Nació pobre, en una familia disfuncional y un barrio dominado por "narcos". Dios lo salvó del infierno

07 de enero de 2021

"Recuerdo mi espiral descendente y las innumerables noches que regresaba a casa al amanecer, en estado de embriaguez, con mi madre acostada en el sofá o de rodillas, rezando el rosario y luciendo exhausta. Sus acciones me recuerdan a Santa Mónica y el amor que tenía por su hijo descarriado, Agustín…".

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Nació en Yonkers, Nueva York, cerca del Bronx, de padres que habían emigrado desde la República Dominicana. El padre de la familia Gutiérrez trabajaba en la construcción, mientras que la madre se encargaba de cuidar a Elvis y su hermana mayor. Eran católicos devotos y a fuerza de trabajo el matrimonio logró enviar a su hija e hijo a una escuela católica cercana. Cada jueves por la noche la madre regresaba tarde después de trabajar como voluntaria en el bingo de la escuela. Con este y otros empleos esporádicos lograban cubrir el presupuesto familiar de cada mes.
 
Como la mayoría de los niños -cuenta Elvis en un artículo testimonial publicado por Coming Home Network- no se planteaba mayores interrogantes sobre su fe. “Yo creía en Cristo y reconocía que María era mi madre espiritual; eso era todo”. La irrupción del tráfico de drogas, como algunos cambios culturales en el barrio donde vivía, le impactaron y sedujeron al punto de poner en entredicho sus creencias duran te la adolescencia y juventud.

Hijo de inmigrantes



“El hip hop se expandía por las calles a cualquier hora, y los traficantes de drogas vendían sus productos a plena luz del día. Había un acuerdo tácito entre los traficantes y los residentes: la gente de la comunidad hacía la vista gorda a los traficantes, y los traficantes los dejaban en paz, incluso actuando de forma agradable con los residentes. Recuerdo haberlos visto ayudando a llevar bolsas de víveres para las ancianas y desearles una buena noche. Todo esto era algo común en mi infancia, aunque ahora, como adulto, siento una profunda tristeza por los niños que deben crecer en un entorno así”.
 
A medida que fue llegando la adolescencia se enamoró de la música hip hop y sus letras reactivas contra el sistema. Algunos de sus amigos eran estudiantes honrados y otros, con los que había crecido desde la infancia, eran traficantes de drogas. Por entonces su padre comenzó a viajar a República Dominicana, donde podía permanecer hasta seis meses seguidos, recuerda Elvis y la madre casi no pasaba en el hogar yendo de un trabajo a otro para solventar los gastos; entonces, los referentes de Elvis eran solo los personajes ficticios de la TV y los traficantes del barrio.  
 
Sabía que era algo malo la droga y un peligro latente el relacionarse con traficantes, pero continuaba relacionándose con ellos y no fue sino hasta la llegada de un ex seminarista franciscano, llamado Anthony Fellicisimo, “Tony”, que algo pareció cambiar en el barrio. “Aprecio mucho a ese hombre, por lo que hizo por nosotros los niños. A Tony le escupían, le sacaban cuchillos, lo humillaban e insultaban, pero seguía intentando ayudar a los jóvenes. Era una figura paterna para muchos que no tenían un padre en casa”.
 
En 1996, Tony trajo a dos seminaristas franciscanos (CFR) para que lo ayudaran en el centro juvenil Shepherd's Place. Elvis -aunque ya tenía por ídolo al rapero Tupac Shakur- no pudo evitar hacer amistad con uno de ellos, quien se convertiría luego en sacerdote, el padre Brian Sistare. “No recuerdo las historias que me contaba, pero sí cómo me hablaba del amor de Cristo de una manera que era comprensible y reconocible”, recuerda.

Persiguiendo el éxito que ofrece el mundo



Al cumplir 18 años, Elvis se alejó de todo vínculo con Dios. Tras años “perdido, sin ninguna dirección en la vida” -reconoce- logró finalizar una formación como Técnico en Emergencias Médicas del Estado de Nueva York (EMT calificado) y en paralelo estudió música, llegando a crear un sello discográfico. Su objetivo -sincera- era ser un “magnate de la música”.
 
El 11 de septiembre de 2001, siendo un profesional de emergencias ayudó a rescatar personas desde la zona cero del World Trade Center.  Pero incluso después de afrontar esta tragedia, tocando el sufrimiento extremo y la pérdida de vidas… “seguía sin buscar a Dios. Sentía que lo tenía en mi corazón, y eso era suficiente. Pero incluso a través de todas estas situaciones, estaba perdido en mi ignorancia. Había dejado ir a Dios, pero Dios nunca me dejó ir”.
 
A las pocas semanas conoció a una mujer casada e inició una relación de amante clandestino con ella. La mujer quedó embarazada y, contra la voluntad de Elvis, abortó, generándose un quiebre en la relación. Dejó de trabajar como paramédico porque era incapaz de afrontar las exigencias. Tenía sólo 23 años y estaba destrozado física, mental, emocional y espiritualmente. “Recuerdo mi espiral descendente y las innumerables noches que regresaba a casa al amanecer, en estado de embriaguez, con mi madre acostada en el sofá o de rodillas, rezando el rosario y luciendo exhausta. Sus acciones me recuerdan a Santa Mónica y el amor que tenía por su hijo descarriado, Agustín…”.
 
