Texto inédito de santa Teresita de Los Andes: «Tú Señor de los ángeles, vas a entrar en mi estrecho y ruin corazón…»

15 de abril de 2021

Con apasionada piedad eucarística se expresa en textos inéditos -recién revelados por el Monasterio Carmelita desde Auco (Chile)- la santa chilena, Teresita de Los Andes.

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El pasado 12 de abril en una íntima Eucaristía, la comunidad carmelita de Chile y miles de fieles unidos espiritualmente, clausuraron la celebración del primer centenario del fallecimiento de la santa chilena Teresita de los Andes. En este contexto, la comunidad del Monasterio carmelita que acogió en vida a la Santa ha hecho públicos a través de la revista Teología y Vida algunos textos inéditos escritos por ella.
 
La transcripción de los textos ha sido realizada por la misma comunidad del Monasterio de Carmelitas Descalzas del Espíritu Santo que custodian el Santuario que alberga los restos de santa Teresita en Auco (Los Andes, Chile).
 
Entre las 20 páginas de textos inéditos publicados, Portaluz ofrece a sus lectores la íntima experiencia de esta santa chilena, antes y luego de comulgar; vivencia mística que ella misma describe -en apasionado lenguaje- en el siguiente texto.
 
 
(Libreta 7. Apuntes 1917, colegio y casa.
Archivo del Monasterio de Carmelitas Descalzas del Espíritu Santo de Auco).



 
Preparación para la Comunión (1917)
Para antes de la Comunión
 
Humildad. Señor vengo a Ti porque soy muy pobre, estoy muy enferma por el pecado, y necesito de Ti, que eres el Todopoderoso y el Médico misericordioso. ¡Oh Jesús mío, me confundo al ver tu infinita grandeza y mi extremada miseria!, mas tú eres mi Vida, sin Ti nada soy, nada tengo, venid pues a la pobre casa de mi alma, que aunque es muy pequeña para contenerte, Tú, Señor Todopoderoso, te empequeñeces, te anonadas para entrar en ella. Mas te llamo a ti, Dios infinito, Dios eterno, sin principio ni fin, a Ti, Dios Todopoderoso, que con una sola palabra creadora has sacado los cielos y la tierra de la nada. Tú, que has creado los océanos llenos de infinitas riquezas de majestad y belleza. Tú, que creaste la tierra tan hermosa para que viviera el hombre en el destierro, las montañas con sus cimas de blanca nieve, los astros suspendidos en el magnífico firmamento; Tú, Señor, creador del hombre, creatura la más perfecta de la tierra, dándole una inteligencia capaz de conocerte y una voluntad para amarte. Tú, Creador del cielo, paraíso de los escogidos. Tú Señor de los ángeles, vas a entrar en mi estrecho y ruin corazón. Tú, el Jehová, delante del cual los tronos y las dominaciones tiemblan, los serafines quedan extasiados, los ángeles se ocultan con sus alas, llenos de temor ante tu infinita majestad, mientras yo, pobre pecadora, te convido a unirte a mí.  Tú, el Santo. Tú, el Inmenso, más grande que todo cuanto creaste, vas a entrar a la pobre casa de mi alma. Señor, yo no soy digna. Mas Tú, Dios mío, Tú, Dios de amor, vienes a mí, bajas del cielo a la tierra a tomar nuestra miserable humanidad. ¡Mientras quiere el hombre ser dios, Tú quieres ser hombre!  ¡Oh Amor de un Dios humanado!, que te destierra al valle de miseria para condolerte de nuestras lágrimas, para ser el sostén de nuestras almas desfallecidas y el refugio de las desamparadas.  Con todo, no te basta morir para resucitarnos a la vida de la gracia, quieres más humillación, más calvario. ¡Loco de amor te conviertes en Pan, oh Jehová! Tú, el Dios terrible de otros tiempos hoy te presentas bajo la forma del Pan para servir de alimento a nuestras almas. Tú, Pan para penetrar al santuario íntimo de nuestro corazón, reducto donde se hallan las miserias más grandes, órgano donde se hallan las enfermedades más repugnantes. Tú, Dios mío, Tú, ¿Pan? El Eterno, el Todopoderoso, convertido en hostia por amor a unas creaturas que no hacen más que olvidarlo despreciarlo, ofenderlo, vivir en desenfrenada alegría, mientras Jesús agoniza en el Sagrario por amarlos. Tú, Señor, Pan, y no en un punto de la tierra, sino en todos los tabernáculos del mundo; una reliquia tuya sería demasiado para creaturas tan indignas, pero quedarte Tú mismo, ¡y bajo la apariencia de Pan! Todo es poco para Tu amor infinito, desapareces completamente para entrar en nuestras almas; después de recibirte, solo se ve la nada criminal.  Sí, Jesús, yo soy nada criminal, y por amarme, Tú desapareces, te haces nada criminal.
 
