La increíble historia de Alberto: El descenso a los infiernos del Covid y el milagro de su vuelta a la vida

14 de septiembre de 2021

Alberto es un ingeniero de Brianza (Italia) que enfermó durante la primera y terrible oleada de Covid-19. Tres veces estuvo al borde de la muerte, hasta el punto de que los médicos dijeron que la ciencia no tenía ninguna esperanza para él.

Compartir en:



Contar un hecho extraordinario puede ser una tarea compleja. En ocasiones no se sabe cómo abordar todos los aspectos, porque la Gracia de Dios es tan abundante que se percibe fluyendo y escapando de las manos, especialmente la que llega a los riachuelos más ocultos del alma. Al mismo tiempo, puede ser algo muy sencillo si consentimos que es la crónica de un hecho preciso que realmente ocurrió, como el que ahora podrán conocer…
 
Alberto Del Grossi es un ingeniero de 50 años que vive en Lissone con su mujer Chiara y sus tres hijos adolescentes: Tommaso, Matteo y Giacomo. El 13 de marzo de 2020, durante la primera oleada feroz de la pandemia de Covid-19, Alberto dio un PCR positivo y fue llevado inmediatamente a urgencias. Primero vino el aislamiento, luego la hospitalización y a partir de ahí, un catastrófico crescendo de la enfermedad.
 
“Alberto se estaba muriendo”


 
Para abreviar la historia: después de un período de Cpap (el llamado "casco" para respirar), Alberto fue llevado a cuidados intensivos, intubado, totalmente sedado y tratado con Ecmo, o circulación extracorpórea. Además, probaron en él todo tipo de tratamiento farmacológico, incluidos los experimentales. A la par, durante los tres meses que pasó en varios hospitales, a su mujer Chiara le dijeron tres veces que "Alberto se estaba muriendo".
 
Lo que intentamos resumir aquí en unas pocas líneas es en realidad un largo calvario del que no se salvó Alberto: una trombosis venosa profunda en las piernas que desembocó en una embolia pulmonar masiva; un shock septicémico como complicación de la sepsis y una gravísima hemorragia pulmonar. En resumen, cada vez que el cuadro clínico mostraba una ligera mejoría, surgía una complicación tan grave que, desde el punto de vista clínico, se perdía toda esperanza. Así, llega un momento en que, salvo un milagro, el viaje de Alberto en la tierra parece realmente haber terminado.
 
Salvo un milagro, claro. Lo cierto es que, si hoy pueden leer este relato, es porque Alberto Del Grossi no sólo está vivo, sino que ha escrito su historia en primera persona, en un libro que acaba de publicarse: 'Eccomi! Storia di una preghiera virale' (¡Aquí estoy! La historia de una oración viral), publicado por Ares.
 
Entonces, ¿qué ocurrió para que Alberto volviera de una muerte segura a la vida plena? El proceso médico, está descrito con gran detalle en el libro donde el propio Alberto relata todas las etapas de su enfermedad desde el punto de vista del paciente. Este es un detalle importante, porque permite a los lectores, incluidos los médicos, conocer algunos aspectos de esta enfermedad que en su mayoría se mantienen en silencio: es muy llamativo escuchar a Alberto -que ha sido sometido a tratamientos médicos realmente invasivos e invalidantes-, decir que lo más terrible a soportar fue el completo aislamiento, la soledad y la falta de contacto con su familia. Dicho esto, si queremos responder a la pregunta: qué o quién "devolvió" la vida a Alberto, nos vemos obligados a ir más allá del ámbito médico-científico.
 
Firmes en la Oración


 
“Yo os digo: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”. (Lc 11, 9-10)
 
Es imposible no pensar en este pasaje del Evangelio de Lucas al conocer la segunda parte de la historia de Alberto. Una "segunda parte" que comenzó el 13 de marzo de 2020, día en el que, tras conocer el positivo de su marido en la prueba del Covid-19, su esposa Chiara, médico, comenzó a escribir en un grupo de WhatsApp, que compartía con algunos amigos, sobre el estado de salud de Alberto, acompañado de una petición de oraciones, que día tras día se hacía más sentida e insistente.
 
Este primer embrión de oración, en muy poco tiempo, se convertiría en un inexplicable fenómeno viral que resultó ser mucho más enérgico que el Covid-19: un arma poderosa que daría a Chiara, en primer lugar, una fuerza y una paz inexplicables, pero que, más allá de cualquier explicación, se extendería más allá de los límites de la tierra.
 