En los años siguientes Elvis continuó persiguiendo sus sueños como empresario de la música y al asociar su empresa discográfica con un sello que poseía un  staff de artistas emergentes, se abrieron para él las puertas del éxito... al estilo del mundo.  “Comencé a vivir una vida de lujuria y me convertí en un playboy. No me importaban los intereses emocionales de las mujeres. El dolor que había soportado anteriormente por mi ruptura y por lo que percibía como ‘juegos’ que muchas de las mujeres jugaban se convirtió en constantes noches de borrachera. Me volví egoísta y narcisista”, reconoce. Se esfumó así la poca fe que albergaba su alma e incluso se declaró ateo. Pero Dios no deja de amar a sus hijos y Elvis los descubriría al enfrentar sus demonios.
 
La derrota del agnosticismo
 


El año 2008, viajó a la República Dominicana para presenciar el matrimonio sacramental de su hermana. Pasó varias semanas en el país, y poco después de la boda, en su cumpleaños, conoció a la mujer que más tarde se convertiría en su esposa, madre de sus hijos. “A los pocos meses de conocer a mi futura esposa, le propuse matrimonio. Pero un mes antes de la fecha de nuestra boda, perdí la vista (de forma temporal). El diagnóstico fue una severa neuritis óptica. Poco sabía entonces que esto sería un signo de la batalla que tendría que soportar por el resto de mi vida, porque unos años más tarde, me diagnosticarían esclerosis múltiple. Esta sería una cruz que tendría que abrazar, ofrecer y llevar”.
 
La siguiente experiencia de pérdida ocurrió en octubre de 2010, cuando su primo menor, Robert "Kenny" Areizaga, murió brutalmente asesinado mientras asistía a una fiesta de Halloween. “Recuerdo la ira que sentí, los malos pensamientos de rabia y el deseo de venganza”, comenta. Las palabras del sacerdote durante el funeral lograron apaciguarlo… “Era un sacerdote que Dios usaría para salvarme de mí mismo y traerme de vuelta a casa. Su nombre es Joseph Espailliat, ex director de la pastoral juvenil de la Arquidiócesis de Nueva York y actual párroco de la parroquia de San Antonio de Padua y director del Centro Carismático Católico de Nueva York”.
 
No mucho tiempo después recibió la buena nueva de que sería padre -su hijo Elian nacería el 6 de octubre de 2011-, pero a los pocos días el dolor volvió a morder su alma cuando supo que su mejor amigo, “Chuito”, estaba muriendo de cáncer. Los meses siguientes y en las horas de la agonía final, cada vez que Elvis lo llamó, el padre Joseph acudió para dar consuelo a la familia y ofrecer los sacramentos a su amigo que falleció el 7 de diciembre de 2011.
 
Viendo a Elvis derrotado, atrapado en un agnosticismo existencial, sin esperanza, el Padre Joseph le invitó a asistir a un retiro. Durante ese fin de semana, el Padre Joseph les hizo el regalo de que pudiesen adorar a Dios en el Santísimo Sacramento, pero para Elvis fue como si nada. De hecho, cuando el retiro concluyó, volvió a casa y su madre no dejaba de preguntarle si había tenido un encuentro con Cristo. “Le dije que estaba bien, pero que no sentía nada”.
 
Rendido ante Dios
 


Pero el padre Joseph fue persistente y le pidió que le ayudase como voluntario en un par de retiros para jóvenes. Elvis se sentía comprometido con el buen sacerdote que se había ocupado de su amigo y aceptó. Fue en el segundo retiro cuando recibió el don de la conversión…
 
“Ese sábado por la noche, tuvimos una noche de adoración muy poderosa, como nunca había experimentado. Escribir sobre ello no será suficiente para explicar adecuadamente cómo Dios trabajó en mí esa noche. El domingo, el Padre Joseph nos llevó al bosque para una actividad que terminó con la exposición del Santísimo Sacramento. Mientras estábamos allí en el desierto, formamos un gran círculo mientras él rezaba por cada uno de los participantes individualmente, sosteniendo a Jesús ante nosotros. Cuanto más se acercaba a mí, más perdía el control de mis emociones. Para cuando el Padre José me trajo a Jesús, yo estaba abiertamente llorando, reconociendo que era Dios realmente presente frente a mí. Mi alma clamaba en mi necesidad del Señor”.
 
Al regresar a la casa, le pidieron que ayudara a escribir algunas notas de aliento en algunas bolsas para "los días lluviosos", que son pequeñas bolsas marrones con bonitos mensajes para que -en los momentos de dificultad- los jóvenes del retiro recuerden que Dios los ama. Elvis llegó tarde a la actividad y solo quedaban tres bolsas para escribirle mensajes. Cuando llegó a la última bolsa y sacó el nombre del joven a quien debía escribir un mensaje rompió en llanto. El papel decía: “Chuito”, el mismo nombre de su amigo.
 
“Con mis lágrimas empapando la bolsa marrón, levanté la vista y dije: ‘Ya está, ¡me rindo! ¡me rindo! Haz conmigo lo que quieras, porque tú ganas, yo ya no voy a pelear contigo’". Después de calmarme, todavía no podía creer cómo Dios había modelado mi viaje de regreso a mi verdadero hogar. Me había llevado más de un año, durante el cual no sabía que estaba perdido. Pero Dios me encontró y siguió guiándome hacia Él. Él estaba restaurando mi quebrantamiento, incluso cuando no podía ver su proceso de curación. Mi camino de vuelta a casa fue largo y difícil, pero ahora puedo ver que, a pesar de todo, Dios nunca me abandonó. Su gracia se ha desbordado en mi vida”.
 

Puedes leer el testimonio completo (en inglés) pulsando aquí.

 

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