Video testimonio de Véronique: «Tenía un vacío interior que me agobiaba». Desde su honda tristeza clamó a Dios

03 de julio de 2021

"Es un poco como si Dios me diera un faro que me permite ver los pocos pasos que puedo dar para avanzar".

Compartir en:



Salir de fiesta, divertirse, tener novios. Este era el programa de Véronique durante sus estudios en Estados Unidos. Pero todo se vería alterado por ciertos acontecimientos.
 
Tenía 23 años y Estados Unidos parecía ser el lugar ideal para ella. Allí podría, dice, con algo de ironía, “avanzar en mi camino: multiplicar mis amores y divertirme, sobre todo mediante el alcohol”.
 
Pero nada ocurrió como había planeado y muy pronto se vería confrontada con sus límites humanos. Se despertaba cada mañana, dice, con un vacío en el pecho que le pesaba todo el día. “Mi estancia empezaba mal, tenía un vacío interior que me agobiaba”, recuerda en el siguiente video testimonio publicado por KTO.

El clamor de Véronique


 
No sabía bien cómo enfrentar lo que vivía y tuvo la buena idea de fortalecer su vínculo con un grupo que había conocido en el campus. “Estos jóvenes parecían simpáticos y, además, tenían en sus puestos comida tentadora para una estudiante sin recursos como yo. Se preocuparon mucho por mí y muy pronto me ofrecieron ir con ellos a un gran hotel con 800 personas que acudían a rezar. Acepté”.
 
Las primeras horas fueron incómodas para Véronique. No lograba sacudirse la tristeza que la poseía y estaba rodeada de gente que parecía estar feliz, “en el séptimo cielo”, recuerda. Resistió todo lo que pudo y entonces cuando más insoportable le resultaba todo ese ambiente de fervorosos creyentes, se abandonó: “Clamé a Dios, me puse de rodillas y lloré a mares”. Así inició Véronique su sanación y camino de conversión.
 
El miedo, un monstruo que se espanta con oración
 
Unos meses más tarde, regresó a Francia y busqué una parroquia para integrarse al grupo de jóvenes. En uno de los encuentros conoció a un joven “apuesto”, dice, que llamó su atención.
 
“No quería que esto fuera una conquista más. Y me dirigí de nuevo a Dios diciéndole: «Me gustaría casarme y, a ser posible, con él». Empezamos a avanzar juntos y cuanto más tomaba forma la idea del matrimonio, más me asustaba por dentro. Pero realmente quería casarme”.
 
Juntos decidieron pasar unos días en un monasterio para hablar de todo esto tranquilamente y rezar juntos. Y al final del fin de semana, Véronique se dio cuenta que ya no tenía miedo. Estaba serena, dispuesta a dar el paso del compromiso.
 
“Anunciamos nuestro proyecto a la gente cercana, nos comprometimos, nos casamos”. Y de nuevo regresó el fantasma del miedo, esta vez a ser madre. Como un monstruo se posesionaba de Véronique, pero la joven conocedora de esta amenaza sabía cuál era el remedio.
 
“Confié esta dificultad a Dios cada día en la oración. Poco a poco, fui perdiendo el miedo e incluso el ser madre se convirtió en un deseo apremiante que podía cumplirse. Tuvimos una niña y desde entonces me he dado cuenta de que en realidad tenía miedo de algo que me haría muy feliz. Es un poco como si Dios me diera un faro que me permite ver los pocos pasos que puedo dar para avanzar. No sé exactamente a dónde voy, pero avanzo diez metros. Ahora bien, cuando miro hacia atrás, me doy cuenta de que he recorrido kilómetros gracias a este Dios al que clamo regularmente. Creo que eso le gusta. Y de paso le digo gracias a Él porque mi vida es mucho mejor ahora”.

 

Compartir en:

Portaluz te recomienda