La corona de la Virgen de Luján: Millones de peregrinos que oran, se confiesan, comulgan y 20 mil bautizos al año

26 de julio de 2019

El rector del Santuario comparte en Portaluz las gracias que él ha recibido y las que reciben los devotos que acuden masivamente ante el altar de la Basílica donde una pequeña imagen de la Virgen María los recibe desde 1630.

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Para muchos católicos argentinos peregrinar a la Basílica Nuestra Señora de Luján, es un signo devocional de fe y amor a la Madre de Dios que realizan al menos una vez en sus vidas.
 
En 1630, de forma milagrosa llegó y permaneció hasta nuestros días en ese lugar -por entonces un desolado paraje de la llanura pampeana-, una pequeña imagen de la Virgen María, en la advocación del misterio de la Purísima Concepción (ver más adelante video que relata la historia). Hoy esa misma pequeña figura mariana -de tan solo 37 cms. de altura, vestida con los colores azul y blanco de la bandera patria- permanece situada sobre el altar mayor de la Basílica, donde los fieles en cada eucaristía depositan junto con las ofrendas su agradecimiento, necesidades, sueños y la vida misma.
 
En particular acuden con esperanza desde las periferias quienes se saben pobres de alguna forma, pues fue precisamente uno de ellos -esclavo y conocido como “Negro Manuel”-, el primer devoto que consagró su vida al cuidado de la pequeña imagen. Yo soy de la Virgen decía y narraba los extraordinarios sucesos relacionados con la imagen. Animando así, desde esa solitaria llanura, la devoción hacia quien sería llamada con el paso de los años Nuestra Señora de Luján y reconocida además como patrona de Argentina.
 
Este Santuario por su historia, cifras en bautismos, número de peregrinos, confesiones y comuniones impartidas cada año -además de las conversiones, sanaciones u otras gracias particulares-, posee un indiscutido impacto evangelizador y para el fortalecimiento de la fe. Por ello Portaluz visitó la Basílica Nuestra Señora de Luján y entrevistamos al rector del santuario, padre Daniel Blanchoud (ver en imagen adjunta).

Mediadora de gracias

 “Estar acá en el santuario es una gracia imposible de medir porque cada día y en cada momento aparecen situaciones que decís «¿Cómo obra la Virgen no?» Antes de venir a hablar con ustedes, estuve confesando y realmente son situaciones que vos decís que acá lo trajo la Virgen...”, comenta padre Daniel agradecido de poder servir a Dios y a la Virgen en esta Basílica:

“Es un lugar de gracia por excelencia, estar acá es una bendición”.
 
Bien lo sabe él pues fue salvado en su infancia -según nos testimonia-, gracias a la fe de su madre y la bondadosa intervención de la madre de Dios. Tenía apenas “cinco meses”, dice el sacerdote, cuando enfermó presentando “una convulsión muy grande… me había puesto morado”.  Sus padres corrieron con él en brazos las doce cuadras que les separaban del hospital. Una vez allí, al ver que los médicos no lograban hacerle reaccionar y temiendo que podía morir, su madre le contaría cómo se fue llorando a rezar ante una imagen de Nuestra Señora de Luján.
 
Con algo de humor el padre Daniel relata lo que sucedió en ese momento cuando su madre le suplicaba a la Virgen que lo salvase: “Parece que había un trato de madres; mi madre le diría: «Cuídame al nene» y la Virgen le habrá respondido: «Yo te cuido el nene, pero ahora el nene es mío»”.

Efectivamente se sanó y desde pequeño comenzó a mostrar su cercanía con el futuro ministerio sacerdotal al que se entregaría para servir a Dios. “El 5 de marzo de 1981 a los 21 años yo entraba al seminario, y ya tengo 30 años de cura”, rememora padre Daniel.
 
