Bienaventurados los que lloran porque serán consolados

Papa Francisco y el Rosario contra el tráfico de personas y la prostitución... Testimonio de Alicia

24 de enero de 2014

Son millones en el mundo los seres humanos esclavizados, obligados a prostituirse, voces anónimas cuyo dolor Alicia siente como si fuera propio. Cuando la desesperanza le atrapó la Virgen María, el Rosario y el entonces cardenal Bergoglio restauraron su fe. Hace pocas semanas se reunió con Papa Francisco en el Vaticano…

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Este 20 de enero, el periódico ABC  de España informaba que durante 2013 la policía española logró liberar a 787 mujeres, que eran obligadas a prostituirse, sometidas por las redes de tráfico y explotación de seres humanos, que por cientos operan en el mundo.

El lucrativo negocio que sólo en ese país–cita el informe de la Policía del país ibérico- “reporta ganancias por cinco millones de euros al día”, es posible porque la demanda, los corruptos clientes, sostienen esta lacra que desnuda el deterioro moral de la sociedad.
 
Todos los organismos y especialistas coinciden en que el silencio y anonimato de las víctimas (20, 9 millones de personas en el mundo estima la OIT) dificulta la reacción de los gobiernos, la sociedad civil organizada y las familias…  

Por ello, cuando el dos de noviembre recién pasado Alicia Peressutti ingresaba al salón plenario del Primer Seminario Internacional sobre la Trata de Personas, organizado por la Santa Sede en Ciudad del Vaticano, sus pasos marcaban historia. Con Alicia –destacada líder argentina en la lucha contra el tráfico y trata de seres humanos- iban las voces de miles, “muchas de ellas ya asesinadas por las mafias del tráfico”.

Alicia vive regularmente en Villa María (provincia de Córdova, Argentina), desde donde lidera la ONG nacional Vínculos en Red, que creó en 1998, cuando el delito del tráfico y sometimiento de personas para uso en prostitución, todavía no figuraba en ninguna agenda pública.

Reconocido su liderazgo mundialmente, ha sido entrevistada en múltiples ocasiones y escrito varios libros que denuncian el tema. Pero por vez primera narra a Portaluz el sello devocional y mariano de su historia de vida, que el Papa Francisco conoce personalmente…

Fe, devoción y fraternidad
 
Su apostolado al que da “sentido de trascendencia”, comenzó cuando conoció a las Hermanas Adoratrices en Villa María “quienes desde 1992 trabajan allí con mujeres víctimas de la prostitución” … y por el rosario.

“Vengo de una vida muy dura, me crió mi abuela, una persona muy creyente, por eso mi amor al rosario. Con la abuela vivíamos en una pobreza material extrema, pero no emocional. Nos sentábamos todas las noches a la luz de las velas, yo era muy chiquita, y rezábamos el rosario. A los cinco años ya sabía rezar todos los misterios”.
 
Con este afecto espiritual por la Virgen, forjado en el hogar, la experiencia que viviría el 17 de julio del año 1988 sellaría su apostolado. Era la primera vez que enfrentaba a un grupo de proxenetas, que sometían a varias decenas de mujeres obligándolas a prostituirse…

“Esa noche estaba en una situación muy comprometida, la verdad es que corría incluso riesgo de que me mataran y estando allí, cuando la situación se hizo crítica, mi vida pasó ante mis ojos… pero de improviso recordé que tenía mi rosarito en el bolsillo; metí la mano y mientras lo apretaba le pedí a la Virgen que me salvara de esa situación. La verdad es que ocurrió un milagro, porque a los pocos segundos aparecieron en el lugar policías, ¡y me salvé! La policía se llevó a la gente con la cual estaba complicada en ese momento y bueno, la verdad es que ahí, la virgen me salvó porque estuve a milímetros. A partir de ahí, mi vida cambió. Supe que en esta lucha no estaba sola…”
 
Al poco tiempo Alicia dio los primeros pasos para consolidar la ONG y empezó a registrar testimonios que luego serían la base de libros-denuncia como “Buscando a Ana”, cuyas ganancias donó a la protagonista de la historia para apoyarla en su nueva vida lejos de la prostitución y las redes de tráfico de personas.

