Perdió a dos ´amores´, con el tercero conoció lo que es amar, superó el duelo, sanó y logró paz

09 de noviembre de 2018

María es una contadora pública, oriunda de Medellín, nacida hace 59 años. Novena de catorce hermanos, creció en una familia católica pobre. La pérdida de personas amadas le hicieron replantearse todo.

Compartir en:



Nació en una familia de campesinos, tuvo una infancia normal y feliz, como merecen vivir todos los niños, incluso si se nace pobre como era su caso.

En esta humilde familia, los padres de María Munera eran ricos en fe. “Desde niña nos enseñaron en casa a rezar el Rosario y a tener devoción a María Auxiliadora”, cuenta a Portaluz María, al iniciar su testimonio y prosigue recordando aquel tiempo de carencias materiales cuando “las amigas del colegio nos daban los cuadernos, los uniformes y los zapaticos que les sobraban para poder ir nosotros al colegio” dice agradecida esta mujer colombiana. 

Al cumplir 14 años su padre se vio forzado a decirle “que ya no podía estudiar más”, y ella lloró mucho ese día; pero su madre le animó a que trabajara los fines de semana, y con lo que ganara podría pagarse los estudios: “Pasas de un colegio que era privado a uno público y con eso te pagas los pasajes” le propuso la mamá.

Viviendo su primer 'amor'

Al finalizar el bachillerato estaba orgullosa y feliz pues el chico que más le gustaba la quería de novia, tal como ella misma “se lo había pedido a Dios”, comenta.  Como ambos novios anhelaban estudiar en la universidad y no tenían el dinero para ello, decidieron vender juntos mercancías y así financiar la formación profesional. 

A mitad de la carrera tomaron la decisión de casarse, "por la Iglesia", tuvieron dos niños y poco tiempo después ambos se graduaron; ella de Contadora Pública y él como Ingeniero Mecánico. Iniciaron un emprendimiento con amigos que con el tiempo crecía y María estaba feliz teniendo un esposo que era “un hombre muy bueno, muy trabajador”, destaca. 

Sin embargo, llegó un momento en que comenzó a sentir que aunque había podido superar la pobreza, ser una madre feliz y tener un esposo “bueno y trabajador”, no estaba en paz. Llevaban ya 12 años de casados y cierto día, orando a María Auxiliadora, miró su alma y vio que, “por las inseguridades que yo arrastraba, había puesto como centro de todo a mi esposo, él era toda mi seguridad. Pude sentir en mi corazón una voz interior que me decía muy claro «Hiciste de tu esposo tu dios» y esto me quedó resonando, resonando”.

Ese mismo día su esposo falleció, de improviso, recuerda María: “Mientras inspeccionaba en una empresa una maquinaria y alguien, por un grave error de seguridad, la puso en marcha. Fue bastante duro y difícil ese momento de mi vida, tenía dos niños de 7 y 9 años”.
 
Vivió desbordada emocionalmente por mucho tiempo y sin rumbo espiritual; oscilaba María entre su devoción a la Virgen, prácticas religiosas como ir a misa, pero al mismo tiempo apostando a encontrar su paz o el sentido trascendente "en la práctica del yoga y propuestas de grupos esotéricos, propios de la Nueva Era" en general, reconoce.

“Le pedía al Señor que me diera otro esposo”
 

Tres años después María centró su empeño espiritual en volver a sentirse amada y enamorarse. Con este interés dirigió ruegos a Dios y… “le pedía al Señor que me diera un esposo, porque a mí me encantaba el matrimonio, la vida de familia, pero no quería yo que fuera con alguien separado, nada, sino una persona con la que pudiera agradar a Dios, que fuera soltero o viudo” relata. 

Ocurrió según anhelaba y se enamoró. A los dos años de noviazgo decidieron organizar el matrimonio. Pero un mes antes de llegar nuevamente al altar, su novio -que trabajaba en una empresa recaudadora de dineros y documentos de valor financiero-, fue asesinado.

 “Me sentí sin saber para dónde iba mi vida” señala María y agradece a Dios haber tenido en ese instante la certeza de que sólo entregándose a Dios lograría vivir en paz. Pasaban las semanas y entonces “le pedí a la Virgen que me ayudara” rememora. En ese momento de abandono confiada en la Madre Dios, María Auxiliadora -puntualiza- “pude tener claridad en mi alma y ver que yo era muy dependiente de las personas, pero no de Dios; que Él no era centro de mi vida. Vi que yo me creía buena, porque no mataba, no robaba, iba a misa, me confesaba. Pero pude entender que era una católica tibia.  En ese momento el Señor me permitió hacer un examen a conciencia de mi vida y desde el fondo de mi corazón le supliqué misericordia, que me perdonara pues yo me reconocía pecadora y necesitaba de su ayuda. Sentí una paz muy, muy profunda, me quedé dormida un rato largo y desperté sintiéndome renovada”.

Finalmente conoció el Amor

Poco tiempo después conoció a Monseñor Gilberto Villa quien sería su guía espiritual. Luego con las hermanas religiosas del Ave María, hizo su consagración a la Virgen, según el método de San Luis María Grignon de Montfort: “Recibí la formación de manos del fundador de Lazos de Amor Mariano, Rodrigo Jaramillo, quien iba a mi casa todos los domingos y junto a otra amiga nos preparó a las dos” recuerda.

María seguía anhelando volver a casarse, sin embargo percibía que no era el momento o el querer de Dios y confiada a los consejos de su director espiritual, continuó fortaleciendo el sentido pertenencia por entero al Señor. Un año transcurrió hasta que escuchó a su director decirle: “Creo que estás preparada para ello”; y María se consagró a Cristo “en castidad perpetua”, cuenta, el 27 de octubre del año 2002.

La fuente de la sanación

No sólo su vida fue transfigurada al dar este paso. También pudo ver el impacto benéfico en su familia y hasta la empresa que habían fundado con su esposo. “Esto cambió notoriamente la situación de mi empresa porque empezamos a hacer oración a diario, a las 07:15 de la mañana hacemos siempre la lectura del Evangelio, reflexionamos 10 minuticos y luego a sus puestos de trabajo” explica.  De 5 que empezaron en esta empresa, que está próxima a cumplir los 30 años, ya son 25 los empleados, que gozan de una estabilidad y calidez laboral, de los cuales 17 son ingenieros: “Somos administradores de los bienes de Dios. Si no caminamos de la mano de Dios, no hay empresa” expresa con energía y agrega: “Puedo hablar con total certeza, que las personas que no tienen una experiencia de Dios, que no lo involucran en su proceso de duelo, nunca se sanarán completamente”.

Alegre de haber encontrado la felicidad junto al Señor, María no para de agradecer las gracias recibidas y no se cansa de decir que para encontrar la verdadera y total felicidad en este mundo, sólo hace falta “acercarse a la fuente de la sanación que es la Eucaristía, rezar el santo Rosario y vivir santamente de los Sacramentos (…) Ahora pues, yo no soy la viuda, sino la esposa de Jesús. Igualmente tengo dificultades, pero puesta mi confianza en el Señor me siento profundamente amada por Él”.


 

Compartir en:

Portaluz te recomienda