Desde el dolor a la esperanza

Oportuno y valioso testimonio de un Cardenal, cuyos padres se divorciaron

28 de agosto de 2015

El cardenal Christoph Schönborn, arzobispo de Viena y presidente de la Conferencia Episcopal de Austria es conocido por su devoción a la Santísima Virgen María, haber sido alumno del Papa emérito Benedicto XVI, editor del Catecismo de la Iglesia Católica e incidente miembro del Consejo de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos.

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El cardenal Christoph Schönborn se perfila en esta entrevista como puente que conciliará extremos, dando cuenta de aquello que se vivirá al interior del próximo Sínodo (4 al 25 de octubre). Esta cualidad, que impregna resiliencia, se forjó en la temprana infancia del arzobispo de Viena, cuando sus padres se divorciaron.

El 31 de julio, durante una conferencia en el centro de estudios Napa Institute (California), fue categórico para afirmar que “no habrá cambio en la doctrina” en el próximo Sínodo, respecto de la indisolubilidad del matrimonio y la disciplina de la Iglesia que prohíbe a los católicos divorciados y vueltos a casar recibir físicamente la Eucaristía.

Pero Shönborn es enfático también en señalar que la misericordia -esgrimida como paraguas de libertades y reformismos por algunos-, ha de ser considerada según Jesús enseñó y actuó. Ello significa para él dar acogida y cuidados no sólo al divorciado vuelto a casar, sino  preferencialmente a las víctimas del divorcio: el cónyuge abandonado y los hijos. Al respecto en la siguiente entrevista concedida al National Catholic Register, pone en juego su propia experiencia como hijo de divorciados, para dar mayor intensidad argumental a su comprensión de este desafío pastoral.


Usted ha hablado del trauma que experimentó de niño cuando sus padres se divorciaron, y ha expresado su esperanza en que el Sínodo ordinario no sólo pedirá misericordia para los católicos divorciados y vueltos a casar, sino también para los niños que han sufrido rupturas familiares.
Es muy obvio que las primeras víctimas del divorcio son siempre los niños, porque son sus padres (quienes se divorcian). Ellos no tienen sólo un padre, sino también una madre. Tienen una madre y un padre. Al separarse, algo se rompe para siempre en la vida del niño. Por lo tanto, estoy totalmente de acuerdo en que debemos dialogar sobre la misericordia y llevar la misericordia a los divorciados y vueltos a casar, que a menudo viven sufrimientos y problemas. Pero primero debemos atender el sufrimiento de los niños.
Recomiendo algunas catequesis que el Papa Francisco ha dado recientemente sobre el tema. El 20 de mayo, dijo a los padres separados: "Los niños no deben ser quienes llevan el peso de esta separación; no deben ser utilizados como rehenes contra el otro cónyuge". Y si hablamos de misericordia para quienes se han vuelto a casar, también tenemos que hablar de quienes se quedan solos. El Papa san Juan Pablo II, en Familiaris Consortio (El papel de la familia cristiana en el mundo moderno/ nrs. 83 y 84), tiene un pasaje muy conmovedor acerca de los cónyuges abandonados, que sufren en lo existencial y lo económico por esta situación. Yo siempre insisto en el acompañamiento pastoral de las personas divorciadas vueltos a casar, pero también de quienes se quedan solos después de un divorcio, muy a menudo sin hogar, con grandes problemas económicos y en soledad. Ellos necesitan la atención de la Iglesia. Hay un tercer punto, mencionado por el Catecismo, que suele estar ausente en nuestras discusiones: el tremendo daño que inflige el divorcio a nuestra sociedad.

¿Incluso los niños que no tienen padres divorciados se ven afectados por el divorcio…?
El Catecismo menciona al divorcio como un modelo negativo: "Su efecto contagioso, que hace de él una verdadera plaga social" (2385)... Por lo tanto espero que el Sínodo tenga palabras muy alentadoras para ayudar a los católicos a superar la tentación del divorcio.