El pastor cuida a sus ovejas

Alicia es una visionaria que optó por amar a los excluidos de las “periferias” y en ello fue también ayudada por el entonces cardenal Bergoglio, hoy Papa Francisco. “A través de las hermanas, conocí al cardenal Bergoglio. Estaba en un momento muy difícil, quizás con la esperanza debilitada pues tenía amenazas de muerte. La verdad fui a llorar y hablarle de la soledad, de la desesperación en esta lucha, porque no podía ni puedo entender que millones de personas sean esclavizadas por miles de seres humanos que compran y venden a otro. Él nos recibió con brazos abiertos y desde ese momento no nos abandonó”.
 
Pero la fe de Alicia, las convicciones y fidelidad a la Virgen, serían tentadas en una compleja prueba… Con el paso de los años y una vida azarosa, comprometida, sus conocidos problemas de hipertensión y tiroides se potenciaron por altos niveles de glucosa cuando esperaba al cuarto hijo. “Tenía 33 años en ese momento, estaba en el tercer mes de embarazo. La doctora que atiende en Córdoba nos advirtió que había muchas posibilidades de que el hijo naciera con discapacidad, porque tenía un desarrollo fetal deficiente… y me dice que debo abortarlo. «¡No hay nada que analizar -le dije-, yo lo voy a tener, ni pensar siquiera en el aborto!»”. Pero la semilla del temor había sido plantada y se atormentaba pensando en el futuro. Se fue entonces casi por intuición espiritual donde sus amigas, las hermanas Adoratrices, y la paz retornó “luego de que con la hermana Margarita rezamos el rosario”, recuerda emocionada.  “Finalmente -agrega- mi hijo nació, estuvo por mucho tiempo internado en Córdoba, pero mi hijo está bien. Tiene un problema de intestino, pero es mínimo, es un chico que se maneja solo…”

Frutos de misericordia
 
Esta devoción por el rezo del rosario y el hábito de llevarlo siempre consigo para implorar la protección de la Virgen, tendría para ella un nuevo fruto de gracia cuando el 2 de julio de 2013 un taxi la arrolló en la ciudad de Córdova. “Lo único que vi fue el rosario que salió volando de la cartera y quedó cerquita mío, como yo, medio ensangrentado. Recordé a la Virgen y justo aparece un sacerdote. ¡Esto de que el sacerdote pasara por ese lugar algo alejado fue providencial!... Iba a darme los sacramentos y bueno -por este carácter que tengo-, le dije… «No me voy a morir en este momento» y le pedí por favor que me buscara el rosario. ¡Un ángel de la guarda!… Se quedó conmigo, me acompañó al hospital e incluso a que pudiere regresar a mi ciudad”.
 
Alicia cuenta que en su labor para erradicar el flagelo de la prostitución y el tráfico de personas ha vivido “situaciones muy feas”,  en las que le parecía que Dios no escuchaba. “Pero Dios siempre estuvo ahí. Después, con los años, cuando yo analizo lo veo…  La Virgen me estaba cuidando. Porque siempre he rezado mi rosario y en los momentos más duros si no lo podía rezar, al menos lo apretaba en mi mano”.
 
Cuando regresaba a su tierra después del encuentro en Ciudad del Vaticano el pasado mes de noviembre, en su maleta no era ropa ni zapatos italianos lo que traía. “Venía con cientos de rosarios… los que yo llevé con la esperanza de que el Papa los bendijera y los que él me regaló para traer a las personas que apoyamos”.
 
El 12 de diciembre, a los pocos días de haber finalizado el referido Seminario en el Vaticano donde Alicia participó, Papa Francisco se refirió al tema. Hablando a los embajadores de los países del mundo acreditados en el Vaticano alzó la voz por las víctimas y señaló:

" La trata de personas es un crimen contra la humanidad. Esto no puede continuar: es una grave violación de los derechos humanos de las víctimas y una afrenta a su dignidad, además de una derrota para la comunidad mundial".

 

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