Cuando la pornografía, la ambición o el estrés desmoronan tu vida es tiempo de mirar hacia San José

31 de diciembre de 2020

Un sacerdote casado y con hijos confidencia algunas reflexiones luego de recibir en confesión a "Mike", un padre de familia atrapado en sus vicios.

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El padre Dwight Longenecker conoce por experiencia propia los desafíos del matrimonio y la paternidad. Criado como evangélico en los Estados Unidos, obtuvo una licenciatura en Filosofía y Letras antes de estudiar teología en la Universidad de Oxford. Sirvió como ministro en la Iglesia de Inglaterra (anglicana) y en 1995 fue recibido en la Iglesia Católica con su esposa y cuatro hijos, siendo ordenado como sacerdote católico bajo la disposición pastoral para ex ministros protestantes casados.
 
Este conocido sacerdote y escritor relata en el portal web Catholic Exchange una íntima experiencia acompañando a “Mike”, un hombre casado cuya vida personal y familiar se estaba desmoronando.
 
"No es una casualidad que cada iglesia católica tenga una imagen de San José al frente.", fue lo primero que recuerda haberle dicho a Mike. Este le había pedido confesarse y algún consejo que le ayudase en sus fracasos como marido y padre. Había caído en la trampa de la pornografía y la ambición, al tomar algunas malas decisiones en forma precipitada. El estrés se acumuló y la adicción al trabajo se hizo sentir. “Mike comenzó a descuidar a su esposa e hijos, considerándolos una carga y una molestia. Como resultado, su esposa amenazaba con el divorcio. Mike vino a verme porque la realidad le había golpeado en la cara como una salpicadura de agua helada”, confidencia el padre Dwight.
 
"San José -continuó aconsejando a Mike el sacerdote-, se nos da como el marido y padre modelo. Su principal virtud es la fidelidad, y de esa fidelidad procede cualquier otra virtud que muestre".
 
En efecto, el evangelio de Mateo presenta a San José como "un hombre justo". Otras versiones traducen el texto diciendo que era "fiel a la ley". En otras palabras -añade padre Dwight- José se sometió a la ley superior de Dios, y fue esta obediencia esencial a Dios y la fidelidad a la voluntad de Dios la base de su vida. San José vivió ese versículo del evangelio, "Buscad primero el reino de Dios y su bondad, y todo lo demás se os dará por añadidura".
 
“Como padre adoptivo de Jesús, la fidelidad de San José produjo una serie de otras virtudes, pero hay tres que vemos en las historias de Navidad que son especialmente necesarias para los hombres que desean seguir sus pasos”, señala padre Dwight y detalla:
 
1. Pureza

La primera virtud que surge de la fidelidad de San José fue la pureza. En una época donde la pornografía y la inmoralidad desenfrenada rondan a nuestro alrededor, la pureza puede parecer pasiva y pusilánime. La pureza que es pasiva y floja no es una virtud masculina. En cambio, la verdadera pureza es poderosa. La verdadera pureza no se basa simplemente en evitar el pecado sexual, sino en una fidelidad positiva y proactiva.
 
El hombre que es fiel a su esposa y a la llamada cristiana a la castidad camina un camino de libertad y fuerza. La pureza enraizada en la fidelidad a la voluntad de Dios y en el camino de Dios muestra una sexualidad completamente madura e integrada. El hombre poderoso y positivamente puro entiende el impulso fecundo de la sexualidad y lo trata como una fuerza poderosa en su vida - no simplemente como un juguete o algo a lo que temer y reprimir. Vemos esta pureza positiva en la aceptación de San José de la Virgen María como su esposa, su capacidad de abstenerse de relaciones sexuales con ella, y su poderosa canalización de su sexualidad al servicio de un amor más elevado.
 
2. Paciencia

La segunda virtud que crece de la fidelidad de San José es la paciencia. San José se presenta como el tipo fuerte y silencioso. Él observa y espera. Observa la situación cuidadosamente. Es capaz de detenerse, mirar y escuchar. No reacciona impulsivamente, sino que se detiene, para poder moverse con cuidado en el momento adecuado después de conocer todos los hechos.

La paciencia de José crece a partir de la fidelidad porque toda su vida ha estado arraigada en la ley de Dios. A través de una vida de estudio y oración, un judío de la generación de José aprendió a escuchar a Dios, a confiar en Dios y luego a obedecer. Desarrollar una vida tan profundamente espiritual requiere trabajo duro, perseverancia y paciencia - una virtud que vemos en su esmerado cuidado de María y el niño Jesús, y una virtud que necesitamos desarrollar en nuestro mundo altamente cargado, impulsivo y acelerado.
 
3. Prudencia

La tercera virtud que emerge de los cimientos de la fidelidad de San José es la prudencia. La prudencia es el sabio y cuidadoso discernimiento que nos permite elegir el camino correcto. La prudencia de San José es vista como un refugio para María cuando está a punto de dar a luz. Su elección de huir a Egipto y regresar cuando las condiciones sean seguras, revela a un prudente, maduro y sabio guardián de Cristo. Una vez más, la virtud de la prudencia de San José está enraizada en su fidelidad porque es su profunda confianza en la providencia de Dios la que le da el poder de asumir riesgos y tomar decisiones correctas sabiendo que Dios es el que manda en última instancia.
 
La historia de la Navidad es maravillosa no sólo porque está cargada de elementos sobrenaturales como un nacimiento milagroso, ángeles y estrellas guía, sino porque también está llena de las extraordinarias fortalezas de la gente común como San José. La pureza, paciencia y prudencia que muestra fue un recordatorio para personas como Mike que están luchando con las responsabilidades del matrimonio y la paternidad. El matrimonio de Mike fue un desastre porque le faltaba pureza, paciencia y prudencia, y le faltaban esas virtudes porque le faltaba esa profunda fidelidad a Dios de la que surgen esas virtudes. Cuando fui capaz de dirigirlo a re-priorizar su vida y desarrollar una devoción genuina a San José, comenzamos a ver esas mismas virtudes florecer en la vida de Mike y su vida hogareña comenzó a girar en la dirección correcta.
 
Las festividades de Navidad son por lo tanto una oportunidad no sólo para celebrar la comida, la familia y los amigos, sino también para volver a establecer nuestras prioridades y determinar que una vez más construiremos sobre la base de Cristo, y como San José, asegurar que toda nuestra vida gira en torno al niño en el pesebre.

 

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