Sobre el dolor que experimentó cuando se divorciaron sus padres. ¿Cómo se recuperó espiritual y emocionalmente?
En primer lugar tengo una familia grande y eso es una gran ventaja en una crisis familiar. Mis padres no fueron abandonados por sus familias, y nosotros, los hijos, no fuimos abandonados de nuestras tías, tíos y primos. El impacto del divorcio en familias aisladas, pequeñas -de padre, madre e hijo- es más dramático.
En segundo lugar, yo fui llamado por Jesús muy temprano, a los 11 años. Cuando sobrevino el divorcio de mis padres yo tenía ya una intensa vida religiosa personal, que me ayudó a superar el dolor.
En el proceso descubrí algo que es muy importante. Recuerdo haber dicho a mi madre, en esos días difíciles del divorcio…: "La parroquia es mi casa". Por supuesto que esto no fue muy grato (de escuchar) para mi madre. Pero mirando hacia atrás, esto muestra que la parroquia -la Iglesia como familia- es una realidad, y esto puede ser de gran ayuda para superar el dolor y la separación del divorcio.
(…)
 

…La gente a menudo se confunde cuando los medios seleccionan un pasaje de comentarios informales de Papa Francisco, como "¿Quién soy yo para juzgar?"  Afirman luego que el Papa ha descartado elementos de la doctrina católica. ¿Cuál es su parecer sobre esto?
¿No es acaso lo dicho por el Papa Francisco en la entrevista desde el avión en que regresaba de la Jornada Mundial de la Juventud, de hecho, lo que dijo Jesús en el Evangelio? Jesús dijo a la mujer: "Yo no te juzgo". Y durante el Sermón de la Montaña él dijo: "No juzguen". Él no dijo llamen bien al mal y mal bien. Abstenerse de juicio jamás significa declarar bueno a lo malo y malo a lo bueno. La evidencia es que (la declaración del Papa Francisco) fue una reacción evangélica fundada en el Evangelio. Él se limitó a decir: "¿Quién soy yo para juzgar?" Dios es el juez. Pero en todas sus enseñanzas Papa Francisco ha sido muy claro sobre la cuestión del matrimonio entre personas del mismo sexo…

¿La pastoral del Papa ha introducido algo diferente?
Creo que hay una continuidad profunda, en especial con el Papa Benedicto XVI. Yo siempre digo: "Lean las orientaciones del Papa Benedicto XVI en Friburgo, durante su viaje del 2011 en Alemania, cuando dijo que la Iglesia debe ser de otro mundo". El programa que él esbozó para una Iglesia misionera en una sociedad secular, se desarrolla hoy en  el programa de Papa Francisco. También digo: "Leed las homilías de Benedicto XVI, cuando dice que la amistad con Jesús es la esencia del cristianismo".
Por supuesto que Papa Francisco impregna el Pontificado con su experiencia en América Latina y su espiritualidad jesuita e ignaciana. Mi impresión es que con sus homilías y catequesis diarias, él conduce una especie de retiro Ignaciano para toda la Iglesia. Con Evangelii Gaudium (La alegría del Evangelio), que es un texto enorme, él nos ayuda a ser cristianos misioneros en una sociedad secular. Desde las primeras páginas de la Evangelii Gaudium, extiende una tremenda invitación: "La alegría del Evangelio llena los corazones y las vidas de todos los que se encuentran con Jesús. Quienes acepten su oferta de salvación son liberados del pecado, la tristeza, el vacío interior y la soledad. Con Cristo, la alegría está naciendo en forma constante".
(…)

 La cobertura reciente de los medios de comunicación para el próximo Sínodo Ordinario de los Obispos sobre el Matrimonio y la Familia, deja la impresión de que algunos obispos del norte de Europa podrían impugnar la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio, provocando conflictos con otros obispos para quienes la doctrina católica y la práctica pastoral sobre el matrimonio no debe ser tocada. ¿Es correcta esta afirmación...?
Las Iglesias Europeas no son un bloque. Hay situaciones muy diferentes en cada país europeo. Muchos obispos polacos pueden no tener exactamente la misma mirada que muchos obispos alemanes. Pero, en general, tengo la impresión de que somos víctimas de la típica necesidad que muestran los medios de comunicación por poner todo en blanco y negro. No hay matices. Creo que es necesario y saludable que se discutan todas estas preguntas sobre el matrimonio y la familia abierta y honestamente. No debemos tener miedo de esto. Pero también estoy convencido de que las posiciones actuales, en el Sínodo no estarán tan separadas… como sugieren los medios de comunicación.

¿Tiene usted esperanza?
Estoy con mucha esperanza. En primer lugar, creo que el Señor está presente, como lo había prometido, cuando dos o tres se reúnen en su nombre. Yo no creo que el Espíritu Santo esté de licencia, de vacaciones, durante el Sínodo. Por último, creo que el papel del Santo Padre es ser el foco de la unidad. Él es la expresión de la unidad de la Iglesia. Por lo tanto, cum Petro et sub Petro -con Pedro y obedientes a Pedro-, el Sínodo irá por un buen camino…

 

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