rugby y fundación “Los Espartanos”, Gabriel Villalba. Esta propuesta comenzó a funcionar en el Penal 48 de San Martín, en el Gran Buenos Aires y desde allí se trasladó a otras cárceles, incluso con el apoyo de la Pastoral Carcelaria.
 
Mirtha va todos los viernes a rezar a la Unidad de San Martín. Hace poco hizo el retiro denominado Entretiempo, destinado a varones y mujeres mayores de 35 años. Vive en Tortuguitas junto a su familia. “Con los Espartanos, Eduardo ´Coco` Oderigo se animó a desafiar los obstáculos de los chicos que están detenidos, privados de su libertad. Él con sus amigos fueron creando la cadena de voluntarios que hoy por hoy trabajan en las cárceles haciendo rugby. Cuando van saliendo de la cárcel los ayudan para que consigan un trabajo”, relató la mujer a Radio María de Argentina.
 
“Gabriel Villalba -prosigue narrando esta madre- estuvo detenido en la unidad 48 y fue así como conocí la fundación. Cuando él sale de la cárcel hace un bajón en su conducta y vuelve al camino de la droga. Ahí fue cuando Dios me iluminó en un momento y recordé lo de Los Espartanos porque era un calvario lo que estábamos viviendo. Gracias al Señor Gaby tuvo voluntad de buscar el contacto de Coco Oderigo. La fundación nos ayudó mucho y como una manera de dar gracias participo todos los viernes en el rosario y doy mi testimonio a los chicos. El rosario se reza en el patio de los pabellones. Somos muchos voluntarios. Siento que me llena el alma rezar el rosario, recibo mucho más de lo que doy”.
 

Mirtha nació en la provincia de Misiones, en Puerto Naranjito (Argentina) pero creció en Puerto Rico. Es la cuarta hija de diez hermanos. Sus padres, por situaciones económicas le mandaron a trabajar a los quince años al barrio Olivos de Buenos Aires como empleada de hogar, con una familia judía, con quienes aprendió “muchísimo”, dice. “Después experimente otros trabajos. A los 19 años uní mi vida a la del padre de Gabriel, viví con él 9 años y tengo 2 hijos, Gabriel y Estefanía. Luego, por circunstancias de la vida, nos separamos”.
 
El vínculo con Dios, comenta, inicia desde su nacimiento: la bautizaron, fue a un colegio religioso y por años vivía su fe. Pero cuando va transcurriendo la vida y aparecen piedras en el camino, algunos se alejan de Dios. Es la experiencia de esta mujer que solo en los últimos meses, confidencia, ha vivido un vuelco, un reencuentro con Jesús –“que nunca me soltó la mano”- luego del retiro espiritual con “Entretiempo”.
 
Solo unida al rosario, reconoce Mirtha ha lograda no solo renacer ella sino también poder ayudar a su hijo Gabriel… “A sus quince años se nos fue de casa y anduvo mucho tiempo en la calle. Yo me sentía muy mal porque andaba detrás de él y salía a buscarlo, perdí muchas cosas por acompañarlo”, expresó Mirtha. Y agregó: “Mi mensaje para aquellas madres que están en esta situación similar es darles la fuerza a nuestros hijos para que puedan pedir ayuda. Yo siempre le pedía a Dios que lo cuide, que lo proteja. Sin la fe no somos nada. Hoy mi hijo tiene trabajo, juega al rugby y está en proceso de recuperación”, finaliza.
 
 
 

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