Un testigo de Cristo para el mundo actual

30 de septiembre de 2019

En el XXV Aniversario de la partida al cielo de P. Tomás Morales, S.J. su figura, su testimonio, animan a dar como él la buena batalla de la fe.

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“Los santos sorprenden, desinstalan, porque sus vidas nos invitan a salir de la mediocridad tranquila y anestesiante”. Leyendo esta afirmación del papa Francisco en Gaudete et exultate (nº 138) recordamos este año 2019, de forma especial, la figura del venerable P. Tomás Morales (1908-1994): su vida, las obras por él fundadas en los años que el Señor le concedió de vida y su presencia interpelante, no solo a los que tuvimos la dicha de conocerle y tratarle, sino a todos aquellos que hoy, en cualquier parte del mundo, leen sus escritos o se acercan a las obras que participan del carisma de la Cruzada-milicia de Santa María. Un carisma que el P. Tomás Morales definía como “tronco ignaciano y savia carmelitana”, expresión sintética utilizada por él para explicar esta rica amalgama espiritual; un carisma regalado por Dios a la Iglesia a través de su entrega incondicional al servicio de la evangelización y, muy en particular, de la movilización del laicado.

Predicar con alegría

Una lectura atenta y reflexiva sobre el capítulo IV de la exhortación apostólica ya citada (2018), titulado  “Algunas notas de la santidad en el mundo actual”, nos hace recordar con gratitud cómo las cinco características señaladas por el Santo Padre “de manifestaciones de amor a Dios y al prójimo” las aprendimos de sus labios y continúan haciéndolo las nuevas generaciones: aguante, paciencia y mansedumbre (nº 112) traducido en esa “firmeza interior” hacia los demás y con uno mismo. “Espíritu combativo”, de esfuerzo y superación personal, troquelando la voluntad y enderezándola hacia el bien (T. Morales, Forja de hombres, capítulo II) vivido en los días felices de campamentos de verano en Sierra de Gredos y ahora en otras latitudes; alegría y sentido del humor con que invita el P. Morales a todo bautizado a vivir la vida y a ser misioneros: “La alegría es un misionero invisible que predica a Dios con la sonrisa haciéndolo amar sin querer”(T. Morales, Coloquio familiar,70 )”El bautizado alegre levanta también a muchos que despiertan sacudiendo la vulgaridad en que dormitaban” (Coloquio familiar, 69) es decir, de esa mediocridad anestesiante que señala el Papa.

Esta alegría permanente conduce a la audacia y fervor, tercera de las notas apuntadas para vivir la santidad en el mundo actual. El P. Tomás Morales fue ejemplo de audacia apostólica y fervor creciente a Cristo Jesús, como hijo fiel de san Ignacio, y como otros santos beneméritos de la Compañía de Jesús: Pedro Fabro, Francisco Javier, por citar algunos nombres conocidos. Esa intimidad con el Corazón de Jesús –a quien España se consagró precisamente hace 100 años en el cerro de los Ángeles- constituía el motor permanente e incombustible de su acción apostólica con jóvenes y adultos, empresarios y empleados de banca, padres de familia y amas de casa, consciente de que el alma de todo apostolado es una profunda vida interior de unión con Dios. “Uno se atreve a todo cuando el amor de Dios arde dentro. Se arma de santa caradura y se lanza” (T. Morales, Coloquio familiar, 73), sin temor al fracaso, al qué dirán o a quedarse solo. Aunque ¡atención a quedarse solo un bautizado! Como buen “idealista con los pies en la tierra”, el P. Tomás Morales aconsejaba nunca vivir la fe en solitario, sino en familia, en Hogares, en comunidad (cuarta nota apuntada por el papa Francisco) ante el individualismo que nos atenaza,; rica vida de familia “hecha de muchos pequeños detalles cotidianos” (GE, nº 143), al estilo de la vida sencilla de la Sagrada Familia de Nazaret.

A la luz del Espíritu
 

Y la última nota de la santidad en el s. XXI -y no por ello menos importante- es la oración constante, esa “apertura habitual a la trascendencia” (GE, nº 147). ¿Cómo olvidar las numerosas tandas de Ejercicios Espirituales que dirigió el P. Tomás Morales a laicos y consagrados? Bien sabía que en el silencio profundo de esa escuela de oración y conocimiento propio, como bien apunta el Santo Padre, “es posible discernir, a la luz del Espíritu, los caminos de santidad que el señor nos propone. De otro modo, todas nuestras decisiones podrán ser solamente «decoraciones» que, en lugar de exaltar el Evangelio en nuestras vidas lo recubrirán o lo ahogarán. Para todo discípulo es indispensable estar con el Maestro, escucharle, aprender de Él, siempre aprender” (GE, nº 150). Ayudaba, de este modo, a cada uno a descubrir su vocación, su llamada particular, y después a asumir el compromiso de seguirla con constancia. Dan fe de ello las numerosas vocaciones a la vida consagrada, sacerdotal, así como las familias que en la actualidad beben del carisma.

El venerable P. Tomás Morales, S.J., como buen contemplativo en la acción, descubría el plan de Dios en la Historia con una docilidad total a la gracia divina, actuando con acierto en su acción evangelizadora en la sociedad y tiempo en que vivió. Que en este XXV aniversario que celebramos su partida al cielo nos conceda la gracia de vivir como bautizados y consagrados en medio del mundo “con los pies en la realidad, pero la mirada clara y lejos. A la luz del Espíritu, oteando siempre los signos de los tiempos, en los renovados amaneceres de una humanidad que no se detiene en su marcha hacia Dios” (P. Morales).


 

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