Santidad de vida del “Negro Manuel”, siervo de la Virgen



Dice el sacerdote que desde 1630, tras llegar la imagen a ese lugar donde hoy se erige la Basílica, la Virgen intercede ante Dios en particular para que otorgue gracias de salud a quienes vienen enfermos. Así lo vivió quien sería el primer capellán del Santuario, padre Pedro de Montalvo… “Venía desahuciado a despedirse de la Virgen y el fiel esclavo de la Virgencita, el negro Manuel, le pasó el aceite de la Virgen y le dijo: «Mi amita lo quiere capellán»; y el padre responde: «Para ser capellán necesito una capilla». Luego, ambos levantaron el primer templo acá en Luján dedicado a la Virgen”.
 
El padre Daniel Blanchoud menciona algunos sucesos que indican el cariño y la devoción espontánea que los fieles expresan por el “Negro Manuel”. Al respecto, puntualiza el rector del Santuario, desde 1950 hay registro de conversiones y sanaciones físicas atribuibles a su mediación. Recuerda como ejemplo el caso de un niño de 9 años, paralizado de ambas piernas, sanado luego que sus padres rezaran a Dios pidiendo mediación para sus ruegos al Negro Manuel.
 
Con voz firme el sacerdote trae a colación otro evento extraordinario ocurrido cuando le tocó a él mismo recibir una abuela que le pedía oraciones por su nieto. Los médicos no daban posibilidad alguna de sobrevida al bebé tras el nacimiento, debido a una abertura que comunicaba dos aurículas de su corazón. “Yo le hablo del aceite de la Virgen, le hablo del negro Manuel, le di el aceite, rezamos un rato, ella lo lleva a su nuera que estaba en La Plata con el tema del embarazo y la unge con el aceite”. Al poco tiempo los exámenes mostraban la desaparición de esa deficiencia. El niño nacería totalmente sano y sería bautizado en la Basílica.

La fe de un pueblo
 


Encomendar los hijos a la protección de Nuestra Señora de Luján, bautizándolos en la Basílica, es una de las principales demandas de los fieles. De hecho durante la entrevista al padre rector se estaban celebrando varios bautizos. “Más o menos celebramos 20 mil bautismos al año”, informa el padre Daniel.
 
Pero no menos impactantes son las peregrinaciones nos dice el sacerdote. Solo la peregrinación juvenil del primer fin de semana de octubre, “convoca más o menos un millón de personas”, dice y agrega que “le siguen otras de las colectividades, siendo la más importante la de los bolivianos el primer fin de semana de agosto; llegan más de 45 mil personas”.  Nuestra Señora de Luján, rubrica, es visitada cada año por “entre 7 a 9 millones de personas”.

El don de la vida, un milagro frecuente en Luján

Pero no solo sanar sino también el cuidado de la familia es otra de las gracias que con abundancia reciben los peregrinos. Cita padre Daniel el caso de un matrimonio que llevaba nueve años intentando concebir un hijo y al rezar con ellos pidiendo ayuda a Nuestra Señora de Luján, recuerda haber tenido la certeza de que todo se resolvería…  “Les dije que se quedaran tranquilos, que el año siguiente para esa fecha iban a tener dos bebés, uno y una”, confidencia y se emociona al proseguir relatando…
 
“Los chicos después de la bendición dirían este cura esta re-loco. Yo como que vuelvo y pienso: «¡Cómo vas a decir esto, si te están diciendo que no podían tener familia y vos les estás diciendo que van a tener dos, uno y una!» Quedó así. Al año vino un matrimonio con un carrito doble; les dije: «¿Son mellizos?» Y me responden: «Si padre uno y una». Cuando escuché eso sentí un escalofrío y luego me dicen: «¿Te acordás? Nosotros vinimos el año pasado y vos nos dijiste que de acá a un año íbamos a tener dos; los chicos nacieron ya y a quien tuvimos que cuidar fue a la mamá porque nacieron por parto natural; hoy vinimos, a los tres meses, para visitar a la Virgen que nos dio la gracia»”.



Si quieres conocer más de la historia milagrosa relacionada con la imagen de la Virgen de Luján, accede al Santuario pulsando aquí


 
 

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