Amélia, liberada por el Espíritu Santo del daño que le causaron brujos, adivinos y sus propios errores

09 de agosto de 2021

"Nunca pensé que fuera incompatible con mi condición de católica, de hija de Dios. No me di cuenta de que estaba ofendiendo a Dios y abriendo la puerta al demonio", reconoce esta mujer portuguesa.

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Haber nacido en una familia católica que acudía a misa, bendecía los alimentos, que la llevó a ser bautizada, recibir la Primera Comunión a los siete años o tener un primo sacerdote, no fueron suficientes para evitar que el paganismo y oscurantismo atraparan el alma de Amélia.
 
El desastre espiritual comenzó a gestarse al cumplir los diez años, tras la muerte imprevista de su joven padre debido a una embolia cerebral. La madre de Amélia, de 36 años, se hundió de tal forma en la tristeza que perdió el empleo y somatizaba su dolor en diversas dolencias físicas.
 
Espíritas, chamanes, brujos, adivinos y otras prácticas paganas son ya habituales en muchos países de Europa. Al punto que muchos bautizados que carecen de una formación católica sólida, no consideran estar traicionando a Dios al recurrir a ellas. Amélia y su madre eran parte de esto y en su frágil condición psico-espiritual serían víctimas fáciles, sin conciencia del mal que las atormentaba.


 
“Mi madre -relata Amelia- empezó a ir con curanderos, brujos y espíritas que le recetaban productos para sus males y le ordenaron que se dijeran misas, se pusieran velas y otras prácticas por el alma de mi padre. Le ayudé en esta tarea. Desde entonces ambas comenzamos a oír ruidos por la noche; yo, siendo hipersensible, tenía mucho miedo a la oscuridad y a las almas de los muertos. Mi madre, a pesar de ser una católica de rígidos principios, siguió acudiendo a esos curanderos casi como si fueran médicos y consejeros espirituales. Cuando llegué a la mayoría de edad yo también comencé a pedirles ayuda y consejo… con mis estudios, orientación profesional e incluso para salir con alguien”.
 
Una escalada que lleva al aborto


 
Lejos de lo esperado la vida de Amelia se trastornó. Se casó y divorció dos veces. Cada vez sus crisis emocionales eran más graves, aumentando la dependencia adictiva de los brujos espíritas y curanderos. “Nunca pensé que fuera incompatible con mi condición de católica, de hija de Dios. No me di cuenta de que estaba ofendiendo a Dios y abriendo la puerta al demonio”, reconoce.  Luego, en una tercera relación que inició con la venia de sus guías paganos, Amelia se embarazó. Él no quería aquel hijo y ella aceptó abortarlo.  Matar al bebé no impidió el quiebre de la relación y Amelia se embrutecía consumiendo pastillas mezcladas con alcohol.
 
Conoció a un nuevo hombre, católico, que la invitó a un “Cursillo de Cristiandad” y al cabo de estar algunos meses juntos parecía que todo iría mejor. Pero el alma de esta mujer estaba muy dañada y pronto volvió a verse sola y “llena de resentimientos”, recuerda. Regresó buscando la ilusión de una ayuda recurriendo a gente que tiraba las cartas y leía los buzios (caracoles); todo sería ilusión y mucho daño.
 
“Consulté astrólogos en ferias de ocultismo. Incluso pagaba por hacer lo que me decían, mediante velas, baños, incienso, oraciones, etc. Recurrí innumerables veces a personas que echaban cartas (tarot y otros tipos de cartomancia) y conchas de cauri. Hice lo que me dijeron que hiciera, gastando mucho dinero en todas estas situaciones. El ocultismo se apoderó de mí y en búsquedas por Internet descubrí la Gran Hermandad Blanca Universal, vinculada a los Maestros Ascendidos; pensé que había encontrado mi camino. Hice una iniciación en la Gran Hermandad durante varios meses, basada en el libro La bendición de la energía estelar. El nombre del libro lo dice todo, pero mis ojos en ese momento estaban cegados por el demonio”, confidencia Amélia.
 
Liberada y sanada por el Espíritu Santo


 
Luego, “por la gracia de Dios” -proclama-, se acercó a un grupo carismático católico gracias a otras mujeres que había conocido en el Cursillo. Ellas la invitaron a participar de un retiro en el auditorio de la Parroquia de la Anunciación en Setúbal (Portugal), donde daría testimonio un converso cuya historia ha sido difundida en Portaluz, el profesor João Carlos da Silva Dias.
 
Así relata Amelia lo que vivió en aquel retiro:
 
“Acepté, por curiosidad y deseo de aprender. Ya había leído su libro sobre la efusión en el Espíritu Santo que había despertado en mí mucha curiosidad y deseo de experimentar ese Amor de Dios que se describía en el libro. En el retiro, después de la enseñanza sobre el Reino de Dios y la oración de renuncia, el profesor João Dias llamó a las personas que tenían ciertos síntomas y se sentían mal con algún bloqueo para que subieran al escenario a recibir oración. Aunque durante la alabanza de invocación al Espíritu Santo había tenido algunos ‘problemas’ espirituales, logré vencer la vergüenza y subí al escenario. Cuando me puso las manos encima caí inmediatamente al suelo como una posesa. Mientras estaba en el suelo, una ‘entidad’ se apoderó de mí, queriendo hacerme daño, apretando mi cuello, diciendo que quería matarme. El profesor puso sus manos sobre mí, rezó en lenguas, y después de un rato sentí que era libre. Después de liberarme, me preguntó inmediatamente si era consciente de los lugares en los que había estado y que debía confesarme inmediatamente. Gracias a que con la enseñanza y la oración de renuncia había tomado conciencia de todos mis pecados, por primera vez en mi vida me confesé dos veces durante el retiro, con uno de los dos sacerdotes que estaban disponibles en el lugar para administrar el Sacramento de la Reconciliación. Al final del retiro hubo una efusión del Espíritu Santo y cuando el profesor João Dias me impuso las manos entré en el descanso del Espíritu Santo. Di gracias a la Santísima Trinidad por actuar así en mí y al hermano João por ayudarme. Al descansar, sentí una gran paz interior. También experimenté una gran alegría al salir del retiro. En los meses que siguieron y hasta el presente, he vivido: desprendimiento de todas las prácticas demoníacas; misa diaria y confesión frecuente; oración asidua, con rezo del Rosario y Lectio Divina diaria”.
 

Puedes leer completo el testimonio (en portugués) de Amélia pulsando aquí.
 

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