Sin rodeos

Filósofo Antonio Amado reflexiona sobre los graves ataques que padecen el matrimonio y la familia

12 de diciembre de 2013

Contundente, claro en las palabras, directo en sus reflexiones y argumentos. Con solidez su diálogo transparenta la esencia del ser, del matrimonio, de la familia y desnuda el error de un replanteamiento de los contenidos trascendentes que contienen esas realidades de la vida.

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Para Antonio Amado Fernández, connotado filósofo español, académico en la Universidad de Los Andes, consultor de Revista Humanitas y autor de innumerables trabajos académicos, entrevistado por Portaluz, la familia en su raíz y esencia querida por Dios, continúa siendo vital para la consolidación de valores en una sociedad contemporánea desarrollada. Así lo argumenta al ser interrogado por las consecuencias de un cambio en los paradigmas y contenidos legales sobre la familia, que algunos desean en Chile y otros países del continente.
 
 
¿Es aún la familia imagen de Dios?

- Evidentemente. La reflexión sobre la familia en cuanto imagen de Dios supone un concepto de Dios y en línea descendente se piensa sobre la familia. El problema es dónde uno se sitúa. Hay que tener en cuenta que, cuando se habla de la familia, debemos partir de una experiencia común, cercana a los hombres, sobre qué es la familia. Las cosas tienen todas su índole propia, su naturaleza (por decirlo así), aquello que el entendimiento capta como diferencias en ellas. Entonces, hay una cosa que se llama familia, otra que se llama mesa, otra que se llama árbol.
 
Cuando uno quiere pensar en la familia en cuanto imagen de Dios, parte de una idea común que tiene sobre lo que es la familia… Aquello que los seres humanos de forma habitual podemos captar. Entonces para decir que es imagen de Dios, es decir, conoce a Dios. Porque si uno sabe que Dios existe o cree en su existencia, entonces todas las cosas del universo, son de alguna manera vestigios de Dios. También se podría decir imagen, en un sentido muy amplio.
 
En todas las cosas del universo entonces hay una huella de Dios. En ese sentido, en la familia puede haberla.
Ahora, si entramos en la fe cristiana en la que se conoce a Dios como comunión de persona, entonces ahí hay otro elemento ulterior para poder pensar en la familia como imagen de Dios… Porque en este caso, la familia sería imagen de Dios, no sólo de un modo común, en cuanto que Dios es Uno, sino que también sería imagen de Dios como imagen de Dios Trinidad. Ese es el tema.
 
Un concepto de la familia que incorpora el discurso religioso es hoy para muchos experimentado como una negación de la realidad que viven miles. ¿No pueden ser acaso imagen de Dios las familias monoparentales u otras?

- El problema, por decirlo así, es que si uno quiere hablar de “imagen de Dios”, lo primero para que algo sea “imagen de Dios” exige no pretender hacer a Dios según nuestra ilusión. Entonces, lo primero sobre este tema es que hay que referirse a las cosas según su índole propia. Si nosotros queremos decir que todo lo que a nosotros se nos ocurra tiene que ser imagen de Dios, pues, no parece. Esto no es ni para quitar, ni para incluir o para excluir nada. Sencillamente, para poner el punto de partida en este tema. Si nosotros queremos hablar de la familia como imagen de Dios, tendremos que poner aquello de lo que es imagen como lo primero.
 
Si Dios está en nuestro arbitrio, cualquier cosa puede ser imagen de Dios, hasta el pecado. Porque si al final Dios es lo que a nosotros se nos ocurre, hasta el vicio puede ser como vicio imagen de Dios. Ahora, si nosotros ponemos o aceptamos a Dios, ya sea porque lo conocemos por razón natural de una determinada manera, o ya sea sobre todo porque por la fe llegamos a un conocimiento de Dios, como Dios se ha dado a conocer a sí mismo… Si Dios se ha dado a conocer de una manera, quizás con respecto a esta manera no todo resulta como imagen de Dios. 
 
Ahora la fe cristiana en particular -incluso esto es bastante accesible desde la filosofía- encuentra que donde está la huella de Dios es en la naturaleza de los seres. Entonces habrá que ver, si las distintas cosas de las que usted habla o de lo que sea, si corresponden a la índole de la naturaleza de las cosas o no corresponden. Es decir, si usted dice: “Vamos a juntarnos cuatro personas y al mismo tiempo vamos a decir que nos queremos y esto es una familia y esto es a imagen de Dios”… pues, yo creo que, si allí hay un amor entre esas personas, eso será a imagen de Dios. Otra cosa que no por eso es una familia.
 
Siempre que hay un amor verdadero, real, leal, de algún tipo, habrá una imagen de Dios. Ahora, no es lo mismo que dos personas sean amigas -¡y que son amigas!- y eso puede ser imagen de Dios, a ser una familia.
 
Lo mismo que también puede ser un vestigio de Dios… un bosque, en el que hay árboles que se relacionan entre ellos, y esa misma relación de los árboles también es una huella de Dios, si usted quiere. Pero no por eso necesariamente, si es un bosque, pues no es un caballo. Lo que no podemos hacer es que un animal sea imagen de Dios, precisamente como mineral. Pues no es imagen de Dios.
 
