Stanley, el mártir beato que un Seminario calificó "sin la habilidad intelectual necesaria para ser sacerdote"

22 de septiembre de 2017

¡El Papa declara beato a un pastor que venció al miedo, aferrado a Cristo, que no huyó! "Se convirtió en un reflejo de Dios para los habitantes de Santiago Atitlán".

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El 28 de julio de 1981, apenas iniciada la mañana, un grupo de sicarios asaltaron la casa parroquial en busca del padre Stanley “el cura de la barba roja”. No tardaron en hallarlo y acto seguido lo ejecutaron de dos tiros en la cabeza…




Para los habitantes maya de Santiago Atitlán (Guatemala) hay un antes y un después en el respeto a la dignidad de sus vidas debido al testimonio, apostolado y martirio de un joven misionero llegado desde Oklahoma (USA), el sacerdote Stanley Francis Rother.
 
Su roja barba, carácter afable, pero en especial la cercanía con los desvalidos pronto le valió ser conocido cariñosamente como Apla’s (“Francisco” -su segundo nombre- en tz’utujil). Como el santo de Asís Apla’s “ya podías encontrarlo compartiendo tortilla en el suelo de una choza, trabajando en un tractor en las tierras de la parroquia u oficiando cinco misas en cuatro localidades diferentes cada domingo”, cita el portal de su Arquidiócesis (Oklahoma).
 
Los fieles tz'utujiles de Atitlán fueron testigos de las virtudes del padre Stanley y el pasado 2 de diciembre de 2016 Papa Francisco proclamó que por odio a la fe fue martirizado padre Stanley; por tanto el 23 de septiembre de 2017 es elevado a los altares como beato.

La escritora católica María Ruiz Scaperlanda, nacida en Cuba pero que vive en Oklahoma, conoce al detalle la vida de “Apla’s”. Colabora con la investigación para la causa de su canonización y su más reciente libro es precisamente una biografía del padre Rother que lleva por título The Shepherd Who Didn’t Run (“El pastor que no huyó”).
 


Por su interés, Portaluz reproduce entrevista a esta biógrafa del beato Stanley Francis Rother publicada por “Nuestra Voz”, periódico en español de la Diócesis de Brooklyn.
 
¿Qué la hizo querer escribir la biografía del padre Rother?
Fui miembro de la Comisión de Historia, ayudaba con los documentos y las entrevistas en español, en la “fase de recolección de información” de la causa de canonización del padre Stanley a nivel local, en la arquidiócesis. Pero fue cuando monseñor Paul S. Coakley fue nombrado arzobispo de Oklahoma City que él y yo nos conocimos… en una peregrinación a Guatemala por el 30 aniversario de la muerte del padre Stanley. Monseñor Coakley me encargó que escribiera el libro, que fue la primera biografía publicada del padre Stanley. ¡No puedo describir el honor y el privilegio que es para mí haber sido su biógrafa!
 
En su libro se presenta al padre Rother como “un tipo normal”, que no creció con una aureola de santo en la cabeza ni con fama de sabio. ¿Qué lo hace un hombre extraordinario?
Para entender la historia del padre Stanley es esencial entender que él fue una persona “común y corriente”, que le costó mucho trabajo aprender latín, que incluso suspendió el primer año de teología en el seminario. Lo enviaron de vuelta a casa con una carta en la que se decía que el joven Stanley estaba consciente de que “él no tiene la habilidad intelectual necesaria para continuar sus estudios para ser sacerdote”.
Pero Stanley Francis Rother sabía en su corazón que estaba llamado a servir a Dios como sacerdote, y el obispo de Oklahoma, monseñor Reed, aceptó buscarle un nuevo seminario. Nunca se dio por vencido, al contrario, puso todo su empeño… confiando en que si era la voluntad de Dios que él fuera sacerdote, lo lograría. En 1963 terminó sus estudios en el Seminario Mount St. Mary de Emmitsburg, Marayland, y un mes más tarde fue ordenado sacerdote de la entonces Diócesis de Oklahoma City y Tulsa. Cinco años más tarde, aquel mismo joven que había pasado tanto trabajo para terminar sus estudios, se brindó como voluntario para trabajar en la comunidad de misión de Oklahoma en Santiago Atitlán, Guatemala.
El padre Rother inmediatamente se enamoró de aquella tierra volátil y hermosa de volcanes y terremotos, pero sobre todo de su gente—los tz’utujiles, un pueblo de la cultura maya. El padre Apla’s (Francis en lenguaje tz’utujil) fundó la primera cooperativa campesina, una escuela, la primera clínica y la primera estación de radio católica, que usaba para catequizar. Y aunque no fue el fundador del proyecto, jugó un papel clave para establecer el tz’utujil como lengua escrita, lo que permitió, después de su muerte, publicar el Nuevo Testamento en tz’utujil. Pero sobre todo, el padre Rother se convirtió en un reflejo de Dios para los habitantes de Santiago Atitlán.
 No sólo hacía cosas por ellos, sino que les mostraba el amor de Dios mediante su propio amor y entrega total a ellos. El padre Rother puso su corazón al servicio de Santiago Atitlán, y Dios bendijo sus esfuerzos. No hay otra manera de explicar que el mismo joven que no era capaz de aprender latín en el seminario fuera después capaz de no solo aprender, sino hablar fluidamente la difícil y extraña lengua tz’utujil de sus parroquianos. Y hay otra cosa que quiero destacar. Como tantas familias del centro del país, Stanley Francis Rother creció en una comunidad de campesinos estrechamente unidos. Hasta que entró en el seminario, vivió en la misma casa donde nació: una casa y una granja que aún son propiedad de la familia Rother. Fue a la misma escuela desde primer grado hasta el grado doce. En las vacaciones del seminario, regresaba a casa y ayudaba a su familia trabajando en la granja.
 Es precisamente esa vida común y corriente la que le enseñó valores como la generosidad, la bondad, la importancia de la familia, el trabajo, la perseverancia… y la importancia de vivir tu fe en cada cosa que hagas.
Esos son los valores que el joven sacerdote llevó y vivió como pastor de los mayas tz’utujiles de Santiago Atitlán. De hecho, fue la disposición natural del padre Stanley para compartir las labores del campo con ellos, hombro a hombro, para partir el pan y celebrar la vida con ellos, lo que hizo que la comunidad de Guatemala dijera del padre Stanley: “él era nuestro sacerdote”.


(…)
Sigue leyendo en su fuente la entrevista completa.

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