Graciela dejó a los mormones cuando conoció a Dios en la Eucaristía

08 de diciembre de 2017

En cada Comunión nazco en Jesús. Cada vez que comulgamos, Jesús nos dice en cada palpitar del corazón: «Soy Yo, Yo soy». Escuchen esas palabras en su corazón y lo escucharan en sus oídos. Déjense invadir por Él.

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María Graciela Molina no logró comprender el por qué sus padres, su familia, siendo católicos desde que recordaba allí en Ciudad de Juárez (México), de forma repentina los llevaron a todos a ese lugar… Tenía apenas 8 años de edad cuando la presentaron junto a sus hermanos en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos días. ¡Mormones!

Ella era pequeña pero no se sentía cómoda en ese lugar, recuerda. “Estaba tomando el curso de catecismo cuando mis papás conocieron la iglesia mormona. Mi papá creía mucho en la Virgen de Guadalupe, pero sus familiares se convirtieron a la Iglesia mormona. Platicaron con él, me sacó de la doctrina y ya no hice la Primera Comunión. A esa edad me bautizaron en la iglesia mormona”, comenta aún acongojada Graciela al periódico Presencia de la citada diócesis mexicana.
 
Pero era una niña e inevitablemente los mormones y sus creencias poco a poco se arraigaron como veraces en su mente. Pasaría más de una década hasta que en conversaciones con su enamorado, hoy esposo, comenzarían juntos el retorno a casa… “Conocí a mi esposo en la maquiladora y nos hicimos novios. Él me platicaba de la Iglesia Católica y me invitaba. Nos casamos por el civil y en ese mismo tiempo una de mis hermanas fue a un retiro de evangelización y recibió la efusión del Espíritu Santo”, testimonia esta mujer, hoy feligrés de la diócesis de Ciudad Juárez y confidencia cuánto anhelaba por entonces vivir esa fe de su hermana… “Siempre había ansiado sentir ese fuego, oraba para que me llegara esa unción. Mi hermana me invitó a un retiro de evangelización, pero no sentí nada en ese momento”.
 
Sacerdotes siervos son instrumento de conversión
 
Sin embargo Graciela dice que intuía dónde buscar el encuentro con Dios y así comenzó a participar en las asambleas de oración de la Renovación Carismática Católica. En particular su pasión era la Palabra Revelada…  “Empecé a estudiar mucho a la Iglesia Católica. Como en la iglesia mormona nos tenían acostumbrados a estudiar la Biblia, sé dónde están los Libros de las Escrituras.  Los mormones tienen muy bien entrenados a sus seguidores; desde pequeños los niños entran al catecismo… podríamos decirlo así. Tenía una buena formación mormona”.

Precisamente al ir adentrándose en la comprensión que la exégesis e historia entregan de la verdad revelada en la Sagrada Escritura, no tardó en ver la verdad respecto de cuál es la única Iglesia fundada por Cristo. “Empecé a estudiar desde el primer Papa, que fue Pedro, tomé clases de Biblia. Anduve como una loquita estudiando todo lo de la Iglesia Católica y participando en sus grupos”.

Luego, las homilías de los sacerdotes José Solís y Aristeo Baca que iluminaban la vida cotidiana con la Sagrada Escritura, abrieron aún más su alma para sentirse una hija de la Iglesia Católica. “En aquel entonces iba a misa con mi esposo a la parroquia Natividad del Señor. Cuando el padre Solís empezaba a hablar no quería poner atención porque yo suponía era aún mormona, pero sus homilías me llegaban. También acudía a la parroquia San Lorenzo y me encantaba como hablaba el padre Aristeo Baca”. Graciela terminó convencida, dice, que era Jesús quien le hablaba a través de las homilías de estos dos sacerdotes. Ellos, siervos de Cristo, sin conocerla personalmente, sin saber lo que Dios estaba obrando, fueron instrumento para su conversión.
 
