Impactante testimonio de un milagro: "Por favor, Cardenal Newman, ¡haz que se detenga la hemorragia!"

05 de julio de 2019

"Me desmayé en el piso del baño por debilidad y desesperación". Al volver en sí, sintiendo que perdería al bebé y también angustiada por sus hijos en el piso de abajo, creyendo que podría morir allí -testimonia Melissa Villalobos-, pronunció con el alma su memorable oración…

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Melissa Villalobos tiene 42 años y por años prefirió el anonimato sin revelar a medios de comunicación detalles del milagro que la une al cardenal John Henry Newman; en virtud del cual será canonizado el próximo 13 de octubre de 2019 por el Papa Francisco.
 
Pero el pasado 2 de julio, Melissa rompió el silencio haciendo público su nombre y contando al Chicago Catholic que escuchó hablar por primera vez de Newman el año 2000, en un programa de EWTN en el cual eruditos y sacerdotes destacaban la obra y legado de este Cardenal. Escuchar que John Henry Newman era un converso al catolicismo, después de haber sido uno de los clérigos más importantes de la Iglesia Anglicana en Inglaterra, captó el interés de Melissa.
 
Once años después surgiría en ella una espontánea devoción hacia este venerable hombre de Dios cuando su esposo trajo a casa un par de estampas con la foto del Cardenal Newman. “Puse una en el salón familiar y otra en nuestro dormitorio principal", relata esta madre de siete hijos que vive en los suburbios de Chicago.
 
Cada vez que miraba la imagen de Newman en la estampa, dice Melissa, podía percibir en su fuero íntimo un cierto bienestar espiritual. Comenzó así a vivir una particular práctica devocional… tomaba en sus manos la estampa del cardenal y mientras se paseaba por su casa le rezaba pidiendo su ayuda por las necesidades de sus hijos, esposo y las propias de ella misma. “Realmente comencé a desarrollar un diálogo muy constante con él", cuenta esta profesional graduada en la Facultad de Derecho de la Universidad de Northwestern (Illinois, U.S.A.)
 
La fe de Melissa manifiesta en estas oraciones, recibiría una respuesta extraordinaria de Dios el año 2013. Para entonces ya tenía cinco hijos, uno de ellos fallecido por aborto espontáneo y estaba de nuevo embarazada.
 

Al cumplir el primer trimestre, a comienzos de mayo, comenzó un día a sangrar y acudió de urgencia al médico. El ultrasonido reveló que su placenta estaba parcialmente desprendida de la pared uterina y además un pequeño agujero en la placenta generaba la hemorragia. Había presencia tambièn de un hematoma subcoriónico, que es un coágulo de sangre en la membrana fetal. Era dos veces y medio más grande que el tamaño del bebé. Los médicos sólo podían indicarle reposo.

El viernes 10 de mayo de 2013, Villalobos regresó a la sala de emergencias porque el sangrado había empeorado. El médico insistió en que debía guardar estricto reposo durante “todo” el embarazo. La indicación era casi imposible de cumplir pues el esposo de Melissa debía trabajar, ¿Quién cuidaría de los cuatro hijos de 6, 5, 3 y 1 año de edad respectivamente? “La idea de que yo podría acostarme en la cama desde el 10 de mayo hasta el 1 de enero sin hacer prácticamente nada no era posible".

En esas circunstancias el médico les advirtió que el aborto espontáneo era muy probable y si el bebé sobrevivía enfrentaría altos riesgos por lo prematuro. Con el corazón apesadumbrado Melissa regresó a casa y aunque permaneció en cama el fin de semana, la hemorragia continuaba.  “Pensé: «Dios, ¿cuánto más puedo seguir así? ¿Qué más puedo hacer?»", recuerda.

A esto se sumó el hecho de que David, su esposo, tuvo que regresar a trabajar el lunes y saldría el miércoles fuera de la ciudad por un viaje de negocios obligatorio. Así fue que el 15 de mayo David salió temprano de casa. "Esa misma mañana -relata Melissa- me desperté en la cama en un charco de sangre. Mi esposo ya estaba en un avión de camino a Atlanta". Pensó en llamar de emergencia al 911 pero luego desistió porque no tenía quien cuidase de sus hijos si a ella se la llevaban. Melissa no tenía casi opciones y lo sabía.
 
Como pudo se aseó y se fue a preparar un desayuno simple para sus hijos y les pidió con inusual firmeza que no se movieran de sus sillas. Su temor era que se levantaran de los asientos corriendo, cuando en ese momento ella no estaba en condiciones de evitar que se pudieren lastimar o que se acercaren y vieran casualmente algo de la hemorragia que continuaba... “No quería traumatizarlos", dice Melissa.

Con dificultad logró subir a su habitación, cerró la puerta, luego entró al baño y se dio cuenta que al haber subido las escaleras la hemorragia aumentaba.

"Me desmayé en el piso del baño por debilidad y desesperación”. Al volver en sí, sintiendo que perdería al bebé y también angustiada por sus hijos en el piso de abajo, creyendo que podría morir allí -testimonia Melissa-, pronunció con el alma su memorable oración:
 

"Entonces le dije: «Por favor, Cardenal Newman, ¡haz que se detenga la hemorragia!». Esas fueron mis palabras exactas. En ese momento, tan pronto como terminé la frase, la hemorragia se detuvo". Se levantó del suelo y verificó que no había más hemorragias y continuó orando así: "Gracias, Cardenal Newman. Gracias. En ese momento, el aroma de las rosas llenó el baño. El aroma más fuerte de rosas que he olido en mi vida. Inhalé profundamente durante unos segundos y entonces el aroma desapareció y dije sin pensarlo: «Cardenal Newman, ¿acabas de cortar esas rosas? Gracias». Y entonces hubo una segunda ráfaga de aroma a rosas. Sabía que era él."

Melissa Villalobos instintivamente -dice- sabía que ella y su bebé estaban bien. Bajó apresuradamente para ver cómo estaban sus otros hijos y los encontró tranquilos, sentados en sus sillas. "Pensé en ese instante: ¡Oh, Dios mío! Mi bebé está bien! Estoy bien. Estoy bien. Mis cuatro hijos están bien. Todos estamos bien. Y dije: «Gracias, Cardenal Newman». Fue entonces cuando percibí el olor a rosas por tercera vez...”.

Esa tarde la sanación de Melissa Villalobos fue confirmada mediante ultrasonido. El médico le dijo que todo estaba "perfecto" y que ya no había agujero en la placenta. La bebé Gemma nació el 27 de diciembre de 2013 después de un embarazo completo, pesando 3 kilos y seiscientos gramos, sana.
 
Melissa Villalobos esperó hasta después de que Gemma naciera para reportar el caso a la causa de canonización del Cardenal Newman. En el otoño de 2014, representantes de la causa de Newman visitaron Chicago y se reunieron con Villalobos y su esposo.
 
 

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