Creen en Jesús y hablan hebreo

19 de abril de 2019

"La separación de la Iglesia y la Sinagoga es algo oculto en el misterio de Dios y se nos revelará al final de los tiempos"

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Benedetto Di Bitonto habla hebreo y tras la JMJ2011 de Madrid inició su camino al sacerdocio en la tierra donde Jesús vivió su pasión, muerte y resurrección. Benedetto fue ordenado diácono en 2018 y vinculado al Vicariato de Santiago -del Patriarcado Latino de Jerusalén- presta servicios en Israel a otros católicos que hablan hebrero como él, varios de ellos trabajadores extranjeros.
 
El Vicariato de Santiago Apóstol está dirigido en Israel por el p. Rafic Nahra, Vicario patriarcal de los católicos de habla hebrea -cuenta Benedetto a revista La Cruz de Jerusalén de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén- y son pequeñas comunidades de católicos que se agrupan en tan solo dos parroquias “en las que todo tiene lugar en lengua hebrea, desde la celebración litúrgica hasta la acción pastoral”, refiere.
 

Esta pequeña comunidad católica de lengua hebrea está formada por israelitas nacidos en familias católicas de judíos conversos, de matrimonios mixtos católico-hebreos llegados a Israel y también trabajadores extranjeros emigrantes. Casi dos mil niños, el doble de jóvenes y sus padres.

 “Desde que estoy aquí, me he encontrado en medio de niños de todos los orígenes y todos tenemos dos cosas en común: creemos en Jesús y hablamos hebreo. Es una experiencia singular que agradezco a Dios de todo corazón”, dice Benedetto.

Este joven diácono, nació en Nápoles y ya a los 18 años sentía la llamada al sacerdocio. A los 24 años, tras licenciarse en Literatura, realizó un período de discernimiento en el seminario de su diócesis de entonces, Puzzuoli. Pero el llamado a servir en Tierra Santa llegaría cuando -con el respaldo de la Universidad del Este de Nápoles- viajó allí para desarrollar una investigación que le permitiría obtener su doctorado…

¿Cómo fue aquél proceso?
En 2011, de vuelta de las JMJ de Madrid con nuestro grupo de jóvenes ‘Perah ha-midbar’ (‘Flor del desierto’), hablé con el Vicario patriarcal de entonces, el P. David Neuhaus, con el que he vivido en estrecho contacto durante siete años, y le expresé mi deseo de ser sacerdote para el Vicariato. Después de obtener mi doctorado, fui admitido en los estudios filosóficos, luego teológicos. Mi ruta no ha sido evidente ya que durante esos seis años de estudios no había ningún otro seminarista en nuestro Vicariato. Eso ha influido en mi percepción de la formación, ya que me ha obligado a establecer relaciones fraternas con varios jóvenes en formación: franciscanos, salesianos y seminaristas árabes del Seminario patriarcal de Beit Jala. Al final soy un poco hijo y hermano de todos. Durante estos años me ha seguido y acompañado el P. Rafic Nahra, que es hoy nuestro Vicario, y con el que vivo, así como con otro sacerdote encargado de la comunidad de Jerusalén y otros que vienen a vivir con nosotros durante periodos de duración variable. Juntos rezamos los Laudes por la mañana (en hebreo). Durante el día cada uno está ocupado en sus propias tareas. A veces comemos al mismo tiempo, entonces aprovechamos para intercambiar algunas palabras sobre las últimas noticias, pero nuestras jornadas son más bien frenéticas y cada uno está ocupado en un campo particular, lo que hace que no nos crucemos “sobre el terreno”, pero por la noche nos juntamos para la misa y la cena. Como Vicariato de Santiago, nuestro deber es asegurar una ayuda pastoral a los fieles católicos que viven en la sociedad israelí, que hablan hebreo y constituyen un acontecimiento único en la historia desde la Iglesia de los primeros siglos: ser una minoría cristiana dentro de una fuerte mayoría judía. Esto quiere decir que se trata esencialmente de pastoral ordinaria (parroquias, catecismo, sacramentos, servicio a pobres y enfermos, etc.) y extraordinaria (campamentos para los niños, actividades especiales para las familias, cuidados y acompañamiento de los jóvenes, peregrinaciones, etc.).

Los católicos, a veces, no son muy conscientes de sus raíces judías: ¿cómo el Vicariato de Santiago ayuda a la Iglesia a volver a su origen espiritual, sobre todo en la formación litúrgica? ¿Organizan encuentros entre católicos y judíos, incluso jornadas de intercambio y reciprocidad? ¿Su experiencia tiene resonancia a escala universal?
No hay lugar a duda en cuanto a que nuestra fe nació dentro del pueblo judío y como cristianos debemos mucho al pueblo de la alianza. Para nosotros lo que cuenta es la expresión de nuestra fe cristiana y nuestra identidad católica en un lenguaje y una forma que se parezcan a la cultura de la sociedad en la que vivimos. No queremos que nuestra fe sea percibida como algo exótico y extraño en el mundo en la que nació y se constituyó. (…) La Celebración eucarística está profundamente enraizada en el surco de la tradición judía y es bueno profundizar un poco los conocimientos de tal realidad, intentando no caer en las actitudes sensibleras o un poco simplistas de aquel que quiere a toda costa imitar ciertas costumbres judías copiándolas en la liturgia cristiana, sobre todo los ritos que se desarrollaron de manera posterior al cristianismo. No hablo de eso, sino más bien de profundizar el judaísmo bíblico, el que conocían y practicaban seguramente Jesús, su madre María y todos los Apóstoles. Y sobre todo aceptar el hecho que el nacimiento de Jesucristo es un giro total en la historia de la humanidad que no se puede ni ignorar ni hacer neutro. La separación de la Iglesia y la Sinagoga es algo oculto en el misterio de Dios y se nos revelará al final de los tiempos. Hasta entonces podemos sin embargo aprender a conocernos verdaderamente, a respetarnos, apreciarnos y trabajar juntos por un mundo más parecido al sueño de Dios. También veo ahí dentro a los creyentes musulmanes, que son miembros también de la familia de los hijos de Abraham, que tienen como nosotros la responsabilidad de difundir en el mundo la luz y el amor de Dios que nos ama a todos.

 

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