Al compartirse de usuario en usuario, los mensajes de Chiara involucrarán a personas de todo el mundo, harán rezar a monasterios enteros, llegarán a los lugares más impensables: es emblemático el video-mensaje de una monja africana que desde Benín espolea a Alberto y a toda su familia a no rendirse: "¡Ánimo, valor y fe! ¡El milagro se producirá con la gracia de Dios!” Pero, sobre todo, esta gente que reza de verdad hará rezar a personas que ni siquiera creen en Dios, como un amigo de Alberto que le confía en un mensaje: "No creo en Dios, pero esta vez siento que tengo que rezar por ti". Y así lo hicieron muchos otros.
 
El Milagro


 
Desde el punto de vista clínico, no está claro cuál fue el factor que provocó la recuperación de Alberto, también pues, según explica la doctora y esposa Chiara: “En su estado, una recuperación tan clara y repentina no era posible simplemente como una buena respuesta a una terapia”.
 
Todo empezó el día de Pascua, cuando tras otra grave recaída, Alberto inició el ascenso que le llevaría a su completa recuperación. "Recuerdo que aquel día", cuenta Chiara, “pedí al médico de guardia que fuera a la habitación de Alberto y le hiciera escuchar el Regina Coeli: estaba segura de que, aunque en coma inducido médicamente, Alberto podía oír de alguna manera. Pues bien, poco después Alberto empezó a mostrar los primeros signos de recuperación”.
 
Hay dos cosas que hacen sonreír, que parecen dejar la marca del Cielo en todo este asunto. Por un lado, el "¡Aquí estoy!" con el que Chiara comienza cada uno de sus mensajes diarios en WhatsApp dirigidos a los rezadores. Pues bien, aunque ella explica que la expresión se refería simplemente a la expectación que se creaba cada día en torno al estado de salud de Alberto, en realidad ese "¡Aquí estoy!" describe perfectamente la posición que Alberto, Chiara y su familia experimentaban: una sincera apertura a la Voluntad de Dios, que percibían presente de forma misteriosa precisamente en esta dolorosa realidad.  Ese "¡Aquí estoy!" era casi una firma mariana, un rayo de María sobre el pueblo orante que, día y noche, elevaba incesantemente su grito al Cielo.
 
Por otro lado, hay un hecho. Chiara nunca tuvo dudas ni vacilaciones sobre lo que tenía que pedir a Dios: el milagro de la completa recuperación de Alberto. Esta certeza, firmeza y perseverancia se respiraba y pasaba, como por ósmosis, por todo el pueblo orante. Un amigo de la familia, por ejemplo, escribe en el libro que ni siquiera para su padre había pedido, como para Alberto, el milagro de la curación con la misma claridad y lucidez. El mismo sacerdote amigo, Don Giacomo, que durante los meses de enfermedad ofreció la Eucaristía diariamente por Alberto, llega a decir con las palabras del Salmo 119: "¡Oh Dios, no puedes dejar de concedernos esta gracia!".
 
Pues bien, entrando en esta historia podemos ver que esta petición, que parte de la familia y se extiende a todo el pueblo de Dios, no es una petición "caprichosa", "desconsolada" o "desesperada", sino que es una petición iluminada por el Espíritu de Dios, casi como si fuera guiada por el Cielo para preparar el camino para la realización del milagro de su Voluntad.
 
Don Giussani: Una amistad de carne y hueso
 
Hay una última cosa que no se puede pasar por alto en todo este asunto que tuvo lugar entre el cielo y la tierra. Chiara y Alberto cuentan que cuando eran jóvenes universitarios conocieron al padre Luigi Giussani, quien, al conocerlos, les aconsejó cultivar con esmero la amistad que había florecido entre ellos.
 
A partir de ese momento, no sólo creció la amistad entre ambos, que se casaron y formaron su familia, sino que también se aficionaron al movimiento de Comunión y Liberación del que padre Giussani era fundador. Precisamente por esta amistad, Chiara pidió inmediatamente a todos que rezaran a su amigo el padre Giussani para que intercediera desde el cielo por el milagro de la curación.
 
Y de nuevo, en uno de los momentos más difíciles de la enfermedad de Alberto, Chiara pidió que le pusieran su estampa en la almohada: "Necesitaba saber que el padre Gius también estaba allí 'físicamente' para velar por mi marido y siempre supe que respondería a este deseo de mi corazón".
 
Desde el día en que fue colocada en la almohada -a pesar de los diversos traslados de habitaciones y de instalaciones hospitalarias-, la estampita del amigo nunca se ha separado de Alberto y hoy está de nuevo en casa con él, más viva que nunca.
 

Fuente: Constanza Signorelli en La Nuova Bussola Quotidiana

 

Compartir en:

Portaluz te recomienda