La actualidad con mirada de eternidad

"Salen demonios por cada bebé abortado", afirma la testigo de una revelación privada

06 de junio de 2014

Junto al estremecedor testimonio recogido en entrevista difundida a fines de mayo por "el Hogar de la Madre", incluimos un valioso análisis sobre las revelaciones privadas de quien fuera Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, hoy Papa emérito Benedicto XVI.

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Quien aquí hablará falleció y narra lo que experimentó en ese trance. Un libro que detalla sus experiencias, varias decenas de apariciones en prensa digital, escrita y televisión no han disminuido la convicción apostólica de esta testigo de la misericordia. Tampoco en esta entrevista que concedió para un documental que el Hogar de la Madre ha puesto a disposición de los lectores de Portaluz (ver al final) y que reproducimos parcialmente en esta edición.
 
“Es imposible para una persona repetir ‘mil veces mil’ un acontecimiento tan grande, pero ahí está manifiesta la gracia de Dios, que te lleva, que te mueve... El Espíritu Santo es el que hace la obra, no soy yo”, señala Gloria Polo al iniciar.
 
Cuando esta médico odontóloga habla y afirma que lo espiritual es no sólo tan real como la pantalla donde estás leyendo esto, sino que es la auténtica realidad y proclama como determinante, con riesgo de nuestra propia vida, el ‘abrir los ojos’ a ello, no estamos ante una persona fanática, delirante o una títere adoctrinada por quienes pretenden aplastar el sano juicio y libre albedrío.
 
No todo comenzó en 1995 cuando, alcanzada por un rayo, quedó semi carbonizada y sin vida. Lo que desde este instante ocurre adquiere mayor sentido –como don de Dios para salvación del alma de Polo y enriquecimiento de la fe de los fieles- cuando nos enteramos que tras ser criada bajo el yugo machista de su padre se convirtió en una feminista, que no sólo defendía el aborto, sino que ya con 16 años ella misma había abortado…
 
Para una reflexión certera sobre esta revelación privada que testimonia Polo, insertamos al final el análisis del Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, respecto de las visiones de los pastorcitos de Fátima. Su reflexión enriquece y proyecta el testimonio de Gloria (del documento que se adjunta al final, sugerimos en particular leer detenidamente el acápite “La estructura antropológica de las revelaciones privadas”).
 
Gloria, quizás hay personas que ya han oído hablar de Gloria Polo y lo que pasó ese 5 de mayo de 1995 en Bogotá (Colombia), cuando el impacto de un rayo te dejó clínicamente muerta en el exterior de la Universidad Nacional de Bogotá. Pero, seguramente, otras personas escuchan todo esto por primera vez. ¿Quién era y cómo era la doctora Gloria Polo antes de su conversión, cuáles eran los ideales de su vida?

A los trece años me enredé entre malas amistades. Llegué siendo una niña muy, muy buena, llena de Dios, pero cometí la peor decisión… olvidarme de Dios. Desde muy pequeña me dejé seducir por el alcohol, el cigarrillo. ¡Qué lamentable que un joven diga que ser feliz es estar encarcelado dentro de una botella de licor y que esa sea su alegría y que tenga que estar tomada para estar contento! Después caí en la música rock, después en la metálica, me envicié. Empecé a pactar con las cosas que no se deben hacer. Empecé a ver lo malo bueno. Porque el joven no se da cuenta de en qué momento rompe el límite.
 
Quedé encarcelada entre la Nueva Era, la brujería..., porque todo viene junto, no viene así solo. Entonces, uno de joven quiere beberse todo al tiempo, se siente que el mundo le viene pequeño y que a uno no le queda nada grande. Y en ese mismo deseo de querer mostrar al mundo que ya uno es un adulto, cuando se es una pequeña de 13 años, una adolescente, entonces quedé enredada en la pornografía, en el alcohol, en el cigarrillo, viendo normal la promiscuidad sexual -aunque yo no fui promiscua-, pero la veía parte del joven. A los 14 años ya veo a mis amigas abortar, veo la trampa en el enemigo cuando le dicen al joven que usando un condón nada pasa y veo como ellas tienen que ir abortando en el camino de la secundaria y me encuentro con el dolor del trauma post-aborto de mis compañeras, que han ido abortando en la secundaria. Pero ahí sucedió algo malísimo, yo me iba acostumbrando al aborto como parte de la juventud, como parte del joven, como el error que, como no grita el bebé, se acabó y ya. Entonces, eso es lo que hace el enemigo de mi vida, me va acostumbrando al mal, eso hizo también en parte la música. Me influenció para acostumbrarme a la cultura de la muerte. La música tiene una capacidad de meter al joven en la cultura de la muerte.
 
¿También abortaste?