Amor, ¿cómo no amarte? ¿Cómo no llorar ante tu infinito Amor? Si Tú, por acercarte a mí, te anonadas, ¿cómo huir de Ti, Dios infinito? Vengo, ¡oh Amor!, a recibirte, tu amor me ha vencido, mas antes te pido perdón de mis ofensas. Señor, muchas veces no he sido fiel a tus inspiraciones, me has dado, divino Cordero, balidos de amor, y no te he respondido; muchas veces, Tú has llorado por mí y no te he consolado, perdóname ¡oh Dios de amor! Madre mía dadme a mi Amor, pero antes prepara esta pobre morada.
 
Después de la comunión
 
Amor y adoración. Señor te estrecho contra mi corazón, un Dios unido a su creatura, ¡oh Amor infinito, me anonado en tu presencia!  Jesús mío, me pongo a tus pies como la Magdalena, riego tus pies con mis lágrimas, ¡Jesús, soy una pecadora, pero te amo! La nada con el Ser por excelencia, la Santidad con el pecado, el Infinito con la muerte, el Todopoderoso con la impotencia ¡Señor, cómo no amarte, lloro porque después de tanto amor, tanto te ofendo! Señor, tú ves la pobreza de mi morada, mas aunque sea así, te la doy, ella ha de servirte para esconderte de tus enemigos, quédate Jesús en ella, para vivir a Ti unida. Es cierto que soy mala, pues me has llenado de favores y, sin embargo, no soy santa; mas, si Tú no estás conmigo, seré peor, pues eres Tú mi fortaleza y mi Vida. Señor, yo te adoro y te doy gracias por haber venido a mí. No tengo como expresarte mi reconocimiento porque soy muy miserable, mas te ofrezco ese Amor eterno con que Tú, Padre, y Tú, Verbo divino, te amas. Sí, te ofrezco el Espíritu Santo, te ofrezco el amor de la Santísima Virgen, el de los ángeles y serafines y el de toda la corte celestial; te ofrezco el amor de las almas del purgatorio, el de los justos de la tierra, y te ofrezco mi pobre amor. Señor, ensancha más en mí la capacidad de amarte, pues anhelo amarte con infinito amor. ¡Oh, mi Dios, Tú estás en mí! ¡Oh Trinidad beatísima!, yo te adoro y te contemplo unida a mí, yo me anonado delante de Ti, Dios mío. Tú, grandeza infinita, belleza que cautivas mi corazón. Me arrojo en tu atmósfera divina de amor, quiero vivir adorándote con los ángeles del cielo y diciendo siempre: ¡Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos!, etc.; quiero repetir con mi Madre Santísima, ¿De dónde a mí tanta dicha, que el mismo Dios me venga a visitar? Señor, yo te amo y te doy gracias. Dame, ¡oh Padre!, tu Amor, Luz, Sabiduría; Tú, Verbo adorado, dame Cruz, cáliz, espinas; Tú, Espíritu de Amor, dame amor luz, santidad.
 
Conversación. 


 
Jesús mío aquí está tu amiga, háblame con intimidad; me apoyo sobre tus rodillas, te abrazo, y me recuesto sobre tu corazón, siento tus latidos, ¿qué tienes, Jesús querido, que veo sobre tus ojos de cielo algunas lágrimas?, ¿tienes pena? Cuéntame por qué estás triste... Señor, no quiero verte así coronado, ponme tu corona. Yo quiero sufrir contigo. ¿Qué quieres hoy de mí?... Ayúdame a serte fiel, te doy mi voluntad, haz que cumpla la tuya, Amor mío.  Llama a mi Madre María para que nos vea así unidos, quiero también hacer algo por su amor... Jesús, te amo, Madre mía dadme Jesús, haz que viva hoy unida a Él, de manera que cuando las creaturas me llamen, responda y obedezca a Jesús y en todo vea sólo a Él. Petición y oración.
 
 

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