Secuestrado por yihadistas su "único apoyo" era rezar el Santo Rosario. Ora por la conversión de sus carceleros

15 de octubre de 2020

"Me di cuenta de que la misión no es sólo el ´hacer´, sino el silencio y, básicamente, es Missio Dei, es la obra del Señor".

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El pasado 8 de octubre se difundió la feliz noticia de su liberación en Mali. Así terminaban los casi tres años de secuestro y vejámenes que padeció el padre Pierluigi Maccalli a manos de los terroristas musulmanes de la Yihad.

El padre misionero de la provincia de Crema, de 59 años, de la Sociedad de Misiones Africanas, fue secuestrado en el Níger -frontera con Burkina Faso-, la noche del 17 al 18 de septiembre de 2018, por milicianos yihadistas. Trabajaba en la parroquia de Bomoanga, diócesis de Niamey. El secuestro tuvo lugar una semana después de que el sacerdote regresara de Italia donde había viajado por unos días de vacaciones. En su diócesis de origen nunca perdieron la esperanza de volver a abrazarlo y cada 17 del mes, durante dos años, celebraron misa o vigilia en su memoria y oraron a Dios por su bienestar y liberación.

“Mi único apoyo fue la sencilla oración de la mañana y la tarde que aprendí en mi familia, de mi mamá; y el rosario de mi abuela, como oración contemplativa”, ha declarado el sacerdote a la Agencia Fides luego de ser liberado.

El desierto del secuestro “ha sido un tiempo de gran silencio, purificación, regreso a los orígenes y a lo esencial. Una oportunidad para volver a ver la película de mi vida. Todos los días, especialmente los domingos, decía las palabras de la Consagración 'este es mi cuerpo ofrecido' pan partido para el mundo y África”, sigue relatando Pierluigi.


¿Con qué espíritu ha vivido este tiempo de encarcelamiento y qué significará para su vida como misionero?
Resistir para existir. Es la palabra que me acompañó y me animó a seguir día tras día. Me secuestraron en pijama y pantuflas; no tenía nada y era visto como un don nadie por estos fanáticos musulmanes yihadistas que me consideraban un "kafir" impuro y condenado al infierno. Mi único apoyo era la oración sencilla matutina y vespertina que aprendí en familia de mi madre; y el rosario de mi abuela como oración contemplativa. El desierto fue una época de gran silencio, de purificación, de retorno a los orígenes y a lo esencial. Una oportunidad para revisar la película de mi vida que ahora entra en su tercera edad. Son muchas las preguntas que me hice y clamé como un desahogo y lamento a Dios: ¿dónde estás? ¿por qué me has abandonado? ¿Hasta cuándo Señor? ¡Sabía y sé que Él está ahí! Pero sé que a Dios se le ve de espaldas, ahora que soy libre, en casa empiezo a entender. Veo los testimonios de cuánta gente ha rezado, marchado y realizado vigilias para pedir mi liberación... Estoy sorprendido y asombrado. Lo que esta historia significará para mi vida como misionero, no lo sé ahora. Necesito tiempo.

¿Ha crecido su relación con Jesús a pesar de no tener la Eucaristía, el consuelo de la Palabra y de los hermanos?
Todos los días y especialmente todos los domingos decía las palabras de consagración "este es mi cuerpo ofrecido" pan partido por el mundo y África. En la oración de la mañana rezaba un himno francés ‘un jour nouveau commence, un jour reçu de toi ... nous le remettons davance entre tes mains tel qu'il sera’ ... y - terminaba agregando – ‘no tengo otra ofrenda que la de mi vida’. Pedí una Biblia, pero no me la dieron. Todos los domingos me regalaba un pasaje evangélico para meditar, sobre todo con motivo de los tiempos fuertes de Adviento-Navidad y Cuaresma-Pascua. Pero desde el 20 de mayo, el día en que nos trajeron una radio de onda corta, que había pedido repetidamente, al menos para escuchar las noticias del mundo (Radio France International y BBC), pude escuchar el comentario sobre el Evangelio dominical de Radio Vaticano todos los sábados. Una vez incluso la misa en directo... fue precisamente la misa de Pentecostés 2020. Esa mañana, después de escuchar las noticias de RFI, cambiando de frecuencia, para mi gran sorpresa escuche al Papa Francisco en italiano, me acerque al oído y sintonice mejor la radio, encontrándome al comienzo de la misa de Pentecostés en comunión con el Papa, la iglesia y el mundo. Me dije a mí mismo “hoy estoy en la Basílica de San Pedro en Roma y al mismo tiempo en misión en África”. Escuché con cierta emoción las lecturas y el Evangelio que me recuerdan el lema de mi ordenación sacerdotal, el pasaje del Evangelio de Juan (Jn 20): ‘Como el padre se envió, yo también os envío. Recibid el Espíritu Santo’. ¿Coincidencias? La homilía del Papa Francisco fue un soplo de aire fresco. Después de 2 años de sequía espiritual y de ausencia de la Palabra de Dios, me sentí renacido y acogí este don como un soplo del Espíritu Santo que quiso empujar las ondas de radio hasta el Sahara. Disfruté como nunca del Evangelio y de las palabras del Papa, tenían un sabor y un gusto especial en ese contexto.

