Un ángel interviene en bautismo de emergencia a un moribundo. Testimonio del padre John Horgan

21 de enero de 2020

"En mi vida de sacerdote y como capellán de hospital, he sido testigo de la presencia de los santos ángeles, sobre todo en la atención a los enfermos y moribundos."

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Los ángeles son seres espirituales cuya naturaleza y misión podemos conocer en la Sagrada Escritura, la doctrina de la Iglesia o testimonios de videntes validados por la Iglesia como el conocido Ángel que se apareció a Lucía, Jacinta y Francisco en Fátima.
 
Papa Francisco, como sus predecesores, también enseñan sobre ellos.  Así, refiriéndose al Ángel de la Guarda durante su homilía del del 02 de octubre de 2018, el Santo Padre Francisco destacó que… “Nuestro Ángel no sólo está con nosotros, sino que ve a Dios Padre. Está en relación con Él. Es el puente cotidiano, desde la hora en que nos levantamos hasta la hora en que vamos a la cama y nos acompaña y está en una relación entre nosotros y Dios Padre. El Ángel es la puerta cotidiana a la trascendencia, al encuentro con el Padre: es decir, el Ángel me ayuda a caminar porque mira al Padre y conoce el camino. No olvidemos a estos compañeros de camino”.
 
Al servicio de la salvación de cada ser humano
 
El sacerdote canadiense de la Arquidiócesis de Vancouver, P. John Horgan (en imagen siguiente), ha escrito un libro titulado His Angels at Our Side (Sus Ángeles a nuestro lado), en el que testimonia -entre otras- una particular historia sobre una intervención angélica directa. La historia es corta y revela como la misión de los ángeles se orienta a la salvación de las personas y la importancia en todo ello de los sacramentos.
 
El P. Horgan cuenta la historia de un hombre que no había sido bautizado y vivía alejado de Dios. Estando casado, cuenta el sacerdote, abandonó a su esposa e hijos, sólo para casarse con otra mujer, la cual lo abandonó cuando él recibió un diagnóstico de cáncer. He aquí la descripción del encuentro final del sacerdote con el hombre, en palabras del mismo P. Horgan en las páginas 272 a 274 de su libro:
 
Una orden explícita del ángel guardián
 
 
          “Los ángeles realizan su custodia de diversas maneras. En mi vida de sacerdote y como capellán de hospital, he sido testigo de la presencia de los santos ángeles, sobre todo en la atención a los enfermos y moribundos. Una vez acompañé a un hombre que no era católico, pero cuya primera esposa siempre había sido muy comprometida con la Fe; incluso después de que su matrimonio llegó a su fin, nunca dejó de rezar por su esposo. Él le había prometido que se bautizaría antes de morir, lo cual ella nunca olvidó. Su vida fue difícil después de que él la dejó, pero ella perseveró en su confianza en Dios, criando a los hijos la fe.

Cuando su esposo desarrolló cáncer, la segunda mujer lo dejó y se quedó solo. Pero la fiel esposa vino a su lado y lo cuidó en el hospital; incluso trajo a los hijos ya adultos para que se reconciliaran con él. Ella hizo todo lo posible para traer consuelo a sus últimos días y para animarle a una mejor relación con Dios. Aun así, él no quería ser bautizado. Fui a visitarlo regularmente, sin éxito. Pero ella me decía: «Padre, estoy orando a su ángel de la guarda y a mi ángel de la guarda. Estoy segura de que él será bautizado».

Un domingo por la mañana me detuve, por casualidad, para visitar al hombre. Le pregunté una vez más: «¿Quieres ser bautizado y aceptar la gracia de Cristo? Ya sabes, que el Señor te ha estado llamando todos estos años, y has visto la evidencia de su amor en la fidelidad y devoción de tu buena esposa». El hombre respondió: «Sí. Padre, sé lo que he hecho; sé cómo he vivido. Me arrepiento de todo y pido el perdón del Señor. Quiero ser bautizado».

Comencé a preparar los aceites y el agua bendita para el Bautismo. Pero cuando estaba por comenzar el ritual, inequívocamente escuché una voz dentro de mí que decía: «¡AHORA!» Y entonces, sin demora, tomé el agua en un pequeño vaso de medicina, la vertí en la frente del hombre diciendo las palabras: «Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». Y antes de que pudiera decir «Amén», murió. No hubo sufrimiento; simplemente cerró los ojos y se fue. Se había ido a casa con Dios. Las enfermeras y su familia estaban asombrados por esto, pero lo que más recuerdo es la mirada en los ojos de la esposa. Con su último aliento había aceptado la gracia que su esposa había implorado para él durante tantos años. La fe y bondad de la esposa, probadas por años de sufrimiento, se habían hecho tan fuertes que rompieron toda resistencia interior y llamaron al infinito amor del Dios hecho hombre.

Una y otra vez, al atender a los moribundos y hablarles del cielo, he experimentado cómo la mención de los ángeles trae consuelo y paz, incluso a los que han estado alejados de la Iglesia. En muchos casos, los santos ángeles han permanecido fijos en sus mentes y corazones como una figura conocida por primera vez en la infancia, una devoción aprendida en la rodilla de sus madres, presente en una especial mansedumbre y sabiduría. De igual manera, los ángeles pueden ayudar a los enfermos y moribundos a encontrar en los sufrimientos de nuestro Señor el significado y la importancia para su propio dolor, llevándolos a crecer en gracia y amor para que puedan entrar al Cielo regocijándose con la compañía de los mismos ángeles que han sido sus protectores de toda la vida.”
 
 

 

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