Sí (señala que siendo adolescente). Mi vida adulta anestesió el trauma post-aborto en la vanidad del cuerpo. Caigo en la anorexia, bulimia... Yo maltrataba mi cuerpo, porque dentro de mí me odiaba, me quería destruir…
 
De adulta terminé siendo abortista, pagando abortos. Yo era odontóloga y mi marido en ese tiempo tenía dinero, y lo que yo ganaba en el consultorio lo gastaba llevando a las esposas a que se fueran a las tabernas para que no se dejaran de sus maridos, buscando que la mujer se volviera feminista, que si su marido le era infiel, que ella le fuera infiel el doble. Empiezo a destruir muchos matrimonios, pero yo no pienso que los estoy destruyendo, sino construyendo una mujer que se defiende, porque cuando Lucifer toma tu vida, tú todo lo ves bien, no ves nada mal.
 
Después, pagaba abortos a las chicas que no les funcionaba el preservativo. Mira el circuito que hace el enemigo, te hunde y luego te pone a trabajar, te encarcela y después te hace llevar muchas almas. Mujer abortista, defensora de la eutanasia; me creía muy liberal. Mis valores eran el dinero y la ciencia.
 
En un momento de crisis estuve a punto de suicidarme… Esto fue antes del rayo. En un puente, iba en el carro y en lugar de frenar aceleré, la gracia de Dios hizo que el carro, en lugar de salir del puente, giró en trompo y para. En ese instante, lavada en sudor me dije: “No más, tengo que buscar a Dios. No puedo seguir ahí”. Entonces es cuando voy buscando una iglesia y digo: “No puedo dejar para mañana la confesión, porque mañana no lo voy a hacer, me va a volver a ganar la lógica”. Cuando encontré a un sacerdote, le digo: “Padre, ayúdeme, porque si me muero en este instante voy derecha para el infierno”. Y este joven sacerdote se me queda mirando y me dice: “Usted parece una persona culta, no me diga que tan grande anda creyendo en el diablo, si es que ni el infierno ni el diablo existen”. Este fue el jaque mate de mi vida. Hubo una crisis brutal.
 
Luego encontré un sentido, pero equivocado, en medio de ateos muy intelectuales, personas extraordinarias, finas, agradables, solidarias, pensando en construir un mundo sin injusticias sociales… Digo: “Aquí está la respuesta”: Venimos de la evolución, no existe el alma y cuando yo me muera, todo se acabó. Entonces, ¿Qué hacer? Pues desarrollar mi inteligencia, sobresalir de las mentes iluminadas que someten a los ignorantes. Empecé a ver al creyente como gente sin inteligencia, sin capacidad, que necesitaban creer en algo.
 
Y ese 5 de mayo de 1995 que te cambia la vida, ¿qué es lo que sucede?

Estaba lloviendo muchísimo. Yo estaba a punto de separarme de mi marido, que había caído en la ruina. Entonces él había perdido lo último agradable que tenía para mi concepto. Llegó mi sobrino me coge en gancho (del brazo) y nos vamos saltando hacia la Facultad de Odontología. Llovía muchísimo. Nos cayó un rayo y quedamos sin vida mi sobrino y yo. Mi cuerpo se carbonizó totalmente. Se me desfiguró lo que más amaba, mis senos; las costillas, que yo pensaba que era lo mejorcito que tenía; mis piernas quedaron carbonizadas, mis riñones, mis pulmones, mis ovarios… Todo se quema.
 
Me quedo sin vida como un caucho, pero tengo la experiencia inmensa del amor de Dios, su luz, su presencia… Me siento amada, siento cómo me tiene en sus manos, me abraza en su Corazón. ¡Me siento tan feliz! Veo en la herida de su Corazón, en el fondo de su Corazón, un jardín bellísimo, hermoso, hermoso, con flores vivas, preciosísimo, de amor vivo, de una indescriptible belleza. Y yo quería entrar a ese jardín. Pero cuando voy a entrar me doy cuenta de que no puedo… Entonces siento cómo el Señor me amaba, me ha buscado… y me muestra cuántos sacerdotes, religiosas han sufrido terribles ataques del enemigo, han entregado sus vidas por amor a Dios. Cuántas personas de oración, a las que yo había despreciado, que habían orado por mí. Me muestra cuando yo no los escuchaba… yo no lo quise escuchar a Él. Entonces, en el momento en que Él me empieza a separar de su Corazón, yo siento el dolor más grande. El dolor más grande no fue saber que el diablo existía, porque para mí fue aterrador ver que el diablo existía, sino que para mí el dolor más grande era que me iba a quedar eternamente sin el amor de Dios. Eso es lo más aterrador. Ni todos los millones de demonios juntos son tan terribles como saber que te quedas sin el amor de Dios. El astuto demonio me sacó de la confesión sacramental a los trece años. Nunca más me volví a confesar. Yo era de esas que decía: “Esos... Más malos que yo”. ¿Quién podía ser más malo que yo? Alguien que podía matar a bebés en las entrañas, ese es un criminal terrible, peor que un criminal de guerra, porque está matando a un inocente.
 