Reencontrando al amado en su Iglesia
 
A pesar de resistirse le era imposible evitar el acudir continuamente a misa. Más aún, agrega Graciela, en el momento de la consagración aunque procurase mirar a otro lado, algo o alguien le obligaba a levantar el rostro para observar lo que estaba pasando en el altar. “En esos momentos mi corazón empezaba a palpitar tan fuerte que sentía que se salía de mí. Era ese fuego del Espíritu Santo”, dice hoy feliz.
 
La sentencia evangélica… “Dichosos los invitados a la mesa del Señor”, fueron palabras que repicaban en su alma mientras observaba a los fieles avanzar a recibir en la Comunión ni más ni menos que a Dios mismo. ¿Estaría disponible también para ella? se preguntaba. “Mi esposo me decía que la Comunión es recibir el cuerpo de Cristo. Entonces, cada vez que pasaba junto a mí una persona que acababa de comulgar sentía una emoción que embargaba mi alma y me preguntaba qué era eso que sentía… podía captar en las personas un palpitar que llegaba hasta mí”.
 
Llegó un momento en que le parecía ya no poder resistir la necesidad de comulgar. Su esposo entonces intentó explicarle de la mejor forma el por qué no podían… y entre otras razones porque estaban en pecado  al no estar casados sacramentalmente por la Iglesia. “Cada domingo era para mí un sufrir, sentía una necesidad, un hambre de ir a comulgar y le pregunté a mi marido qué teníamos que hacer para probar a Jesús. ¡Ya no quería estar en pecado, me sentía la más pecadora!”
 
Recibiendo al Amado
 
Primera Comunión de Graciela en su matrimonio

Con esa certeza Graciela y su marido comenzaron un camino de catequesis para retornar a la Iglesia, recibir el sacramento del matrimonio y finalmente poder comulgar. Como un gesto de amor a Dios ella, sin saber que ya estaba embarazada, decidió no tener intimidad con él hasta recibir los sacramentos. “Hicimos las pláticas pre matrimoniales en el CECADE con Tere y Hugo Almada, me quedé encantada. Ingresamos al MFC en una comunidad y el padre Humberto Haro me preparó para recibir mi primera Comunión porque sólo estaba bautizada y confirmada. Me confesé, nunca lo había hecho, pero el padre me fue guiando”.
 
Graciela dice que no quiso hacer fiesta, pues lo más importante para ella era recibir el sacramento. “No me preocupé por la fiesta, no quería distraerme en eso, solo me interesaba estar bien ante Dios, ni siquiera me compré vestido largo, ese día quería llegar pronto al altar. Nos casamos en la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús. Al ir al altar sentí un gozo en mi corazón y lloré de emoción. Cuando tomé a Jesús, sentí algo hermoso… y es así hasta la fecha”.
 
La fuerza del testimonio
 
El impacto de la conversión que testimoniaba Graciela (imagen adjunta) alcanzó a toda su familia. Una de sus hermanas fue la primera en convertirse a la Iglesia Católica, luego siguieron sus demás hermanos y sus padres. “Sólo mi hermana mayor, que en paz descanse, siguió en la iglesia mormona, ella nos decía que éramos hijas de perdición, pues siempre nos dijeron que la Iglesia Católica era la ‘ramera’ y el papa, la bestia. Los mormones nos decían que podíamos ir a cualquier iglesia, menos a la católica”, lamenta y testimonia su alegría al poder compartir con sus padres…  “todo lo que Señor ha hecho en mí, pues me ha dado dones que no conocía. Cuando aprendí a rezar el Rosario, través de la Virgen María, empecé a conocer a Jesús. Después mi mamá y mi papá decidieron casarse por la Iglesia, ella vestida de novia y mi papá en su silla de ruedas. Les hicimos una boda en grande”, cuenta emocionada y prosigue...

“El Señor me trajo de la iglesia mormona… En cada Comunión nazco en Jesús. Cada vez que comulgamos, Jesús nos dice en cada palpitar del corazón: «Soy Yo, Yo soy». Escuchen esas palabras en su corazón y lo escucharan en sus oídos. Déjense invadir por Él. No hay nada que nos haga palpitar el corazón como el amor de Jesús. Cada Eucaristía es un «te amo» de Jesús. Le doy gracias a Dios que me trajo nuevamente a casa”.

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