Odio y violencia, cuna del demonio

08 de agosto de 2014

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En Chile como en otros países del continente existió una dictadura militar. Dolorosa experiencia durante 17 años. Sólo el sacrificio y lucha de muchos permitió alcanzar la democracia que todos hemos construido  hasta hoy. Miles de chilenos entregaron su vida por alcanzarla. Algo tan hermoso, valioso y anhelado por años hoy es amenazado por una dictadura ideológica tan cruel y violenta que ya ha cobrado víctimas en otros lugares del mundo donde se ha enquistado… Y en Chile surgen señales de su avance, como cuando hace unos días atrás, un grupo de personas lideradas por un conocido animador de televisión y una dirigente estudiantil -partidarios del aborto- ingresaron a la catedral de Santiago insultando, agrediendo, gritando consignas y destruyendo mobiliario sin respetar a las personas que se encontraban en el recinto religioso… ¿Esto es libre expresión de ideas? (!!)...

Discrepar desde una diversidad de opiniones sustentadas en creencias que favorecen el bien común es válido en una democracia; pero la violencia -que resulta además grosera, triste y dolorosa-, solo expresa odio y desprecio por la vida. Pero ello sólo reafirma la urgencia por defenderla…

La ira desenfrenada que busca imponer por la fuerza ideas y opciones o la estrategia solapada que desde el poder se ejerce para imponer la propia agenda no podrá desconocer el peso de la realidad: el 90% de nuestra población es cristiana.

No es posible aceptar la tiranía filosófica de algunos grupos violentistas  que gozan de poder amparados por  movimientos ideológicos también violentos y poderosos… Como dice la primera carta de San Juan: “Donde hay amor, ahí está Dios...” El odio y la violencia son la cuna del demonio, pues él no  puede vivir donde hay amor, porque lo odia.

La violencia física, discursiva e ideológica sólo ve enemigos por destruir pues teme por la seguridad de un sistema que se mira a sí mismo. Egoísmo institucionalizado, propio de las dictaduras que tanto dolor y muerte han provocado a la largo de la historia.

Todo Chile se duele en la violencia. No queremos muerte de  poetas y poetisas; ni de  santos, ni héroes; ni de deportistas que nos entreguen triunfos y nos hagan soñar; ni de hombres y mujeres ilustres que nos representen como cultura en el mundo. Solo amamos la vida. Pero tampoco queremos la muerte de hermanos como los niños que vienen a la  vida con alguna dificultad, diferencia o trastorno o que fueron concebidos bajo condiciones adversas… porque no participamos del pensamiento nazi que buscaba seres humanos perfectos, como si fuesen productos que se mandan a fabricar a pedido convirtiendo al ser humano en un objeto, negándole su categoría de sujeto. El hombre es el centro de la creación, amado por Dios y no solo un tubo digerente como ya lo planteó un humilde filosofo hace algún tiempo…

La riqueza del ser cristiano es acogida y desafío, jamás discriminar al ser humano querido por Dios. El mensaje cristiano es válido porque Cristo nos ha  revelado que todo ser  humano es amado por Dios, que  es Padre y en Él todos somos hermanos. No hay extranjero, ni esclavo, ni pagano, pues todos pertenecemos a la familia de Dios y la ley que rige a esta comunidad es el amor, no la tiranía del odio, ni menos de la muerte, porque esta fue vencida por Cristo mismo en la Cruz y su sangre pagó el precio de nuestra libertad.

A quienes promuevan la cultura de la muerte Jesús les advierte que todo daño –como también toda expresión de amor- a sus pequeños, es recibida por Él.

¡Decida todo hijo de Dios seguir sus enseñanzas! Amar al prójimo como él nos amó, perdonar a quien nos ofende y amar a nuestros enemigos; orar por nuestros perseguidores diciendo “Padre perdónalos porque no  saben lo que hacen”. Bendiciones y unidos en la oración.

 

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