Cuando yo me doy cuenta de que iba a estar eternamente sin Dios, el Señor se conmueve cuando mi esposo grita: “¡Gloria, no se vaya! ¡Regrese! ¡Los niños!” ¡Qué grande es el sacramento del matrimonio! A pesar de todas esas heridas que nos hicimos, cuando mi marido llora, el Señor alarga su misericordia y me devuelve a mi cuerpo. Voy al hospital. Mi sobrino muere. A mí me llevan al Seguro Social y me hacen una cirugía. Mis riñones y todos mis órganos internos, que estaban quemados, se colapsan. Entro en coma. Y yo tengo una segunda experiencia ahí. Cuando yo tengo mi segunda parada cardiaca, vuelvo a salir de mi cuerpo y veo como el demonio viene a recogerme. Para mí fue aterrador. Me doy cuenta de que cada pecado es un demonio que entró a habitar conmigo y eran los que me anestesiaban, me daban los deleites y me tenían encarcelada. Eran los que me mandaban que trajera a más personas. ¡Y a cuántas personas llevé! Cuando yo me doy cuenta con horror de que existe el diablo, primero pensé que estaba alucinando, porque me faltaba el oxígeno. Quise hacer un cuadro científico de por qué estaba viviendo ese cuadro clínico, pero llega la sabiduría sobre mí, y me doy cuenta de que no hay nada que hacer: morí en pecado mortal y el demonio venía a recogerme. Así de simple…
 
En las partes de arriba las personas eran hermosas y parecían un sol, vestidas del Cordero de Dios. En la vida terrena, cuando ellas pecan, iban ante el sacerdote y del corazón del sacerdote salía Jesús sangrando y las lavaba, las dejaba limpias, sin mancha. Y cuando comían el Cuerpo de Cristo, Cristo volvía a reconstruir el vestido que habían desgarrado con el pecado. Yo me doy cuenta que son tan hermosas, porque en vida terrena se enamoraron apasionadamente de Jesús Sacramentado y le adoraron. Y en la adoración, Él las sanó y las llevó a amar al prójimo…
 
Cuando llego a los pantanos inferiores, me encuentro a los adúlteros sufriendo horrible, cada pantano era su vida sexual desordenada. En las partes más bajas, encuentro a las personas que promovieron abortos, no hicieron nada por defender la vida… viendo cómo fueron asesinados los bebés gritan sin poder gritar y sangran… es el grito del bebé que asesinaron con su consejo.
 
Veo cómo niños han sido quemados con agua y sal… hasta que queda achicharradito.
 
Veo también cómo han sido destrozados con esa succionadora y cómo ese bebé grita tan duro que toda la creación se estremece y el diablo grita de felicidad. Es un chillido, no es un grito. Millones de demonios gozándose en las clínicas de aborto.
 
Salen y salen y salen demonios, ángeles caídos que son más poderosos que los luciféricos, que son más poderosos que los satánicos. Y salen por cada bebé abortado.
 
Entonces, se lamentan (quienes promovieron abortos) porque ven qué venía a hacer ese niño, si iba a ser un sacerdote, si iba a ser una religiosa, si iba ser un gran médico. Ellos se lamentan porque ven si ese medico se iba a casar, si iba a tener hijos... La generación que destruyeron. Es que no se mata a un bebé, se mata toda una historia, toda una generación. Ellas se veían horribles, se habían confesado, Dios les había perdonado, pero no habían hecho nada para defender la vida, para reparar ese pecado.
 
Cuando yo sigo a una parte plana, se abrió una boca viva, horrible. Como que me chupa, me jala y me voy de cabeza. Entro en ese horrible hueco, se agolpan un montón de demonios que me jalaban, me pegaban, me quemaban. Veo mi alma en pecado mortal, espantosamente aterradora… Cuando empiezo a gritar desesperada, veo otra boca abajo y veo que es la boca del infierno... Es como un caos, yo no sé cómo se llamará teológicamente, yo lo llamo caos…
 
Cuando voy entrando, San Miguel me coge de los pies… y el diablo se burlaba de mí, se burlaban de mí todas esas criaturas, chillaban y entonces yo empiezo a pedir: “¡Virgen Santísima! ¡Niño Jesús!” De eso se burlaban, porque yo tenía a la Virgen y a todos los santos como algo de buena suerte, como algo positivo o algo que traía energías, exactamente como el famoso pecado de santería, de sincretismo, cuando combinas lo santo con lo pagano. Y entonces ellos se burlaban porque yo era una persona llena de sincretismo, era una mujer llena de paganismo. Se burlaban porque yo los llamaba como si se me acabaran las horas y llamo a lo que me trae buena suerte. Después, ya desesperada, grito: “¡Que soy católica!”
 
