Lo que puede provocar en una mujer la "Sed de Dios"

19 de abril de 2019

"En la adoración es cuando realmente liberé todo lo que tenía pendiente…"

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“Desde el primer momento en que entré, pude sentir el Espíritu. Oí la música y me di cuenta de que iba a ser un buen día". Así describe Becky Loveland, la grata sorpresa que tuvo al iniciar aquel Encuentro Diocesano de Mujeres (el año 2017) en el que se había inscrito con unas expectativas mínimas. Su intención era solo pasar un día con su madre, que había estado recibiendo tratamiento para el cáncer. Becky buscaba un día libre de médicos, tratamientos de quimioterapia y estrés. "Realmente estaba buscando algo así como un retiro de un día para reconectarme con mi fe y para que fuera un día saludable y espiritual para que mi mamá y yo pasáramos juntas", comenta al magazine Faith de la Diócesis de Lansing (USA).
 
Hasta aquél Encuentro, destaca, no se había dado cuenta de la caja que había construido alrededor de su corazón debido a todo el estrés que estaba experimentando. "Durante el Encuentro, fue como si la cáscara protectora que yo erigí estuviera agrietada. Antes de este día, pensaba que necesitaba tener el control y hacerlo todo sola. De repente me di cuenta de que tengo un compañero, Dios, que me ayuda a superar todo".

El tema central que era Sed de Dios, le fue palpable a lo largo del día y se clavó en su corazón. "Mi vida había estado tan enfocada en todo lo que sucedía a mi alrededor que no había pensado en mí misma ni había pasado mucho tiempo con Dios. Me sentía culpable de no ser una buena madre, esposa o hija. Estaba frustrada porque no tenía suficiente concentración para cada aspecto de mi vida". Pero en aquellas horas Becky se desenganchó de su discurso negativo. Llegó a comprender que el deseo amoroso de Dios era tener una relación activa con ella. "Desde entonces, tengo conversaciones con Dios todos los días. Escucho y reflexiono. Ahora cuando me despierto, antes de levantarme de la cama, rezo para que Dios me guíe a lo largo del día".

Dios, cercano en los testigos
 

Le ayudó -dice Becky (en imagen adjunta)- aquella compilación temática que unía a oradores que daban testimonio de su experiencia de Dios, con reflexión, Adoración Eucarística y música sacra, cada una de las cuales parecía hablar directamente a su corazón. "Todos los mensajes se referían a lo que yo vivía como madre trabajadora, hija de una madre enferma, construyendo una nueva casa, mi relación con mi marido. Recuerdo haber sido particularmente cautivada por la música y las letras. No había escuchado música cristiana desde la escuela secundaria y había olvidado el mensaje positivo que transmitía...”

"Otra cosa que con fuerza captó mi atención fueron los testimonios. Una de las oradoras era una mujer que tuvo un aborto, y la idea del perdón total realmente surgió de su charla. No sólo ella, sino que cada uno de los oradores definitivamente transmitían el perdón, el amor de Dios en la vida de tal manera y me quedó claro que tener a Dios como mi compañero era mi decisión. No me había dado cuenta de que ya lo tenía conmigo y cómo podía abrir mi corazón".
 
Adoración que libera

Este día transformador incluyó adoración y misa. "En la adoración es cuando realmente liberé todo lo que tenía pendiente. Ese tiempo tranquilo para una oración realmente intensa fue un momento de limpieza para mí. Y la misa, al final del día, me dio la oportunidad de volver al mundo real. Me devolvió a mi vida cotidiana y me dio el cierre del día de una manera familiar y espiritual", explica.
 
Hoy el poder transformador de aquel Encuentro es muy evidente en sus expresiones, en su comportamiento dice Becky. Su metamorfosis es visible para sus hermanos, que le dicen es una persona diferente, viviendo mucho más por el Espíritu Santo. Todo ello ha impactado la manera en que ella cría a sus tres hijas para que tengan una mayor relación con Dios. Su claridad se nutre, destaca, de la Eucaristía.

"Al entrar en aquel Encuentro de mujeres", explica, "sentí que el peso de todo en mi vida descansaba sobre mis hombros. Me fui con un estado de ánimo completamente diferente. Al salir, supe que tenía un compañero en Dios Padre, Jesucristo y el Espíritu Santo. Me sentía más ligera. Tenía la certeza de saber que, gracias a la sed de Dios, ninguno de nosotros está solo. ¿Qué tan liberador puede ser esto?"
 
 

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