El nacimiento de su hermanito fue una caricia de Dios cuando sentía que se desmoronaba por el cáncer

30 de diciembre de 2019

"He llorado, pero veo a mi hermanito y me recuerda cuán hermosa es esta vida. En ocasiones me invade el miedo de una manera exagerada, pero acá sigo positivo", dice Kevin

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El 30 de abril de 2019 a las 11:15 a.m. nació el más pequeño de la familia de Kevin Valverde, un joven de 25 años al que dos días después del nacimiento de este hermano menor y tras varios análisis, le confirmaron un diagnóstico potencialmente fatal. En aquel momento -cuenta al semanario de Costa Rica Eco Católico- se sintió “al borde de la desesperación, realmente desconsolado”. 
 
Su madre, Ana Isabel de 42 años, había sido operada años atrás para no tener más hijos. Intervención, según cuenta Kevin, que habían asegurado era exitosa. Sin embargo, “un día de tantos, en noviembre del 2018 recibí una llamada de mi madre, llorando y con un tono de preocupación muy notorio; sabía que estaba en el médico y pensé lo peor”, recuerda el joven.
 
El miedo que da paso a la gratitud
 
La emoción era por una noticia de contexto totalmente diferente: ¡tenía ya tres meses de embarazo! Sus dos hermanos, Edwin de 24, Jéssica de 23 y él pensando en la edad de su madre estaban ansiosos y con sentimientos encontrados. “Quizás como nunca lo habíamos experimentado… venía un hermanito en camino”, recuerda. 
 
Después de los análisis médicos, les confirmaron que el bebé y la madre estaban bien. Sin embargo a ella la invadía la preocupación y también a los hijos. “Era un impacto para todos, una verdadera sorpresa; una nueva y verdadera confirmación de que para Dios no hay nada imposible; Él sabe porque hace las cosas”, comenta el joven costarricense.
 
Los meses del embarazo pasaron y la familia comenzó a vivir la dichosa espera del bebé. “Estábamos empezando a comprender la inmensa dimensión de todo lo que nos estaba sucediendo”, dice Kevin.

No obstante, mientras lo anterior sucedía, la salud de Kevin se estaba deteriorando, “no sentía nada, no imaginaba nada”, recuerda. 

“Creo en Dios aunque Él guarde silencio”

El día del parto, que, “gracias a Dios”, fue natural, dice Kevin, su hermana tuvo la oportunidad de estar con su madre y ser la primera en conocer a José Pablo. Ana Isabel, la madre, siempre ha tenido especial devoción a San José y a San Juan Pablo II, agrega Kevin; de ahí se inspira el nombre dado a su hermanito, quien goza ya seis meses de vida tras el nacimiento.

Cuenta que al conocer a su hermanito José Pablo lloró de alegría y hoy, rememorando ese instante, comparte unos versos de poesía: “Creo en el sol, aunque no brille; creo en el amor, aunque no lo sienta; creo en Dios, aunque Él guarde silencio”.

Dos días después del nacimiento de su hermanito le confirmaron su diagnóstico: cáncer gástrico. Sintió desmoronarse su vida pensando que no llegaría a conocer a su hermano de mayor. Cada vez que alzaba al bebé, se le formaba un nudo en la garganta, confidencia. 

Sólo él y el médico sabían lo que pasaba. “¿Cómo darle esa noticia a mi madre? ¿A mis hermanos?”, se preguntaba. Fueron los días y las noches más llenas de soledad en las que ha estado inmerso.  

Inició el tratamiento de quimioterapia y continuó ocultando a su familia lo que padecía. “Sólo quién conoce el tratamiento, sabe cómo esto te cambia por dentro y por fuera”, recuerda.
  
“Mi hermanito me da fuerzas”

“Dios sabe porque hace las cosas”, afirma y señala que su hermanito José Pablo se ha convertido en su motor, al tiempo que en los espacios de soledad y de oración ha encontrado esas ansias y una necesidad por estar bien.

“He llorado, pero veo a mi hermanito y me recuerda cuán hermosa es esta vida. En ocasiones me invade el miedo de una manera exagerada, pero acá sigo positivo”, dice Kevin, cuya familia ya conoce desde hace tres meses su condición de salud acompañándole y dándole el apoyo que precisa en el tratamiento. 

“Mi hermanito menor me acompaña, me da fuerzas; me sonríe y me llena de vida”, señala.
 
 

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