Cuando sus familiares fueron torturados y asesinados ella preguntó ¿dónde está Dios? San Oscar Romero salvó su fe

17 de diciembre de 2019

"Amigos míos que eran maestros fueron secuestrados, torturados y asesinados y desaparecidos, así que pasé por esa lucha conmigo misma; y me pregunté: ¿Dónde está Dios? ¿Dónde está mi Dios? ¿Por qué...?"

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A medida que sus amigos y familiares eran secuestrados, torturados y asesinados, Marina Castellanos se sumergía en una profunda crisis de fe preguntando: "¿Dónde está Dios?"

Era profesora de psicología en la universidad nacional de El Salvador y sin buscarlo se vio envuelta en la guerra civil que azoló a su país en la década de 1980. "Yo pertenecía al sindicato de maestros, que era un sindicato muy fuerte en El Salvador, y formar parte de ese sindicato era muy peligroso porque muchos, muchos maestros fueron asesinados", relató desde su casa en Brisbane (Australia), donde emigró hace algunas décadas, al periódico Cath.Leader de la Arquidiócesis.

"Unos 600 maestros fueron asesinados, algunos desaparecieron y otros fueron torturados, así que era una situación muy mala". Y en esas circunstancias Marina dice haberse sumergido en una crisis de fe porque veía "tanta injusticia en El Salvador".

"La gente estaba siendo asesinada, la gente del sindicato estaba siendo torturada, mis estudiantes estaban siendo secuestrados y asesinados, amigos míos que eran maestros fueron secuestrados, torturados y asesinados y desaparecidos, así que pasé por esa lucha conmigo misma; y me pregunté: ¿Dónde está Dios? ¿Dónde está mi Dios? ¿Por qué...?", confidencia.

El poder del testimonio de un santo

Pero tendría respuesta y el dolor traería un proceso de conversión según relata: "Y, ¿sabes por qué volví a la Iglesia? Romero, me hizo volver a la Iglesia."

San Oscar Romero quien era entonces Arzobispo de San Salvador, capital de El Salvador, y que sería asesinado en la capilla de un hospital el 24 de marzo de 1980 por su fidelidad al Evangelio, impactó a Marina con su testimonio de Dios. "Cuando empecé a escucharle, la forma en que predicaba y la forma en que todos los domingos denunciaba todas las injusticias de la semana, pensé que tal vez mi percepción era la de un Dios muy enojado, un Dios que no se preocupaba por la gente, sino que sólo se preocupaba por dar las normas y hacerlas obedecer...".
 
Marina relata que aquella errada percepción ha de haber surgido cuando era muy pequeña y su abuela le decía: “«Si no te comportas, la tierra se abrirá y serás tragada...» Y yo mantuve esa imagen y pensaba: «Que Dios era muy malo...». Por eso, cuando tuvimos esa opresión en El Salvador, me dije: «¿Dónde está Dios?» «¿Por qué permite que la gente torture, mate a las personas y persiga a la gente?» Luego Mons. Romero me hizo volver a la Iglesia y creer que había un Dios de justicia, un Dios que nos ama a todos, no importa de dónde venimos y si somos pobres o somos ricos, pero sobre todo si somos pobres...".

“Dios nos ama a todos”.



Marina, atenta a las enseñanzas de San Romero inició un proceso de maduración en la fe. "Tuve que emprender un viaje para reformar toda mi percepción de ese Dios que tuve durante mis años más jóvenes hasta llegar a conocer a Dios: que es un Dios para todos, que nos ama a todos, a todos nosotros".

Marina y su difunto esposo Mario huyeron de la violencia con sus cuatro hijas alrededor de 1988, llegando a Brisbane (Australia) bajo un programa de inmigración humanitaria junto con muchos otros refugiados. Los primeros días fueron particularmente difíciles según relata.

"Fue muy difícil para mí adaptarme a este país. Nunca lloré en mi vida como lo hice los primeros dos años. Lloré mucho porque todo era extraño para mí, muy diferente. Recuerdo que solía ver un programa para niños pequeños en la televisión, y lloraba porque era maestra en mi país, y aquí tenía que ser como un niño pequeño viendo la televisión y programas para niños sólo para aprender el idioma".

Discípula de Cristo

Incentivada por las palabras y obras de San Oscar Romero, Marina se dirigió a la Iglesia, y encontró el apoyo de la difunta Hermana de la Misericordia, Mary de Lourdes Jarrett, quien es una leyenda por su trabajo con los migrantes y los refugiados. "Ella vino a mi casa porque estaba muy preocupada por mí porque todas mis hijas asistían a la escuela y yo me quedaba sola en casa y me sentía muy sola", dijo.

Otro paso importante fue una visita a la Oficina de Misiones Católicas donde se integró como voluntaria y, como maestra que hablaba español, fue muy valiosa para ayudar a la gente de los países de América Latina.

Hoy Marina es feliz siendo parte de una de las 15 pequeñas comunidades cristianas de católicos latinoamericanos que se reúnen regularmente en Brisbane. "En mi caso tenemos una pequeña comunidad cristiana de ancianos y nos reunimos cada dos semanas, y eso es muy bueno porque se está convirtiendo en parte de nuestra familia extendida... Creo que todos tenemos una necesidad de sanar, de ser sanados… Todo el tiempo necesitamos eso”.

 

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