El Papa en el Día de la Tierra: ¡Hemos pecado contra la tierra, contra nuestro prójimo, contra el Creador!

22 de abril de 2020

"Estamos llamados a redescubrir el sentido del respeto sagrado por la Tierra, porque no sólo es nuestro hogar, sino también la casa de Dios"

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Hoy cuando el mundo celebra la 50ª Jornada Mundial de la Tierra, el papa Francisco ha dedicado su catequesis a recordarnos la urgencia de “renovar nuestro compromiso de amar nuestra casa común y ocuparnos de cuidarla y cuidar también a los miembros más débiles de nuestra familia”.

Aquí el Santo Padre ofrece en video un resumen de su catequesis (abajo el texto completo).





Texto completo
Catequesis con motivo de la 50ª Jornada Mundial de la Tierra



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy celebramos la 50ª Jornada Mundial de la Tierra. Es una oportunidad para renovar nuestro compromiso de amar nuestra casa común y ocuparnos de cuidarla y cuidar también a los miembros más débiles de nuestra familia. Como nos muestra la trágica pandemia del coronavirus, sólo juntos y haciéndonos cargo de los más débiles podremos superar los desafíos mundiales. La Encíclica Laudato tiene precisamente este subtítulo: "sobre el cuidado de la casa común". Hoy juntos reflexionaremos un poco sobre esta responsabilidad que caracteriza "nuestro paso por esta tierra" (LS, 160). Debemos crecer en la conciencia de cuidar la casa común.

Estamos hechos de materia terrestre, y los frutos de la tierra sostienen nuestras vidas. Pero, como nos recuerda el libro del Génesis, no somos simplemente "terrenales": también llevamos dentro de nosotros el aliento de vida que viene de Dios (cf. Gn 2:4-7). Por lo tanto, vivimos en la casa común como una familia humana y en la biodiversidad con las otras criaturas de Dios. Como imago Dei, imagen de Dios, estamos llamados a cuidar y respetar a todas las criaturas y a alimentar el amor y la compasión por nuestros hermanos y hermanas, especialmente los más débiles, en imitación del amor de Dios por nosotros, manifestado en su Hijo Jesús, que se hizo hombre para compartir esta situación con nosotros y salvarnos.

Por egoísmo hemos fallado en nuestra responsabilidad como custodios y administradores de la tierra. "Basta con mirar la realidad con sinceridad para ver que hay un gran deterioro de nuestra casa común" (ibíd., 61). La hemos contaminado, la hemos depredado, poniendo en peligro nuestras vidas. Por esta razón, se han formado varios movimientos internacionales y locales para despertar las conciencias. Aprecio sinceramente estas iniciativas, pero todavía será necesario que nuestros hijos salgan a la calle para enseñarnos lo que es obvio, es decir, que no hay futuro para nosotros si destruimos el medio ambiente que nos sostiene.

Hemos fallado en la protección de la tierra, nuestra casa jardín, y en la protección de nuestros hermanos. Hemos pecado contra la tierra, contra nuestro prójimo y, en última instancia, contra el Creador, el Padre bueno que provee a todos y quiere que vivamos juntos en comunión y prosperidad. ¿Y cómo reacciona la Tierra? Hay un dicho español que es muy claro en esto, y dice: "Dios siempre perdona; los hombres perdonamos a veces sí, a veces no; la tierra nunca perdona". La tierra no perdona: si hemos deteriorado la tierra, la respuesta será muy fea.

¿Cómo podemos restaurar una relación armoniosa con la tierra y el resto de la humanidad? Una relación armoniosa... Muchas veces perdemos la visión de la armonía: la armonía es obra del Espíritu Santo. También en la casa común, en la tierra, también en nuestra relación con la gente, con el prójimo, con los más pobres, ¿cómo podemos restablecer esta armonía? Necesitamos una nueva forma de ver nuestra casa común. Pensad que no es un depósito de recursos para ser explotados. Para nosotros los creyentes el mundo natural es el "Evangelio de la Creación", que expresa el poder creativo de Dios al dar forma a la vida humana y al hacer que el mundo exista junto con lo que contiene para sostener a la humanidad. El relato bíblico de la creación concluye de la siguiente manera: "Dios vio lo que había hecho, y he aquí que era muy bueno" (Gn 1:31). Cuando vemos estas tragedias naturales que son la respuesta de la tierra a nuestro maltrato, pienso: "Si le pregunto al Señor ahora lo que piensa, no creo que me diga que es algo muy bueno. ¡Fuimos nosotros los que arruinamos el trabajo del Señor!

Al celebrar hoy la Jornada Mundial de la Tierra, estamos llamados a redescubrir el sentido del respeto sagrado por la Tierra, porque no sólo es nuestro hogar, sino también la casa de Dios. ¡A partir de esto surge en nosotros la conciencia de que estamos en tierra sagrada!

Queridos hermanos y hermanas, "despertemos el sentido estético y contemplativo que Dios puso en nosotros". (Exhortación ap. postsin. Querida Amazonia, 56). La profecía de la contemplación es algo que aprendemos especialmente de los pueblos originarios, quienes nos enseñan que no podemos sanar la tierra a menos que la amemos y la respetemos. Tienen esa sabiduría de "buen vivir", no en el sentido de pasarlo bien, no: sino de vivir en armonía con la tierra. Llaman a esta armonía " el buen vivir".

Al mismo tiempo, necesitamos una conversión ecológica que se exprese en acciones concretas. Como una familia única e interdependiente, necesitamos un plan compartido para evitar las amenazas contra nuestro hogar común. "La interdependencia nos obliga a pensar en un mundo, en un proyecto común" (LS, 164). Seamos conscientes de la importancia de trabajar juntos como comunidad internacional para la protección de nuestra casa común.
  
Exhorto a cuantos tienen la autoridad, a guiar el proceso que conducirá a dos grandes conferencias internacionales: COP15 sobre la Biodiversidad en Kunming (China) y COP26 sobre el Cambio Climático en Glasgow (Reino Unido). Estas dos reuniones son muy importantes.

Quisiera alentar la acción concertada también a nivel nacional y local. Es bueno converger desde toda condición social y dar vida también a un movimiento popular, "desde abajo". Así es como nació la propia Jornada Mundial de la Tierra, que hoy celebramos. Cada uno de nosotros puede hacer su pequeña contribución: "No debemos pensar que estos esfuerzos no cambiarán el mundo. Tales acciones difunden un bien en la sociedad que siempre da frutos más allá de lo que se puede ver, porque provocan dentro de esta tierra un bien que siempre tiende a difundirse, a veces de manera invisible" (LS, 212).

En este tiempo pascual de renovación, comprometámonos a amar y apreciar el magnífico regalo de la tierra, nuestra casa común, y a cuidar de todos los miembros de la familia humana. Como hermanos y hermanas que somos, imploremos juntos a nuestro Padre celestial: "Envía tu Espíritu y renueva la faz de la tierra" (cf. Sal 104,30).
 
 
 
Traducción de Portaluz.
 

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