Jorge Palacios cree que fue salvado de la muerte por la Virgen de Caacupé en Paraguay

30 de diciembre de 2020

Herido en la carótida, yacía en el suelo, esperando ayuda… y entonces vio a una Mujer con hábito.

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El hombre cuya vida fue salvada de la muerte hoy tiene 42 años. Su nombre es Jorge Palacios y el año 2008 fue víctima de un mortal accidente mientras trabajaba en una imprenta en el barrio Jara, en la capital de Paraguay, Asunción.
 
Cuenta Jorge al diario La Nación de su país que los hechos ocurrieron cuando le pidió a un compañero de trabajo que le permitiese sacar filo a un destornillador rozándolo con el disco de la pulidora de piso que aquél estaba usando en ese instante. Su colega de trabajo aceptó y para hacer una buena afilada, decidió cambiar el disco. Segundos después de aproximar su destornillador Jorge recuerda que escuchó un ruido fuerte y de inmediato hizo un movimiento instintivo para esquivar sin éxito el disco que había salido despedido de la pulidora y que al pasar cortó su cuello y terminó estrellándose en la pared.
 
El disco había dañado la arteria carótida, una rama de la aorta, que nace cerca del corazón y traslada el torrente sanguíneo hasta el cerebro. “No sabía qué hacer, solo quería salir corriendo para algún lugar y solo presionaba mi cuello, pero era imposible detener la hemorragia, me estaba desangrando y estaba desesperado”, recuerda Jorge (abajo en imagen con su familia).


 
Sus compañeros lo tumbaron en el suelo mientras uno salía a buscar ayuda a un sanatorio de la avenida Venezuela. Jorge empezó a sentir que perdía la conciencia. “Decile a mi esposa y a mis hijas que las amo, que las quiero mucho”, empezó a decir a su compañero, como despedida. Pero, escuchando su propia voz, adquirió fuerza y lucidez, de un salto se puso de pie y recordó que a tan solo dos calles estaba el entonces Hospital Francés, en la avenida Brasilia.
 
Jorge comenzó a correr para salir a la calle e intentar llegar al centro médico, pero tropezó en la escalera que daba a la acera y cayó a los tumbos, agravando su situación. Cayó en la acera, absolutamente empapado en sangre mientras sus compañeros corrían para socorrerlo. Él ya sin poder responder, en parte por la cantidad de sangre perdida, en parte por las cuerdas vocales dañadas por el impacto del disco, no lograba distinguir a nadie, solo recuerda que el vehículo de la empresa estaba por llegar y le pedían que aguantara.
 
En ese momento, entre los rostros masculinos de sus compañeros, apareció una mujer de bello rostro, vestida con ropajes que a él le recordó a una Carmelita Descalza. La mujer llevaba una Biblia en la mano. “Entrégate al Señor, él te va a proteger”, le dijo la mujer. Ella lo acarició en la cabeza y sintió que ganaba fuerzas. “De repente me reanimé y de nuevo me puse de pie, seguía sangrando y entré al vehículo y me llevaron al Hospital Francés”, explica Jorge.
 
Para sumar mayor gracia se encontraba en el hospital de forma extraordinaria un cirujano –“de apellido Arias”, dice Jorge- que acudió a urgencias para intervenirlo. Fue el doctor quien habló de milagro, dice, cuando lo vio despertar tres días después de la operación. Jorge da detalles de lo sucedido: “La arteria carótida tiene tres capas y una de ellas fue cortada, solo faltó medio milímetro para que la cortara toda, eso fue un verdadero milagro”, recuerda. Quedaron afectados uno de sus pulmones, una parte del brazo y, en parte, las cuerdas vocales, pero se considera afortunado. El joven padre de familia, lleno de alegría, pudo ver de nuevo a su esposa Mariela y a sus hijas, en ese entonces de cinco y un año de edad.
 
Unos días después, cuando vinieron a visitarle sus compañeros de trabajo, les preguntó: “¿Quién era la mujer que se metió entre ustedes y con la Biblia en mano me tocó la cabeza y me dijo, entrégate al Señor, él te ayudará?” Sus compañeros no entendían a qué se refería. “No había ninguna mujer, Jorge, éramos solo nosotros, nadie más”, le respondieron.

Jorge y su familia atribuyen su protección asombrosa a la Virgen de los Milagros de Caacupé, venerada en el barrio Ysatí de Lambaré. La familia desde entonces -y ya antes lo hacía- suele ir en peregrinación a la Virgen de Caacupé.
 
Jorge mantiene el contacto con el doctor Arias y con la hija de él (que tiene la misma especialidad). Poco después de la recuperación, lo llevaron a la Facultad de Medicina para que los estudiantes puedan aprender de su caso. “Soy como un trofeo”, comenta con humor. “Cada vez que doy este testimonio, parece que me renuevo. Seguramente tenía algo para mí aún en el camino, tenía alguna misión en esta vida y esa mujer de rostro tan bello me dio la oportunidad”, concluye Jorge.

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