"Jesús nos dice que para seguirlo es necesario renunciar a las pretensiones del orgullo propio, egoísta…" dice el Papa

17 de septiembre de 2018

"Jesús nos dice que, para seguirlo, para ser sus discípulos, es necesario renunciar a nosotros mismos, o sea, renunciar a las pretensiones del orgullo propio, egoísta, y tomar la propia cruz"

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Este domingo 16 de septiembre de 2018, antes de compartir algunas breves enseñanzas y el rezo del Angelus, el Papa ha regalado un crucifijo a cada uno de los miles de peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro.
 
“Hoy, dos días después de celebrar la Crux Gloriosa (fiesta, 14 de septiembre) pensé en ofrecerles a ustedes, presentes en la plaza, un crucifijo. El crucifijo es el signo del amor de Dios que en Jesús dio la vida por nosotros. Les invito a aceptar este regalo y a ponerlo en vuestra casa. Llevadlo a vuestras casas, a la habitación de vuestros hijos o de los abuelos... No es un objeto decorativo sino un signo religioso, para contemplar y orar. Mirando a Jesús Crucificado miramos a nuestra salvación… En la Cruz de Cristo está todo el amor de Dios, está su inmensa misericordia”, dijo el Papa.
 
Luego, reflexionó el Vicario de Cristo sobre la pregunta central del Evangelio del día: ¿Quién es Jesús? Y recordó a todos que: “La profesión de fe en Jesucristo no puede limitarse a palabras, sino que debe ser confirmada por las decisiones y los gestos concretos, por una vida caracterizada por el amor de Dios, una vida grande, una vida con mucho amor por el prójimo”.
 
“Jesús nos dice que, para seguirlo, para ser sus discípulos, es necesario renunciar a nosotros mismos, o sea, renunciar a las pretensiones del orgullo propio, egoísta, y tomar la propia cruz”, dijo el Pontífice.
 
Antes de interpelar directamente a los Doce, prosiguió reflexionando el Santo Padre, Jesús quiere escuchar de ellos qué piensa de él la gente, y sabe bien que los discípulos son muy sensibles a la popularidad del Maestro.  Pero en realidad, como dijo el Papa Francisco, a Jesús no le interesan los sondeos y el chismorreo de la gente. Él no acepta ni siquiera que sus discípulos respondan a sus preguntas con fórmulas ya elaboradas, citando personajes famosos de la Sagrada Escritura, porque una fe que se reduce a las fórmulas es una fe miope.

Jesús nos da a todos, una regla fundamental: “El que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará". Para entender esta paradoja, dijo el Papa, es necesario recordar que nuestra más profunda vocación es el amor, porque estamos hechos a imagen de Dios que es amor. A menudo en la vida, por tantos motivos, nos equivocamos de camino, buscando la felicidad en las cosas, o en las personas que las tratamos como si fueran cosas.

Pero la felicidad la encontramos solamente cuando el amor, el verdadero, nos encuentra, nos sorprende, nos cambia. “Lo demuestran los testimonios de los santos”, afirmó el Papa concluyendo su alocución pidiendo a la Virgen que nos ayude a caminar en su camino, gastando generosamente nuestra vida por Él y sus hermanos.
 
 
 

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