Intimidades de alcoba que dejan huella: "Necesitas de Dios para vivir el sacramento del matrimonio"

06 de septiembre de 2019

"¡Dios ha sido tan bueno con nosotros! Nos ha probado y nos ha abrazado. ¡Me encanta nuestro viaje, ver cómo Dios nos ha llevado y ha cambiado nuestros corazones!"

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La historia de Aaron y Deena Decker tiene espacios comunes, cotidianos y otros que rozan los tonos intensos de una historia de película.
 
Chico conoce chica, se hacen amigos. Unos años después, el chico le pide a la chica una cita. Antes de que la emoción pierda consistencia se enamoran y luego estarán de boda en la iglesia; una cosa iba llevando a la otra hasta la boda en el altar, una romántica luna de miel y, en una semana, el bebé que ya venía en camino… Parece el guion habitual mil veces repetido en el cine, la zona dulce del amar… Sin embargo, en esta historia -publicada por Faith, portal de la diócesis de Lansing (USA)- hay hechos entre líneas, cotidianos; y es en ellos donde el amor de Dios sostiene la aventura que moldea las almas de quienes abrazan el sacramento del matrimonio.
 
Deena, mientras mece en brazos al bebé de la familia y sentada junto a su esposo Aaron, abre el diálogo desnudando esas intimidades de alcoba que dejan huella: "Nuestro primer año de matrimonio fue muy duro, especialmente aprendiendo a vivir juntos como pareja. Desde la universidad, siempre he vivido con otras personas, así que estaba acostumbrada a tener a alguien con quien pasar el tiempo. Pero esperaba estar con Aaron todo el tiempo…"

Nada más escucharla los ojos de Aaron se abren de par en par y comenta:  "Bueno, yo era un soltero acostumbrado a vivir solo y a tener mi propio tiempo. De repente, ¡tenía que compartirlo todo! Ese fue un gran desafío para mí. Discutíamos constantemente", reconoce.

Deena sonríe, sigue meciendo al bebé y continúa: "Además de eso, estuve muy enferma durante mi primer trimestre. Las náuseas matutinas hacían difícil poder hacer las cosas que hubiera querido para él y nuestro matrimonio. Luego del parto tuve una recuperación difícil y además vino la privación de sueño una vez que Evelyn nació. Nos mudamos a Fenton con la mutua decisión de que me quedaría en casa con nuestros hijos. Intentar aprender a ser una madre que se quedaba en casa y manejar un nuevo hogar sin conocer a nadie en nuestra nueva comunidad fue un reto para mí".

Aaron, con un movimiento de cabeza asiente y agrega que mientras ella pasaba por esto, él… “conducía 40 minutos mañana y tarde hacia y desde mi trabajo de ventas; luego, ya de noche, me esforzaba por hacerme cargo de la paternidad y de la casa… El matrimonio fue muy duro por entonces”, dice en un susurro.

Comenzaron a participar de la Eucaristía dominical en la parroquia San Juan Evangelista, y en el primer boletín mensual que recibió Aaron leyó de un encuentro llamado “Alianza de Amor” para matrimonios y parejas comprometidas. Le preguntó a Deena si quería ir.

"Nuestra primera vez llevamos a Evelyn al gimnasio donde ofrecían cuidado infantil gratuito", recuerda Deena. "Luego subimos, cogimos etiquetas con los nombres y entramos en una habitación llena de caras nuevas. Recuerdo las palomitas de maíz y los dulces en las mesas, las bebidas durante la hora social y la sensación de nerviosismo. ... No me siento muy cómoda conociendo gente por primera vez. Tomamos nuestros platos y nos sentamos a comer con otras parejas. Luego, después de la cena, los líderes presentaron un tema que inició el diálogo alrededor de las mesas. Al poco tiempo, me estaba divirtiendo mucho. Hemos vuelto muchas veces. Esa primera reunión abrió una puerta”
 
Hoy son activos miembros de la comunidad parroquial. Aaron entrena el equipo de softball y juntos con Deena ayudan a otras parejas con la preparación para el bautismo. Este compromiso con su fe fue impulsado tras asistir a un “poderoso” fin de semana de Encuentro Matrimonial destaca Aaron… "Había un montón de cosas sobre la mesa para que cada uno escribiera sobre ellas y luego las discutiéramos. No parábamos de decir: 'Oh sí, eso es algo de lo que tenemos que hablar'. El matrimonio es realmente desafiante. Necesitas de Dios para vivir el sacramento y para que esté en el centro cada día. ¡Es muy difícil cuando Deena está enfadada conmigo! No es una gritona, así que si está enfadada dirá: '¿Sabes qué? Necesito un minuto. No me voy a enojar por mucho tiempo, pero necesito un minuto ahora’. Es entonces cuando trato de disculparme y reconocer rápidamente el dolor que siente. Sin Dios y la gracia del sacramento, las luchas pueden parecer insuperables. Pero con Dios en el centro, el matrimonio es maravilloso y alegre, incluso en las luchas".
 
Deena comenta que coincide con la reflexión de su esposo. Él observa a su hijo Cassiano durmiendo al ritmo del corazón de su esposa y da pública gratitud por la gracia recibida... "¡Dios ha sido tan bueno con nosotros! Nos ha probado y nos ha abrazado. ¡Me encanta nuestro viaje, ver cómo Dios nos ha llevado y ha cambiado nuestros corazones! Realmente disfruto estar cerca de ti", le dice a Deena, agregando: "y me alegro de que tengamos nuestra fe para compartir, sabiendo que nuestro trabajo es ayudarnos mutuamente a llegar al cielo".

 

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