¿Cuánto ha cambiado su relación con la muerte y qué relación siente tener ahora con la misión ad gentes?
En el primer video que me hicieron hacer el 28 de octubre de 2018 decían que el gobierno italiano quería pruebas de que estaba vivo, me dijeron que me dirigiera libremente al gobierno, al Papa y a la familia. Empecé con mi familia a decirles ‘sean fuertes, recen por mí, estoy listo para cualquier cosa’ y al Papa Francisco ‘recuerden rezar por mí’. Solo una vez recibí expresamente una amenaza o incluso una promesa de un muyahidin de dispararme una bala en la primera oportunidad. Estaba molesto e irritado por otro episodio que no voy a contar. A sus ojos yo era un sucio 'kafir' y además un predicador de una fe herética y condenado por el Corán que, según él, se permitía desacreditar el Libro Sagrado. Ese día vi la espada de Damocles colgando amenazadoramente sobre mi cabeza. Pero cuantos más días y meses pasaban, menos temía una conclusión trágica, éramos un bien precioso para ellos y por eso siempre nos trataban bien en general.
Siempre me he sentido misionero incluso con los pies encadenados, diría 'misionero desde el fondo de mi corazón' como solía decir nuestro Fundador (Melchior de Marion Bresillac fundador de S.M.A.). A menudo caminaba por las laderas de Bomoanga-Níger (la misión de la que me arrancaron). Mi cuerpo era prisionero de las dunas de arena, pero mi espíritu viajaba a los pueblos que mencionaba en mi oración y también repetía los nombres de mis colaboradores y de muchas personas y jóvenes que llevo en mi corazón especialmente los niños desnutridos y enfermos de los cuales me ocupaba y muchos, muchos rostros que son una presencia viva en mi corazón herido. Me di cuenta de que la misión no es solo 'hacer', sino silencio y fundamentalmente es Missio Dei, es obra del Señor. El gran activismo que caracterizaba mis días ahora no era más que recuerdo y oración. Pero la misión continúa y siempre está en buenas manos, las manos de Dios, de hecho, es la Missio Dei. Los testimonios de personas, amigos y extraños que participaron en vigilias de oración, marchas, etc. para implorar mi liberación, que recibo en estos días como un eco, me confirman lo poderosa que es la Missio Dei. Todos me dicen que oraron mucho, incluso alguien dijo ‘tú llenaste las iglesias’ ... no yo, ¡esta es la obra de Dios!

¿Cuál era la relación y cuáles son sus sentimientos hoy hacia los secuestradores y carceleros?
Siempre me respetaron en general. Mi larga barba blanca debió crear su efecto entre los jóvenes sin barba que me custodiaban, me llamaban en árabe o tamaceq "shebani" (anciano). Todavía siento mucha tristeza hacia estos jóvenes adoctrinados por videos de propaganda que escuchaban todo el día. ¡No saben lo que están haciendo! No tengo rencor contra mis captores y carceleros, he orado por ellos y sigo haciéndolo. También deseé al hombre que dirigía todo durante mi último año de prisión, mientras el coche nos llevaba a la cita para la liberación, el pasado jueves 8 de octubre: ‘que Dieu nous donne de comprendre un jour que nous sommes tous frères’ (Que Dios nos conceda un día entender que somos todos hermanos).

¿Cuáles son sus deseos e intenciones para el futuro?
Estos dos años han sido escuela del presente. Quería que terminara pronto, cada atardecer decía ‘ojalá mañana’. Luego, cuando salía el sol, tomaba mi rosario y seguía el ritmo de mi día con los habituales gestos cotidianos día tras día. El futuro es de Dios, ahora disfruto de volver a casa, este es mi presente. El futuro cercano es encontrarme con los hermanos de Génova y Padua que aún no he abrazado físicamente y luego los monasterios de clausura que han orado incansablemente por mí y visitar a los muchos amigos en Italia y más allá. El futuro será como Dios quiera.

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