¿Por qué lloran o sangran algunas obras de arte sagrado y exuda aceite el cuerpo incorrupto de ciertos santos?

10 de agosto de 2018

"Yo pienso que Dios está medio loco de amor. Él no sabe ya qué hacer con nosotros y busca recursos para atraernos, para sensibilizarnos, para derretirnos, para decirnos ¡estoy acá!", reflexiona experto en iconografía.

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En oriente y occidente, desde los primeros tiempos de la Iglesia, existen testigos -creyentes e incluso algunos que no lo eran- y registros documentales (fotografías, videos, toma de muestras) que informan cuando alguna obra de arte sagrado llora, sangra, exuda líquidos o presenta alguna manifestación de causas en apariencia no naturales, ni atribuibles a terceros.
 
No sólo entre ateos y agnósticos se califica de mito tales eventos. Hay incluso obispos que son escépticos, como Monseñor Sergio Buenanueva (Argentina) quien en 2017 afirmaba en su cuenta de Twitter: “Vírgenes que lloran. El 99,99 % son fraude y/o autoengaño. ¿Tenemos una imagen tan pobre de María y su misión? Más Evangelio, por favor”.
 
¿Pecado de idolatría?
 


Fieles de iglesias evangélicas suelen cuestionar además a los católicos, afirmando que estos últimos “adoran imágenes” incurriendo por tanto en el pecado de idolatría, sentencian.  Portaluz consultó sobre este asunto al padre Eduardo Pérez dal Lago, presidente en Argentina de la Fundación La Santa Faz para el desarrollo del arte sacro.  Este experto en iconografía puso luz de verdad sobre este asunto: “Los católicos no adoramos imágenes”, señaló sin preámbulos y explicó luego de qué se trata el vínculo espiritual de los católicos, devotos, con el arte sagrado… “A mí me ayuda mucho la imagen para el encuentro con Dios. Los Santos Padres hablan sobre los íconos, dicen que son ventanas. Es como si fuera la foto de alguien que amamos. Es decir, tengo la foto de mis abuelos, de mis padres, pero no adoro ni pienso que esas fotos son mis abuelos o son mis padres; sino que me contacto a través de ello ya que mis ojos no pueden verlos. A través de esas imágenes me encuentro con ellos propiamente ¿no?”
 

Sobre si este vínculo involucra o no idolatría, como acusan algunos, dal Lago explica que en realidad se adora a quien está detrás de esa “ventana”, a Dios. “Entonces (las imágenes, los íconos y otras semejantes que conforman el arte sagrado) son simplemente ventanas que nos permiten ver lo que nuestros ojos no verían de otra manera porque es misterioso”.
 
Cuando el misterio traspasa la ventana
 
Con base en la Sagrada Escritura, las razones de la fe argumentadas por el Magisterio, analizadas por la teología, dispuestas en la pastoral y vida sacramental -entre otras- para bien de toda persona, señalan que la irrupción extraordinaria de Dios en la historia de la humanidad tuvo su culmen en Jesucristo; su encarnación, ministerio, pasión, muerte y resurrección.

 
Sin embargo, a lo largo de los siglos, acogiendo testimonios, pruebas documentales e incluso estudios científicos independientes, la Iglesia ha validado ciertos eventos extraordinarios que involucran a obras de arte sagrado o el cuerpo incorrupto de santas y santos.
 
El 8 de mayo de 1828 nacía en Líbano Youssef Antoun Makhlouf, hoy mundialmente conocido como San Charbel. Su cuerpo incorrupto, que permanece en el Monasterio Santo Maròn – Annaya, “continúa incorrupto, tibio y exudando un aceite fragante, de color rojizo que al ser frotado sobre enfermos graves, en algunos de ellos ha provocado curas milagrosas”, según señalan las fuentes del Monasterio y narra en detalle una crónica publicada en  Portaluz.
 