Cuando grito que soy católica, veo unas escaleritas con muchísima luz encima del hueco. Veo a mi padre en el primer escalón y cuatro escalones arriba veo a mi mamá. Empiezo a gritarles que me saquen. Mi papá llora y empieza a gritar con un dolor impresionante: “¡No, Señor, mi hijita no. Señor, mi hijita no!” Me doy cuenta de que no me pueden sacar, pero sentía el dolor mi papá de verme de cabeza al infierno. Y entonces mi papá se lamenta porque le está dando cuentas al Señor por haber sido un mujeriego, por haber sido machista, porque se preocupó de formarme para la tierra, para ser una profesional, para ser trabajadora, para subir, para no quedarme en la pobreza... Pues esas cosas estaban bien, como mi papá que era, pero se le olvidó que tenía alma. Entonces, el dolor más aterrador de mi papá era responder de eso al Señor. Mamá estaba vestida de blanco, como un sol, estaba más joven, más bonita y ella solo oraba, pero nada le quitaba la paz de su rostro. Mamá fue una mujer orante, eucarística, adoradora del Santísimo, una mujer valiente para afrontar un matrimonio así. Siempre luchó por la conversión de mi papá y nuestra. Y fue una mujer muy dada al prójimo, muy de oración.
 
Yo grito de nuevo que soy católica y, en ese instante, una hermosa voz lo llena todo de paz. Y esa voz me dice: “Muy bien, si eres católica, dime los Mandamientos de la ley de Dios”. Jaque mate, ni idea… Veo también cuando aborto, veo como mi bebé estaba muy grande y lloraba en mis entrañas, cuando sabía que su mamá lo iba a matar, y tenía mucho miedo…Y veo el dolor de Dios…
 
Gloria, ¿cuáles son los pecados que más ofenden a Dios y que tú crees que le quitan al hombre su dignidad?

Bueno, es que no hay un pecado bonito, ¿tú has visto un demonio lindo? Yo creo que no.
 
No he visto ninguno y no quiero verlos (replica la periodista de “Cambio de agujas”)…

(Gloria se ríe)
Todos los pecados son horribles. Básicamente, el aborto es el más aterrador, porque ha llevado a la humanidad a que el hombre pase de ser hombre a ser bestia, porque un animal no aborta. Por debajo del animal llegó el hombre, con toda su inteligencia.
 
Contra Dios, un pecado gravísimo es comer el Cuerpo y la Sangre de Cristo en pecado mortal. Después de haberlo amado tanto, llegar a despreciarlo tanto.
 
La soberbia. A mí, lo que me perdió realmente fue la soberbia. La mente autosuficiente, el que se cree que no necesita de Dios, el que se cree más que Dios, el que dice que no existe Dios porque se cree que vale más que Dios...
 
La mentira no tiene un vestido, no hay mentiras puras ni blancas, todas las mentiras vienen del demonio, que es el padre de la mentira. Lamentablemente, es secuencial, tú te enredas con la mentira y la mentira te va abriendo puertas. Va desgarrando tu alma y van entrando otros pecados...
 
…Pero de los abominables que yo cometí, nada hay tan abominable que el que una madre mate a su hijo. Y qué crueldad que un Dios que nos ama tanto, tenga que recibir tanta herejía, tanto insulto, tanto agravio...
 
¿Qué les dirías a todas esas personas que conocen ahora este testimonio?

Yo les diría: dale la oportunidad a Dios. Dale la oportunidad a Dios y verás cómo cambia tu vida. Y verás lo que es felicidad y lo que es paz, esa paz que se siente en el corazón y que no hay nada ni nadie que te la pueda dar, nadie, ni la persona más linda. Nada, nada vale la pena. Ni el dinero, ni el poder, nada vale. Ni los amantes… Todo es nada cuando te encuentras con el Amor de Dios. Dale la oportunidad porque te está esperando.
 
 
Accede a la entrevista completa (partes 1 y 2) difundida a fines de mayo, en los siguientes videos


Parte 1




Parte 2


 


El análisis del Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre las visiones de los pastorcitos de Fátima encausa el testimonio de Polo


“¿Cómo debemos entender las visiones, qué hay que pensar de las mismas?”, se preguntaba en el documento el Cardenal Ratzinger.

En el centro de su respuesta señala: “El criterio de verdad y de valor de una revelación privada es, pues, su orientación a Cristo mismo. Cuando ella nos aleja de Él, cuando se hace autónoma o, más aún, cuando se hace pasar como otro y mejor designio de salvación, más importante que el Evangelio, entonces no viene ciertamente del Espíritu Santo, que nos guía hacia el interior del Evangelio y no fuera del mismo.”
 
Infórmate del análisis completo pulsando aquí.

 

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