¿Está de acuerdo con establecer un acuerdo social para reformular el concepto constitucional de la familia, para acoger así la nueva realidad que viven miles de personas (distintos tipos de familia)? ¿Cuáles son los elementos que debería considerar ese concepto?

-  Hay realidades que son en su propia naturaleza lo que son. Vale decir, usted no puede modificarlas o no modificarlas. En otras palabras, un niño viene al mundo por una relación entre un hombre y una mujer. Pertenece a la perfección de ese niño que, aquellos que lo engendran permanezcan unidos y busquen su perfección, la perfección del niño, precisamente unidos.
 
Esto forma parte de nuestro crecimiento, de nuestro origen. Eso tiene que ver con nosotros. Son cosas que nos están dadas… en nosotros, con una determinada naturaleza por la cual, precisamente el varón y la mujer, uniéndose, y en un determinado tipo de actos, pueden engendrar. La generación de este nuevo ser es la generación de alguien que tiene la misma dignidad de ellos y a la que hay que buscar también su perfección. Como ellos son quienes lo han engendrado, tienen que buscar la perfección de este niño, precisamente continuando aquella cooperación por la que lo engendraron. Esto es una cosa que forma parte de nuestro origen.
 
Evidentemente en nuestro mundo pueden pasar muchas cosas y todo complicarse, pero esto es como constitutivo de lo humano. Entonces, si hay asamblea o no asambleas; si hay mayorías o no mayorías para reformar las cosas… bueno, yo no puedo decir mucho de eso. Lo único que puedo decir es que se puede intentar, se pueden cambiar las cosas, pero lo que no se puede reformar es la índole que tienen las cosas en su propia naturaleza. Ese es el tema.
 
Entonces, más bien yo diría que es interesante reflexionar sobre la familia, sobre la importancia que tiene para la vida social y esas cosas.  
 
¿Qué consecuencias para su visión de la familia católica implica la legalización del llamado matrimonio igualitario (las convivencias de personas del mismo sexo)?

- Bueno, depende. Entre otras cosas hay que ver si las palabras son palabras que se imponen para simplificar cosas que tienen una índole específica. Cuando usted usa el mismo término para cosas que quizá no tienen la misma índole o naturaleza, nos encontramos con un problema.
 
El matrimonio entre un hombre y una mujer -vamos a decirlo así- tiene una índole. Porque es precisamente la entrega del varón y de la mujer, según lo que específicamente significan los cuerpos, en cuanto pueden venir a ser algo uno, que de suyo y en su propia índole específica es posibilitador de la generación de hijos y tú con el matrimonio estás significando ello… Es evidente que eso mismo no lo puedes significar en una unión entre dos personas del mismo sexo.
 
Entonces, si con matrimonio significa precisamente eso, entonces en el otro caso no lo puedes decir. Si tú, con matrimonio significaras una unión donde dos personas se quieren, bueno, eso podría significar muchas cosas. Entonces las palabras, o se ponen para significar algo que es específico o no se ponen para significar algo específico. Entonces no es mayor misterio… si usted me dice: “Dos personas pueden tener una muy buena relación de cariño entre ellas”, bien, si; ¿Pero la palabra matrimonio se dispuso para significar una muy buena relación de cariño entre dos personas?, no creo, ¿verdad?
 
¿Qué factores de la vida cotidiana y de la modernidad atentan o dificultan la estabilidad de la familia como imagen de Dios?

- Creo que el Papa Francisco está insistiendo bastante… ¡Hombre, puede haber un reduccionismo antropológico, una visión del hombre que de alguna manera se cierra a la trascendencia!; unido a todo eso puede darse una mentalidad muy hedonista, muy consumista.
 
Hay que tener en cuenta que la familia, la relación familiar, se constituye sobre un amor, sobre una entrega, sobre un don. En la medida en que haya una postura, ya sea filosófica o cultural, que en definitiva hacen prevalecer al individuo, considerándolo aisladamente y, como si este individuo tuviera que buscar siempre su beneficio… y no pensarlo en relación con los demás, y no pensar al hombre como llamado a la vida plena, a la plenitud de sí mismo, precisamente en la entrega a los otros. En la medida en que hay una visión del hombre incapaz de poner la plenitud del hombre más allá de sí mismo y que termina encerrándolo en sí mismo, evidentemente la familia tendrá que sufrir las consecuencias, porque la vida familiar supone entrega, supone sacrificios, donación, muchas cosas.
 
Finalmente, ¿cuáles son las exigencias mínimas que deben plantearse a los legisladores para preservar a la familia como sustrato del desarrollo moral de los individuos?

- No sé si es un problema de exigencias o no. Lo que pasa es que los legisladores, lo primero que tienen que buscar es el bien común y para ello hay que preguntarse por la índole propia del bien común. Hay que buscar de verdad el bien común. Para eso, no se puede hablar del bien común sin referirnos al hombre… en qué consiste la perfección del hombre, en qué consiste la madurez humana, etcétera.
 
Entonces, una visión del bien común que sea reductiva, que en definitiva esté pensando en términos individualistas, no favorecerá nunca a la familia.

 

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