El don

"Recibí más de lo que di". Nadia, la enfermera que adoptó al bebé enfermo abandonado por sus padres

25 de abril de 2014

Su llegada fue inesperada pero Mario desde el abandono se abrió paso en la vida y dejó huella. Una historia que en forma explícita trasluce la defensa de la vida como valor irrenunciable del ser humano.

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"Prefiero sufrir eternamente por haberlo amado, aunque fuere poco tiempo, en lugar de no haberlo cuidado". Son las palabras de Nadia Ferrari, de 46 años, una enfermera del departamento de patología neonatal del hospital de Grosseto, que adoptó a Mario, nacido el 16 de junio de 2011 con una discapacidad grave y que murió el 26 de enero pasado. El pequeño, abandonado al nacer por sus padres, fue trasladado de Mayer de Florencia, donde ya había sido operado varias veces, al hospital de Grosseto.

Un regalo único
 
Mario llegó en pésimas condiciones, pero para la enfermera fue de inmediato un gran regalo. "Recuerdo cuando lo vi por primera vez, era muy pequeño, cubierto de tubos y desagües. Había evolucionado de tal forma que requería estar hospitalizado. Fue amor a primera vista. Ya habían llegado antes que él otros niños enfermos y abandonados, pero con él era diferente. Mario es único”.

El niño pasó el primer año de su vida al cuidado del personal de salud y un grupo de voluntarios, yendo de un lado a otro del hospital en Florencia, donde fue operado. “Poco a poco, lentamente, con fisioterapia, logró ayudarle y hacerlo asumir una postura más natural. Así pudimos comenzar a darle de comer en biberón y dejó la sonda. Empecé de inmediato a organizar mi vida en torno a él. Cuando no estaba de guardia en el hospital, cuando me iba a casa, pensaba en él, cuando me iba a darle de comer, hacer su gimnasia o jugar".
 
Progreso inmediato

Nadia quería adoptarlo, "pero no sabía si se podría. Afortunadamente un día me confesé en voz alta y dije: «Tal vez podría llevarte a casa conmigo». ¿Y a mi lado había un trabajador social! «Entonces, ¿por qué no?», me dijo. Yo no lo podía creer y de inmediato comenzó los trámites para solicitar la custodia".

Era agosto de 2012 y en marzo del año siguiente, Mario fue entregado al cuidado de la enfermera. "En el hospital lo cuidábamos todos, pero no se podía darle el máximo, pues el tiempo del personal no era suficiente. Teníamos que ocuparnos de cuidar también a los otros niños".
 
Nadia tenía expectativas para Mario…"En casa éramos yo con mi hija, así es que podíamos estimularlo continuamente. Lo llevábamos al mar y la montaña, en la piscina. El progreso fue inmediato: comenzó a comer solo, aprendió a mantener la cabeza erguida y a moverse mejor". Después de un año y medio de esta pequeña odisea Mario comenzó a tener una vida casi normal, donde había espacio para reír, jugar y soñar. "En junio, hice una gran fiesta por su segundo cumpleaños".
 
“Lo que he recibido”
 
Muchos amigos y colegas están impresionados por la generosidad de Nadia: "Me dijeron que estaba haciendo mucho, pero no se daban cuenta que era infinitamente mayor lo que él me daba. Y no lo digo por decir. Mario me dio alegría, paz, amor. Fue el mejor regalo de mi vida… y que nunca hiciera berrinches, verlo sereno, sonriendo y con dignidad, a pesar de su sufrimiento, era reciba continuas dosis de esperanza". Pero hubo quienes cuestionaron a Nadia: "Algunos hablaron de un vacío que, según ellos, yo trataba de llenar. Pero a decir verdad, yo estaba feliz con mi vida antes de conocer a Mario, él simplemente llegó. Y el vacío, en todo caso, lo siento ahora. Lo extraño mucho". Nadia se detiene, entonces, con voz ahogada, habla de otras personas que dijeron que no valía la pena sacrificarse por un niño que iba a morir: "Me dijeron entonces que iba a sufrir: «Lo sé, sufro, pero yo lo amo» contestaba. Y en realidad prefiero sufrir eternamente por haber amado a Mario, aunque fuere por poco tiempo, que no haberlo acunado".

Después del Calvario
 
Nadia explica que le habría dado la bienvenida al pequeño "incluso si hubiera llegado a ser grande… pues sinceramente esperábamos eso. Yo ya había puesto en venta la casa porque no había ascensor. También íbamos a cambiar el coche. Pero, por desgracia no fue así: yo sólo quería hacerle disfrutar un poco más de la vida. Después del calvario en el hospital, él fue feliz aquí".
 
Hoy a Nadia le quedan los recuerdos y conversa con Mario: "Hablo con él todo el tiempo, aunque es duro no poderlo acariciar. Si hay un cielo, espero que él está corriendo y jugando y allí". Nadia se detiene, medita unos segundos y con una sonrisa feliz agrega: "Así es que podremos organizarnos mejor, pues tenemos la eternidad...".

 

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