"El amor de Dios es incondicional" afirma una mujer que sufría por su orientación sexual

07 de abril de 2017

Lejos de Dios, atrapada en el alcoholismo y una sexualidad que califica como "desordenada", Maribel vivió 30 años sin acercarse al sacramento de la Reconciliación pensando que su vida era feliz y que con su actuar no le hacía daño a nadie.

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En octubre del 2014, Maribel tuvo un encuentro con Dios que cambió su vida. Sin embargo, fue hasta un año y medio después, el 15 de marzo del 2016, cuando nació a una nueva vida después de haber recibido la absolución en lo que fue su primera Confesión en tres décadas.
 
Hoy, la nueva Maribel vive entregada a Dios y a su comunidad, viviendo en castidad, cuenta a Presencia, el diario de su diócesis, Juárez (México).
 
Enojada con Dios
 
Nacida en familia católica, recibió los sacramentos de iniciación cristiana y en su adolescencia perteneció al grupo juvenil, siendo incluso auxiliar de la coordinadora de Confirmaciones.

Pero de un momento a otro se alejó de la Iglesia por más de 20 años, tiempo en el que solo visitaba al templo para llevar a su mamá, aunque nunca ingresaba, excepto los Miércoles de Ceniza, 12 de diciembre y el primero de enero. “Empecé a venir a misa cuando falleció mi mamá. Le reclamé a Dios que ‘se la hubiera llevado’ porque mi mamá se la pasaba en la iglesia. Le dije a Dios que no existía. Después comprendí que Él necesitaba a una persona como mi mamá en el cielo”, cuenta una emocionada.
 
Fue en esa aceptación, hace siete años, que Maribel decidió regresar todos los domingos a la Eucaristía.
 
Creía ser feliz
 
En octubre del 2014, la invitaron a un retiro de evangelización, y aunque nunca pensó asistir, algo en su interior, puntualiza, la llevó al evento. “Mi vida cambió en ese retiro. Ahí sentí la presencia del Espíritu Santo. Sentí que Dios me sacó de ese pasado que me lastimaba y en el que creía que era feliz, pero no”, recordó Maribel.
 
Después del retiro, Maribel se integró a una pequeña comunidad y adentrándose al servicio parroquial, fue invitada a participar como lectora. “Fue una sorpresa que cada vez que proclamaba la Palabra de Dios sentía que me hablaba a mi específicamente y no podía estar lejos de la Iglesia”, afirma.
 
Hasta ese momento la entrevistada rehuía el confesarse, cada vez que su conciencia se lo gritaba. Ella sabía que su vida debía cambiar señala: “Por vergüenza no me acercaba a la Confesión. Mi orientación sexual me daba mucha pena, pero en el momento en que conocí a Dios sentí que todo eso tenía que terminar porque Dios me sacó de ese pasado. Así empezó la inquietud y necesidad de quererme confesar después de 30 años de no hacerlo”, puntualiza.
 
 Conversión y entrega
 
Maribel reconoce que de muchas maneras Dios la llamó a la Reconciliación, pero aunque llevaba más de un año como servidora, no se acercaba a la Confesión. “En el retiro del año pasado (2016) me invitaron a pastorear y una persona me preguntó cómo podía hacer para reconciliarse con Dios. No tuve palabras porque yo misma no lo había hecho, sólo pude decirle que Dios la amaba, que lo hiciera. Entonces reflexioné y decidí acercarme a la Confesión”, señala.
 
Fue el 15 de marzo cuando sus rodillas se doblaron ante el Señor y aunque estaba llena de temores su decisión y la gracia le sostuvo. “Fui llena de vergüenza y entre más cerca estaba del sacerdote, más grande era mi temor, mi miedo y mi vergüenza. Cuando el padre me preguntó cuánto tiempo tenía sin confesarme le dije con lágrimas que eran 30 años, y al decirle el motivo, más vergüenza me dio”, cuenta entre lágrimas.
 
Volver a nacer
 
Al recibir la absolución y experimentar en el alma que sus pecados estaban perdonados, todo cambió e inició libremente una opción por vivir en castidad... “Me sentí libre, ligera, era otra persona, volví a nacer. Me reencontré con Dios y eso ha sido para algo muy hermoso. Ya lo conocía, solo me faltaba la Confesión. Me costó mucho trabajo confesarlo, pero es hermosa la reconciliación con Dios y más poder comulgar cuando no lo había hecho en treinta años”.
 
Esa comunión la vivió como si fuere la primera de su vida, de una nueva etapa donde decidió además entregarse a Cristo en castidad… “Me da vergüenza hablar de mi orientación sexual, pero quiero que sepan que Dios me amaba así como era, pero yo necesitaba cambiar para estar plena como estoy ahora… Puedo engañar a la gente que está a mi alrededor, pero a Dios no. Mi pecado lo he superado, he tenido tentaciones, pero tengo casi tres años que no he vuelto, porque hoy entiendo que es pecado… Quiero gritarle al mundo que se puede cambiar, que el amor de Dios es incondicional. Ese amor me ha cambiado. Los invito a que se acerquen al Señor -en la Confesión- con un corazón dispuesto. Él es el único que puede cambiar nuestra vida… No nací el 16 de agosto, nací el 15 de marzo del 2016, porque ese día me reconcilié con Dios y le dije que sí”, confidencia Maribel al finalizar su testimonio.

 

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