¿Lobby o lícitos acuerdos?

Obispos de Francia, Suiza y Alemania presionan al Papa. Unen fuerzas, reunidos en "privado"

29 de mayo de 2015

Coalición para empujar cambios doctrinales y pastorales sobre el amor gay y divorciados vueltos a casar.

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El cardenal alemán Reinhard Marx es el líder de 50 personajes de iglesia, obispos y teólogos, que este 25 de mayo se reunieron a puertas cerradas en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, para establecer una posición común en el próximo Sínodo, sobre la unión de personas del mismo sexo y la Comunión a los divorciados vueltos a casar.

Es la denuncia que la agencia católica de noticias CNA y la televisora católica EWTN han presentado este 27 de mayo como un acto que desafía la reciente convocatoria del Papa a desterrar el lobby… (lea artículo). Incluso el diario italiano La Repubblica –extrañamente el único autorizado a ingresar al encuentro privado de obispos y teólogos, según consignan algunos medios de prensa italianos-, valoraba el impacto de este encuentro en el contexto de la reciente aprobación del matrimonio gay en Irlanda.

Parece evidente la estrategia. Porque, mientras Papa Francisco presidía este 25 de mayo la reunión del Consejo Ordinario que prepara el próximo Sínodo (octubre) sobre "la vocación y misión de la familia en la Iglesia y en la sociedad contemporánea"; ese mismo día y hora, obispos franceses, alemanes y suizos celebraban su propio encuentro. Entre los oradores -informan CNA y EWTN- destacan al obispo Jean-Marie Lovey de Sión; el obispo Jean-Luc Brunin de Le Havre; las teólogos Eva Maria Faber y Anne-Marie Pelletier, quien ganó el Premio Ratzinger 2014 para la Teología; el Padre François Xavier Amherdt, profesor de teología pastoral en la Universidad de Friburgo; Eberhard Schockenhoff, profesor de teología moral en Friburgo; y el teólogo Alain Thomasset. Las observaciones finales estuvieron a cargo de Reinhard Marx, cardenal de Munich y Freising.

Según afirma el periodista Paolo Rodari en artículo publicado por la Repubblica este 25 de mayo: “La cumbre de Roma bajo la dirección del cardenal Reinhard Marx, un miembro del C9 (Consejo restringido de cardenales que asiste al Papa), y presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, dio la bienvenida al valiente jesuita francés Alain Thomasset quien explicó cómo la «conciencia cristiana» tiene el derecho de entrar en una «disidencia responsable» con el magisterio oficial; también la teólogo alemana Eva-Maria Faber, rectora de la Facultad de Teología Católica de Coira, expuso su crítica a la noción de «indisolubilidad» del matrimonio; mientras que el teólogo alemán Eberhard Schockenhoff pidió un enfoque más positivo de la Iglesia hacia los homosexuales”.

Apertura posible

Sobre estos temas de controversia en su próximo número de junio la revista italiana “La Civiltà Cattolica” incluye una entrevista al teólogo dominico Jean-Miguel Garrigues.

Garrigues argumenta que podría ser posible admitir la comunión a los divorciados vueltos a casar en algunos casos excepcionales. Refiere para ello dos ejemplos significativos...

«Pienso en una pareja de la cual un miembro había estado casado anteriormente, una pareja que tiene niños y una vida cristiana efectiva y reconocida. Imaginemos que la persona ya casada hubiera sometido el matrimonio anterior a un tribunal eclesiástico que decidió la imposibilidad de pronunciar la nulidad, por falta de pruebas suficientes… mientras ellos mismos están convencidos de lo contrario sin tener los medios para probarlo. Con base en los testimonios de su buena fe, de su vida cristiana y de su apego sincero a la Iglesia y al sacramento del matrimonio, en particular por parte de un padre espiritual experto, el obispo diocesano podría admitirlos con discreción a la Penitencia y a la Eucaristía sin pronunciar una nulidad de matrimonio. Se extendería de esta manera a estos casos una excepción puntual a título de la buena fe que la Iglesia ya ofrece a las parejas de divorciados que se comprometen a vivir en la continencia». Hay que notar que esta última situación se trata de un acto de clemencia con respecto a la aplicación de la ley a un caso concreto, porque, observa Garrigues, «si la continencia elimina el pecado de adulterio, no suprime la contradicción entre la ruptura conyugal con formación de una nueva pareja (que vive vínculos de carácter afectivo y de convivencia) y la Eucaristía».

 El otro tipo de situación que con un ejemplo refiere el teólogo... «Es aquel en el que, después del divorcio y del matrimonio civil, los cónyuges divorciados han vivido una conversión a una vida cristiana efectiva, de la que puede ser testimonio, entre otros, el padre espiritual. Ellos creen que su matrimonio sacramental fue verdaderamente tal y, si pudieran, tratarían de reparar su ruptura porque viven un arrepentimiento sincero. Pero tienen niños y, por otra parte, no tienen la fuerza de vivir en la continencia. ¿Qué hacer en este caso? ¿Se les debe exigir una continencia que sería temeraria sin un carisma particular del Espíritu? Se trata de preguntas sobre las que habrá que reflexionar».

«Para la Iglesia –concluye Garrigues–, se trataría de una excepción puntual a una disciplina tradicional, basada, claro, sobre la altísima conveniencia sacramental entre la Eucaristía y el matrimonio, debido tanto a una duda verosímil sobre la validez del matrimonio sacramental como de un regreso imposible (de facto, no de deseo) al “status quo” matrimonial anterior al divorcio. En ambos casos, esta excepción intervendría a favor de una vida cristiana construida sólidamente».


 

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