En Japón, el año 1973, se informó que una imagen de la Virgen lloró, sangró y habló a la hermana Agnes Katsuko Sasagawa, pidiéndole comunicar al mundo cuál es el medio para evitar el castigo de Dios Padre. Todos estos hechos, acaecidos en Akita, han sido oficialmente reconocidos por la Iglesia. Portaluz visitó el lugar e informó sobre ello en un amplio reportaje que puede leer pulsando aquí.
 

Incluso ahora mismo, en Medjugorje, la aldea de Bosnia-Herzegovina donde hace 37 años se apareció por primera vez la Santísima Virgen María a 6 aldeanos adolescentes, hay un lugar que concita el interés de los peregrinos.  Se trata de una estatua moldeada en bronce, representando a Cristo Resucitado, que regularmente exuda desde sus rodillas un líquido. Se desconoce cómo ocurre tal manifestación o la composición de esa sustancia líquida. Pero decenas de testimonios -registrados en la oficina de la Parroquia Santiago Apóstol del Santuario- le atribuyen cualidades curativas.
 
Son miles los registros de estos particulares eventos extraordinarios en la historia de la Iglesia.
 
“Dios está medio loco de amor”
 
Que desde las imágenes broten lágrimas, sangre u otras manifestaciones sensibles o que el cuerpo de san Charbel exude un aceite con cualidades curativas, son hechos que -siendo percibidos por los sentidos- escapan al orden natural en sus causas, características o efectos. ¿Es Dios manifestándose en estos eventos extraordinarios? ¿Está queriendo comunicar su poder, confirmar la santidad de alguien, otorgar beneficios espirituales, gracias temporales o algo más en un tiempo y lugar determinado?
 
El padre Eduardo Pérez dal Lago nos entrega una particular reflexión en torno a esto:
“Yo pienso que Dios está medio loco de amor. Él no sabe ya qué hacer con nosotros y busca recursos para atraernos, para sensibilizarnos, para derretirnos, para decirnos ¡estoy acá! Alguno quizá no necesita de esos recursos pues cree en Él y no le importa si de una imagen brota alguna manifestación sensible o lo que fuera, porque sabe que no necesita de ello. Pero Dios también busca esos recursos para que, si alguien necesita de eso, lo encuentre a Él de esa manera”.
 
La enseñanza de la Iglesia
 


Efectivamente, la Iglesia enseña la verdad revelada por Jesucristo en los Evangelios: que solo Dios es digno de adoración (culto de latría), de ser amado con predilección y preeminencia… “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” (Mt 22, 37; cf Lc 10, 27: “...y con todas tus fuerzas”).
 
En lo que refiere a las imágenes su enseñanza jamás afirma o promueve la adoración de estas, sino que habla de veneración y devoción no de la materialidad del objeto sagrado, sino de lo que o a quien representan. Así en concreto el nr. 1188 del Código de Derecho Canónico advierte:
Debe conservarse firmemente el uso de exponer a la veneración de los fieles imágenes sagradas en las iglesias; pero ha de hacerse en número moderado y guardando el orden debido, para que no provoquen extrañeza en el pueblo cristiano ni den lugar a una devoción desviada”.
 

En sintonía lo corrobora en su enseñanza el Nr. 2132 del Catecismo de la Iglesia Católica:
“El culto cristiano de las imágenes no es contrario al primer mandamiento que proscribe los ídolos. En efecto, “el honor dado a una imagen se remonta al modelo original” (San Basilio Magno, Liber de Spiritu Sancto, 18, 45), “el que venera una imagen, venera al que en ella está representado” (Concilio de Nicea II: DS 601; cf Concilio de Trento: DS 1821-1825; Concilio Vaticano II: SC 125; LG 67). El honor tributado a las imágenes sagradas es una “veneración respetuosa”, no una adoración, que sólo corresponde a Dios:
«El culto de la religión no se dirige a las imágenes en sí mismas como realidades, sino que las mira bajo su aspecto propio de imágenes que nos conducen a Dios encarnado. Ahora bien, el movimiento que se dirige a la imagen en cuanto tal, no se detiene en ella, sino que tiende a la realidad de la que ella es imagen» (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 2-2, q. 81, a. 3, ad 3)”.

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